Edición 33
Una conversación con José Manuel Arango: Luis Hernando Vargas
*El texto y la entrevista a continuación fueron realizados por Luis Hernando Vargas Torres (Cajamarca, Tolima, 1953). Filósofo Universidad Nacional de Colombia. Doctor en filosofía: filosofía, ciencia, estética, Universidad de Salamanca (España, 2010). Tesis de doctorado: Problemas de una lectura filosófica de la poesía colombiana del siglo XX. Una aproximación a través de José Manuel Arango (1937―2002) http://gredos.usal.es/jspui/bitstream/10366/83364/1/DFLFC_VargasTorresLH_Problemasdeunalectura.pdf
Conversación con José Manuel Arango
Este es un fragmento de una entrevista que tuvo lugar un fin de semana de 2001, momento en el cual conocí personalmente a Arango, gracias a un escrito mío sobre su libro poemas reunidos.
Una larga conversación sobre poesía comenzó en el viaje de Medellín a Copacabana, en el carro conducido por José Manuel. De esa charla solo quedó este registro (una hora) grabado en una casita de campo de esta última población. Naturalmente se perdieron muchas cosas (aquellas de las que se habló antes y después de grabar: por ejemplo, lo referente a poetas fundamentales como Silva, Arturo y Rubén Darío). Con cierta incertidumbre, afirmo que daba vueltas en la cabeza de José Manuel Arango la “Canción ligera” de Barba, una reflexión sobre la poesía de este gran poeta antioqueño. (Quisiera que en esta transcripción quedara esa manera suya de hablar con acento lugareño, insistiendo a veces en ciertas palabras, esa manera de hablar meditativa en busca de la palabra precisa).
Luis Hernando Vargas Torres (LHVT): Ya le comenté que me interesa la relación suya con Martin Heidegger: ¿Cómo está Heidegger ahí, en su obra poética?
José Manuel Arango (JMA): Como profesor de filosofía nunca trabajé a Heidegger, pero siempre me interesó. Como le decía, yo traté de “meterle el diente” a Ser y tiempo. Y lo leí, lo releí, durante un tiempo más o menos largo. Realmente el Heidegger que más me ha interesado a mí es el de Caminos del bosque (Sendas perdidas). Por ejemplo, su visión de Nietzsche, de la muerte de Dios, de la relación de la muerte de Dios con el superhombre (con lo que según Heidegger es el superhombre para Nietzsche). Me interesa esa actitud ante la vida que es capaz de vivir sin dioses… o sin Dios (mejor que sin dioses, sin Dios), porque es afrontar la vida frente a la muerte, “ser–para–la–muerte”, como dice Heidegger, sin pensar en otra vida, inmortal. Lo cual no implica que uno niegue los dioses. Tal vez ellos huyen por los monoteísmos…
Ahora están los tres monoteísmos, ahí agarrados, tratando de destruir el mundo. Ahí tenemos a Bush, a los fundamentalistas musulmanes y a los judíos. Son las tres religiones monoteístas las que están haciendo el mundo invivible; porque los pueblos politeístas, como los romanos, nunca fueron fanáticos, aceptaban otros dioses y les era posible tener diosecitos por todas partes y para todo.
Para volver a Heidegger: su crítica del monoteísmo, cuando Heidegger dice que la “desdivinización” o el “desendiosamiento” empezó con el monoteísmo, ha sido importante para mí. Por otra parte, su visión de la poesía y cómo Heidegger lo lleva a uno a Hölderlin, lo lleva a Trakl, lo lleva a Rilke (a cierto Rilke: el de las Elegías y de los Sonetos a Orfeo). Sí, yo sé que Heidegger es un filósofo muy difícil, que uno nunca puede llegar a decir que entendió; pero le toma ciertas cosas que le llegan a uno, que lo marcan y ya están en uno, de alguna manera… Con Schopenhauer, con Nietzsche, con Heidegger tuve una relación muy personal, que nunca toqué en mis cursos de filosofía. Mis cursos de filosofía eran sobre el lenguaje, pero desde otra perspectiva.
