Edición 23
Ana Cecilia Blum: poeta ecuatoriana
De Áncoras (2015)
Ancla el pretérito
Frecuentar las sillas que dejamos,
los pájaros encuentran allí la tarde.
Saber si en el patio nos espera
el juguete,
los árboles que trepamos
y esos frutos
que no quisieron
madurar.
Buscar el columpio
en la distancia de otros soles,
hallar sus asientos vacíos
de risas de vuelos,
palos vencidos
ante el peso
de las estaciones.
Tantear el agua turbia
guardada en el aljibe,
atisbar en el fondo
las ruinas de la casona
y descubrir que ya nada,
nada conserva tus ojos de niño.
La noche es el espejo
Y en el espejo está el relato,
un andar por las arcillas
de todo lo que fuimos
todo lo que no fuimos
en la intención en la desidia.
Vamos hacia los filones
del pasado,
costumbre sombría
de los pasos
cuando es de madrugada
y el desvelo
un alevoso.
Es la noche, su dominio,
ases guardados
en la manga oscura,
barajas en los cristales
refractarios,
hasta que uno vuelve
a encontrarse,
fundirse
con la repetición del sol
y sus disfraces.
Rituales
Recoger botellas de vino en la mañana
y esperar en su vacío las respuestas.
Apuntar más de un verso
en las pupilas de mi gato,
el ritmo en sus pasos de pantera.
Retornar al río hijastro del deshielo,
a la tarde detrás de las lomas coloradas.
Hundir los dedos en la nieve,
perder el tacto de los días.
Voltear hacia el desierto
desempolvar al dinosaurio
dejar que sobreviva de mis huesos.
Caminar la yerba seca de los filos,
lo perdido en las orillas.
Que la ciudad te devore
Inicia el ceremonial de los pies descalzos:
restriégate los ojos,
sacude la cabeza,
busca el espejo,
luego el café.
No hace falta decir que es otro día,
las calles,
la parada del metro,
el quiosco de las mentas y el diario,
las notas de un violín desde la esquina
reclaman tu tránsito.
No te rindas,
busca los zapatos,
el maletín,
la sombrilla,
el libro que mitigue la embestida.
Concluye el rito,
la ciudad te espera
y tiene hambre.
Tarde de lluvia
El cielo ha bajado
y se estrella contra ti.
Estás desprotegido,
te impregnas de su llanto.
Eso perturba,
hace recordar,
entristece.
Porque cuando el cielo chilla
desconsolado,
potente,
todo lo hermoso es
salobre
y las aguas traen
flotando
pajaritos muertos.
De Rituales (2016)
Adentro
Se buscaba por dentro. Se buscaba.
Juan Ruiz Peña
El enigma brotando de la hierba,
la ceniza dejada por la luna
sobre el árbol.
Ruidos de mi salen a
traspasar el alba,
ese anden de la penumbra
que no sabe ser noche o día
indeciso
en la primera luz de la ruptura.
Sendero de huida hacia el crepúsculo
enredado entre las hebras
de un corazón meciéndose de miedo.
Buscarse en los zapatos
que no volvieron a mirar,
en la mano que fecundó el adiós.
Hurgarse como hurgar tierra, y encontrar
los gusanos que una estación antes
habían sido
hojas de fronda, coloridas,
y ahora solo el odio repetido,
hallazgo de enfado que viene
de la infancia.
La canción del destino
Lo que cuenta el poeta a las piedras está lleno de eternidad.
Y ésta es la canción del Destino, que tampoco olvidan las estrellas.
León Felipe
El poeta vivirá en la memoria de las piedras
jamás en la del hombre,
porque aquello que el hombre recuerda
tarde o temprano olvida
y lo que olvida no retorna a la tierra
muere en el viento.
El poeta buscará las piedras,
en ellas harán hueco las gotas de sus versos,
en ellas hará estampa la grafía de su aliento.
La persistencia del poema es el anhelo,
ni el nombre, ni la pinta, ni la fama,
solo el canto que se entrega al universo.
Así, lo que el poeta quiera decir
se lo dirá a las piedras,
estas hablarán con los árboles,
en el fruto el árbol guardará las palabras,
los pájaros picarán del fruto
y se encargarán de esparcir la semilla,
la semilla caída en la tierra será
principio estelar a través de los milenios.
La memoria de las piedras jamás es vencida por el tiempo,
y ésta es la canción del Destino. El destino del poeta.
Voy a quererte
Bajo los altos árboles
que al sentir nuestras espaldas
baten sus alitas verdes.
Por las calles
sin prisas, sin soledades,
haciendo de risas las esquinas.
A los ojos, en los labios,
cuando la piel se ensortija.
Adentro de la copa
donde la luna nos vigila.
Sin cansancio, sin palabras rotas,
sin espantos.
Para tenerte a mi lado.
Para saber que el mismo amor nos arropa.
Ser agua acompañada de agua
que hacia el mar emprende su paso.
Y no mirar atrás y no pensar mañana.
Y sorber el cielo
sin olvido.
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Noticia Biográfica
Ana Cecilia Blum. (Ecuador, 1972). Poeta y ensayista. Sobreviviente de poliomielitis. Estudió Letras Hispánicas en Estados Unidos y Ciencias Políticas en Ecuador. Autora de los poemarios: Descanso sobre mi sombra, 1995; Donde duerme el sueí±o, 2005; La que se fue, 2008; La voz habitada (Co-autora), 2008; Libre de espanto, 2012; Todos los éxodos (Antología Personal), 2012; Poetas de la Mitad del Mundo, Antología de Poesía escrita por Mujeres Ecuatorianas (Co-Antóloga), 2013; íncoras, 2015.
Ha sido invitada a leer su poesía en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, dentro del marco del encuentro literario La Pluma y la Palabra en Washington D.C.; ha participado en varios festivales literarios en América y Europa, entre ellos el Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Salamanca, la Feria Internacional del Libro de Miami, el Encuentro de Poesía Pararelo Cero y el Festival de la Lira en Cuenca.
Actualmente ejerce la enseí±anza del Idioma Espaí±ol como Lengua Extranjera; dirige la gaceta literaria Metaforología; coordina el Fondo Poético para las Américas (un pequeí±o fondo privado establecido para difundir digitalmente las letras hispanas); realiza investigación literaria en el campo de la poesía ecuatoriana escrita por mujeres; y colabora con varias revistas culturales.