Edición 58
Letra a letra: Poemas de entrecasa de Miguel Méndez Camacho
Largometraje
Creías que los grandes amores
son los que «cambian el curso de la Historia»
como esas superproducciones, a todo color,
del señor y la sierva
o del alto militar norteamericano
con la enfermera japonesa,
donde el amor se reduce
a largas escenas de desfallecimientos,
entre suspiros y lágrimas
de música de fondo
Y todo es del tamaño de la pantalla gigante
incluso las escenas de alcoba
trasformadas en un bosque propicio
donde la cámara elude los cuerpos
cuando las caricias se prolongan,
para mostrar un mar rabioso contra las rocas
y regresar, por el camino de las ropas caídas
a ese primer plano de los rostros fatigados
–con la ternura inevitable–
que parece pedirle excusas al público
Ahora te ríes de esta ingenua tristeza
de tus días de niña,
porque ya descubriste
que no hay grandes ni pequeños amores
sino una costumbre de cuerpos
que justifica el alma.
El tiempo como una canción
Hubo días distintos
hechos a la medida
de nuestro deseo de estar juntos
Tan generosamente breves
como una canción
que no recordamos haber aprendido
Y hubo noches también: irrepetibles
iniciadas antes de toda oscuridad
y concluidas
mucho después del alba
Era que bastaba una caricia
para que el tiempo ya no fuera
esta mentira que nos vive.
Escrito en la espalda de un árbol
No recuerdo si el árbol daba frutos
o sombra,
sólo sé que dio pájaros
Que era el centro del patio y
de la infancia
Que en la madera fácil
tallé tu nombre encima
de un corazón deforme
Y no recuerdo más:
tanto subió tu nombre con el árbol
que pudiste escaparte
en la primera cosecha que dio pájaros.
Lucrecia
Mi madre nunca tiene en los poemas
un lugar muy exacto
Siempre está dando vueltas
Huyendo y regresando
Aquí y allá de la vigilia al alba,
limpiando
y remendando mis palabras
como si fuera oficio de la casa.
Jesús
Mi abuelo no sabrá
que lo hice descender de su caballo
para montarlo aquí, sobre palabras
que nunca le gustaron
Le gustaba la hacienda, los ganados,
la violencia en historias de combates
a los que nunca fue
porque no tuvo el miedo suficiente
para amar un fusil
Le gustaba el tabaco, el tinto fuerte,
la gente dura, las mujeres frágiles
y el amor en razón de compañía
Mi abuelo no sabrá
que le quité su pedestal de potros
y le falté al respeto a su bravura
Mejor así: mi abuelo no admitía
que utilizara la memoria en vano.
Eduardo
De pronto la costumbre
de no contar contigo para nada
De no saber si vas, si llegas tarde
y en compañía de quién
Ni cuándo y dónde la fiesta concertada
el compromiso inevitable
De olvidar el abrazo y la pregunta
de cómo estás Eduardo?
y cómo están tus versos, tus asuntos
De salir a la calle con la sonrisa puesta
sin tropezar contigo en las esquinas
De hablar con un amigo
y esculcar la memoria, sorprendidos
de no saber de ti
desde que vives
tres metros debajo de un ciprés
en el cementerio de Pamplona.
Poema que te hace más frágil
La falda se desliza y cae a tus pies
con ronroneos de animal doméstico
acostumbrado a espiarte
en esta ceremonia de tus actos rituales
para desnudarte:
Primero tu mano que suelta los cabellos
para oscurecer la habitación
y el movimiento de tus dedos
–con precisión de cirujano–
que desatan la prenda
para que los senos se liberen
y muestren
el lugar más hermoso de tu piel
Y un aleteo de pájaros puestos en libertad
anuncia el momento
en que tus muslos se iluminan
precediendo ese último ademán
que te descubre toda
como un deslumbramiento
con ese abandono de tu cuerpo desnudo
que te hace más frágil
y más indescifrable.
Kampeones
En la revista del colegio
una fotografía de veinte años atrás
donde estamos posando sudorosos
después de la victoria.
Todos tenemos un aire de grandeza
que hemos ido gastando:
el gallego Tomás, el pecoso Pedroza
el maracucho Antonio
que hizo un gol memorable
y ahora tiene una casa
de citas en Valencia.
El tatareto Vega
que era puntero izquierdo
y ahora juega a político
por el ala derecha.
Siboney el negrito centro-medio y
Juan Ramón «pocillo»
(porque tenía una oreja, solamente).
Al respaldo con mi letra de entonces
una larga leyenda que comienza:
Campeones (con K)…
el nombre, los apodos del equipo,
los goles y su hazaña
con fecha y hora de esa tarde de marzo
cuando fuimos brevemente inmortales.
Noticia Biográfica
Miguel Méndez Camacho (Cúcuta, 1942). Doctor en Derecho Ciencias Sociales y Políticas Universidad Externado de Colombia, 1962. Periodista Profesional y Profesor Universitario. Decano de la Facultad de Comunicación Social-Periodismo de la Universidad Externado de Colombia desde 1991. Autor de: Los Golpes Ciegos, Papeles, Poemas de Entrecasa, Perfil y Palote, Instrucciones para la nostalgia, Malena, La alegría de Escribir, Desencantos y Cantos, La primera cosecha que dio pájaros, Pelé: De la favela a la gloria, y Antología (Viernes de Poesía. Universidad Nacional de Colombia). Presidente de AFACOM. Fundador del Concurso Universitario Nacional de Cuento Corto y Poesía de la Universidad Externado de Colombia, de los concursos nacionales de Poesía, Eduardo Cote Lamus, y de Cuento, Jorge Gaitán Durán. Poeta de aí±o del XII Festival internacional de poesía de Bogotá 2004. Director de la Colección Clásicos de la literatura Colombiana (27 ediciones. Editorial Colcutura). Director de la Colección «Un libro por centavos» con un tiraje de 13.500 ejemplares que se distrubuyen gratuitamente con la Revista «El Malpensante».