Edición 58
Claramercedes Arango, poesía colombiana
Papel hecho poema
Frente al papel en blanco
armo un rompecabezas de palabras.
Por colores y formas
separo las piezas
y acerco sus bordes
para hacer el poema.
Lo leo varias veces
en silencio y voz alta
y lo dejo reposar
como al buen vino.
Pero me asombra descubrir
que las palabras
se salieron de margen,
los adjetivos, las puntuaciones
y los verbos se acomodaron
como fueron llegando.
En la mañana
mientras lo releo,
Niebla, la gata
compañera de mi soledad
irrumpe en su ritual cotidiano
de poner sobre mi cuerpo desnudo
la tibieza de sus garras ocultas
bajo guantes de seda.
Y dando un zarpazo
me arrebata el poema,
lo manotea, lo rasga,
lo muerde, se enrolla en él,
y se convierte
en la palabra imprescindible
que rueda hecha poema.
Confirmando
—que la poesía como Dios—
está en todas partes
y no se deja ver.
El abuelo Iván
El abuelo Iván
consiguió un empleo de fantasma
en los bosques de Ontario,
eso dicen los niños
que han hablado con él
de cosechas de pinos
y de pájaros.
El abuelo se fue a Canadá
a ver crecer los árboles
que sembró en Medellín
—en su finca de Caldas—
y se llevó los brazos
para medir los troncos
y la mira de altura
de sentirlos subir.
El abuelo aparece de pronto
en lugares distintos
con la ropa de siempre
y el cabello más blanco,
sólo para sus nietos
que padecen su ausencia.
Aprendieron los niños
que el abuelo
siempre los espera
donde quieran buscarlo,
no importa que se esconda
como ahora,
debajo de un ciprés.
Abandono
Mírame partir
como un duende
con los pies al revés
que no desea irse.
Nuestras miserias
Los años
son la ilusión de un sueño.
El silencio,
las mentiras y la rabia,
son viajes sin retorno.
La soledad
pasiva y cómplice
nos obliga
a soportar
nuestras miserias.
Temerosa
Temerosa en las noches
deambulo por la casa
y me asusta
pensar que no estoy sola
que me persiguen
las sombras
de fantasmas memoriosos
en los espejos
provocándome
con sus ojos lascivos.
Pero,
de esa legión
de hambrientas sombras
sólo hay una
que quisiera rescatar:
la de tu cuerpo exhausto
después de la batalla
en que fui tu victoria,
tu agradecida recompensa.
Los espejos
Los espejos
de los lugares clandestinos
se agobian con el peso de los cuerpos
el milagro de la luz no permite repeler
el deseo de la piel.
Los espejos imitan
la doble danza de los dedos
que encendieron nuestros laberintos.
De regreso a casa
traigo conmigo:
tu aroma que me alivia,
la imagen de tu cuerpo
luchando contra el mío
y tus manos,
para que le enseñen a las mías,
la destreza de las tuyas.
Ilusión
Como dijiste
es el deseo
el que mueve montañas, no la fe.
Entonces, cede a mis caprichos,
mírame,
responde a mis urgencias
y comparte conmigo
el placer
de sentir brotar
el diminuto corazón que escondo
y enloquecido vibra
con tus provocaciones.
A Joumana Haddad
Todavía
Todavía me duelen
las manos que me faltan,
las que hicieron música
en mi cuerpo.
Todavía me duelen
las manos que me faltan,
las del atrevido ilusionista
que engañó mi pubertad.
Todavía me duelen
las manos que me faltan,
aquéllas que me guiaron
para hacer el poema.
A Olga Orozco
Anoche
Anoche por ejemplo
afuera en el balcón
honré
con mi cuerpo
tu deseo.
Mi gato
“¿Quién le dirá que el otro
que lo observa es apenas
un sueño del espejo?”
Jorge Luis Borges
Orfeo me mira
mirándose al espejo
para que nos veamos
más cercanos
en otra dimensión.
Lo acaricio,
levanta su lomo
y se arquea
como si fuera a desdoblarse.
Se ovilla
y no sé cuál de los dos
esconde las garras
en sus guantes de seda
y golpea el cristal.
El gato quiere entrar
en el sueño del espejo.
Ojalá
me llevara con él.
Oda a los inmortales
De la memoria de quienes
lograron vivir para contarlo.
A Susana, Blanquita, Negra,
Alba y Taína, cómplices
Son adolescentes
temerarios e ingenuos,
inmortales
que desafían el mar.
Y cuando llegan a la orilla
se lanzan
eufóricos
sobre
las aguas turbulentas,
olvidando
que no saben nadar.
Luego
se enfrentan
a la inclemente
y caprichosa selva
con el coraje
de sentirse
guerreros,
a pesar del camuflado
hecho
para otras estaturas
y otro color de piel.
No los oprime el trueno
ni el relámpago,
sino
el peso de fusiles, de granadas
y la soberbia de la gloria.
Y al querer avanzar
bajo
la bóveda
oscura y húmeda
de lluvias,
miedos y silencio,
las botas
se les hunden
en la tierra pantanosa
retardando
sus pasos.
De lejos
se ven
en fila india
marchar
ingenuamente, envanecidos
por el triunfo
de haber
domado el mar
pero, ignorando
que jamás
alcanzarán la libertad.
Noticia Biográfica
Claramercedes Arango. Nació en Cúcuta, Norte de Santander, (1961). Licenciada en Lenguas Romances y Formación en Pedagogía de la Universidad Católica de Louvain, Bélgica, con énfasis en los idiomas espaí±ol y francés. Maestría en estudios hispánicos de la misma universidad en Bélgica. Diplomado en periodismo literario de la Universidad Externado de Colombia.
Desde 2003, es coordinadora general de la Decanatura Cultural y de la Colección poética Un libro por centavos, donde ha realizado varias antologías. Coordina los concursos de cuento, poesía, afiche, crónica y oratoria que convoca la Universidad. Igualmente, es docente en el Externado, en la Facultad de Comunicación Social-Periodismo en el área de Lenguaje escrito.
Ha publicado en revistas y magazines literarios, nacionales y extranjeros, en el 2013 publicó En la memoria de confundo, n° 98 de la colección poética Un libro por centavos. En 2014, publicó Cuaderno Cultural n° 4 El hombre que sembraba árboles, traducción del francés, Cuaderno Cultural n° 5, Poética de los poetas, La poesía es revolucionaria.