Edición 56
Marcos Rivadeneira, poeta ecuatoriano
Decir
Desarticula que arde la palabra
sólo ella donde ella exista
en un mundo por tigres frecuentado
fieros mamíferos
bárbaros
bestias
el orbe de tristeza sostiene un roble
la niebla sube fugaz el humo la ceniza.
Destrozado vuelo innecesario
planta sumergida en oprobio
borrada diluida
jadeante y olvidada la palabra donde haya ido
donde ella exista y sólo ella
un germen de latido innato
esporádico vientre de tierra y barro.
Porque ella arranca un rumor prendido
y lo tira
lo encierra
le miente
enciende la pradera y gasta un balanceo
se despliega hasta el último centavo
y disminuye
increpa
maúlla
y aflora
La poesía fue perseguida
atrapada
muerta y enterrada
resucitó al tercer día
como todo lo que resucita
cuando es perseguido
muerto y enterrado
y canta solo ella donde ella exista
rama ésta sobre el posado mirlo
no insume ni resta decirlo
tronco que alumbra las termitas
en los vendavales que surgen de la gesta.
Poesía materia primitiva
sustancia de la herejía
me toma
me despoja
me destierra
se retruécana en la misma baldosa
sucia de la cocina
se inventa
me rapta
me pierde me sueña
así todos los días con un sabor amargo en la boca
y los senderos que ella camina yo beso
bebo delirio
pero ella piensa otra cosa
y retorna con su tilma de cangrejo
la mañana ensimismada
con la constancia de la tinta
me orgullo de tanto papel en el canasto
que me libero del tiempo
corro huyo
y salto.
Ella me mira de lejos y
me crónica
me adereza
me margina
ella y sólo donde ella exista
una ventana arrulla el mirlo
y la cubre con las palmas de labranza
luego me silencia
me indómina
me ola
me lágrima
me espuma
y me besa.
Blanco
Blanco sobre blanco Malévich (1918)
Ellos me regalaron la noche
en perenne reclamo
y la barca abandonada
oscura y triste encallada bajo el puente
hay un árbol con los dedos lacerados
y yo quería quitarme la noche de la cabeza
mi llaga entrañable estéril.
No es que no tenga pasado
lodo en profusión
es que no lo recuerdo como otros
insistía en una roca la boca
y ellos se han forjado una ensenada
el agua no tiene otro sentido que las manos
y yo la noche que es lo que creía
a mares los golpes de tornillo
no ha sido siempre lo que amaba
un lienzo nos contempla en blanco hueso
ellos han forjado una luz con el día
abiertas fauces de labor antigua
y no ha sido la luz que me esforzaba
porcelana frágil
nada
Palabras humeantes
entonces la nada
la misma casa de las pinturas rupestres
penitencias naturales fuentes
en donde tengo mis cosas de siempre
desierto el hábitat y en la arena
el grano de tu tristeza
el miedo por ejemplo y el bonsái inmóvil
débil rumor
con piedritas blancas
amado quedó
a la espera del silencio
de ver el verbo
del blanco regocijo de la nieve
o el marino color de los descansos
de las pequeñas cosas que la gente espera
y me engaño que envejezco
el rancio pan en la hornilla
o nuestro suspendido cuerpo la estatua
el musgo mullido de la fuente
calle abajo hay un busto que no baila
y sospecho de todos los milenios de los días
y el silencio picado por insectos
yo camino como quien pasea
la ciudad es nueva el extranjero
un árbol que alguna vez fue alguien
sólida cerrada y maullada
la fachada de La Habana deslucida
aquí todo parece nuevo
bien lucido y congestionado.
Me gusta ver en los bares las mujeres
las palabras no pueden vivir sin alguien
que se ríen con la estridencia del deseo
en el racimo todas las flores son iguales
y camino como quien pasea
en la noche los astros exhalan muchas formas
todo es nuevo y distinguido en la noche
un taxista me devuelve un billete falso
se profanan los dientes con el frío
lo que dura la amistad con el taxista
que guardo con cuidado en el bolsillo.
Había ruido en la materia acuosa
en el temblor de la rodilla
mano sobre mano con sus alas
de desencanto
yo deseaba los relojes
empantanados en el viento
y la voz del poema que se hacía un murmullo
el reflejo de mi cuerpo en los vitrales
mi desfigurado rostro por el humo
yo sé que cambio
soy un blanco manto que se mece
y una colilla en el suelo apresurada
anotaciones en el borde
de un libro de Lezama que me queda
habitar la casa
o un corredor oscuro
con el laberinto en las manos y lo real
en el pasado y en la verde eternidad
una bulla de grillos en desorden
general.
Noticia Biográfica
Marcos Rivadeneira Silva nació en Quito en 1963 (Ecuador). Estudió Restauración y Museología en la Universidad Tecnológica Equinoccial de Quito. Se especializó en Conservación de documentos y obras de arte sobre papel. Estudió en Italia, Chile, Brasil, Espaí±a y Japón. Cursa la Maestría en Literatura hispanoamericana y ecuatoriana en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Sus publicaciones son: Hermano sol hermana muerte (2012, Mención de honor en el Salón de Nacional de Poesía Juegos Florales de la Casa de la Cultura del Ecuador; La brazada fina (2014), Premio Nacional de Poesía, y Los días de la aldaba (2015), Colección Sur de La Habana. Sus poemas han sido tomados en cuenta en antologías nacionales e internacionales, y traducido al inglés e italiano. Ha representado al Ecuador en varios Festivales Internacionales de poesía.