Edición 62
Dos poemas de María Mercedes Andrade
En la Isla de los Pavos Reales
Había estado buscando algo que hubiera hecho
que la isla fuera completamente mía, que hubiera
hecho que se abriera exclusivamente para mí.
Con una sola pluma la habría poseído.
Walter Benjamin, Infancia en Berlín
Fui a buscarte.
Era un peregrinaje.
Primero tomamos un barco por el río
que luego atravesamos por ferry.
Tras tu rastro.
Y fui con mis dos hijos,
su infancia tan lejana a la tuya
(la de ellos se aleja también).
Como buenos turistas
admiramos los rosales,
recorrimos caminos de arena
y nos adentramos
en los bosques cultivados.
Jugamos a perdernos
pues yo tampoco sé leer un simple mapa.
Nos encantaron los sauces,
las plantas desconocidas,
el lago inesperado,
y encontramos una fuente en medio de los árboles.
Yo pensaba en los románticos
y tomaba fotos
mientras mis hijos jugaban a la guerra
y se cansaban.
Vimos los pavos reales,
algunos en jaulas
y otros libres por los prados
ante ese castillo
de una anacronía absurda.
También entonces estaba cerrado,
nosotros tampoco encontramos una pluma.
Medea en la peluquería
Medio mareada con el vaho químico,
nada qué hacer salvo esperar.
El tiempo se diluye a gotas
en esta pecera
mientras yo examino con cuidado
mi cara en el espejo
y me digo que, a pesar
de esta luz cruel,
no podría decir que está tan mal.
Parte del truco
está en acostumbrarse,
pero al fin y al cabo ha habido tiempo:
esto no sucedió ayer.
Me gusta incluso
la intensidad
de los ojos que me miran,
aún a costa de una expresión risueña,
aún con el descenso general
de una quijada,
aún a pesar del descenso general.
Mi pelo erizado
sigue siendo pavoroso.
Los hijos no son tuyos,
así que estarán a salvo.
Pero ojalá que tú sepas cuidarte.
Noticia Biográfica