LHVT: En la entrevista que usted concedió al cubano Rodríguez Núñez, usted dijo: “La poesía nos enseña a ser… Mejor, a no ser”. Yo vi ahí una conexión con Heidegger.
JMA: Es posible… Es posible…
LHVT: ¿Qué querría decir usted con esa frase?
JMA: Puede ser en el sentido de renunciar al ego y a todas esas cosas y abrirse uno de otra manera (muy humilde) a las cosas, al mundo, a la belleza del mundo, a los diosecitos… y no tener pretensiones, en primer lugar la gran pretensión de ser inmortal, de que después de esta vida hay un premio que da un Dios. Tal vez vaya como por ese lado.
LHVT: En mi ensayo “‘Cosas a un tiempo familiares y ajenas’. La aventura de la palabra en José Manuel Arango”, traté de evitar a toda costa hacerme la pregunta: ¿cuál es el mundo poético de José Manuel Arango? Preferí formular la pregunta de una manera imprecisa: ¿cuál es la otra parte adonde nos arrebata esta poesía? Quizá, entre otras cosas, porque para la poesía tan importante como el cosmos es el caos, tan importante como el orden es el desorden.
JMA: Sí. La parte de la noche, de la oscuridad, de la muerte es fundamental…
LHVT: Hace un rato usted me decía que Barba tiene un lado saturnal que ya no es convincente. Pero ¿no tiene eso que ver con una intuición profunda por parte de Barba de ese caos?
JMA: Bueno. Tal vez en ese sentido sí. Por ejemplo, la “Canción de la vida profunda”, una de las más bellas, es evidentemente sobre el erotismo y sobre la muerte. Yo digo que hay una cierta visión (demasiado romántica) del poeta como un elegido, como un profeta, como un maldito, en ese sentido demoniaco de tener la huella de Saturno en las sienes. Todos tenemos por supuesto el lado oscuro, sí; pero esa visión del poeta como alguien que es como un anunciador la hemos dejado de lado. Es muy significativo que otro poeta, de Santa Rosa de Osos también, como es Rogelio Echavarría, unos añitos después de la muerte de Barba formula la visión del poeta que es la que yo comparto y creo que muchos compartimos hoy día. Es el poeta como transeúnte, como alguien que va entre todos y al lado de todos y con todos, porque fundamentalmente no se distingue de los otros hombres: no tiene ninguna misión que le haya sido encomendada por el demonio ni por Dios ni por nadie, sino que es una persona común y corriente que tal vez se ha parado a preguntarse por las cosas, por la vida, como todos en algún momento nos preguntamos, por otra parte. Porque toda la gente, aun en un mundo como el que vivimos, en el que hay estar pendiente es del pan, de las cosas materiales (y muchas veces en eso se le va la vida a mucha gente), sin embargo ante una muerte de una persona cercana, ante un enamoramiento o una experiencia especial, dolorosa o alegre, todo el mundo se pregunta por la vida. Entonces, el poeta no se distingue. Tal vez… tal vez está más atento a esa parte… (¿cómo podríamos llamarla?) mágica o sagrada de la vida. Pero no hay una diferencia. En ese sentido es que digo que la visión de Barba es todavía un poco la del poeta romántico. Hoy día tenemos una visión mucho más pedestre, si se quiere, del poeta. Como transeúnte. Tal vez eso es lo que me atrae a mí de la poesía de Rogelio.
LHVT: Él es uno de los contados poetas de quien pone epígrafes, y eso en Montañas…
JMA: Sí. En Montañas quise dedicar a algunos amigos unos poemas (no he tenido la costumbre, no sé por qué) o hacerles un pequeño homenaje con algún epígrafe, como lo hice con Mutis, con Elkin Restrepo, con Rogelio.
LHVT: En mi ensayo busqué una palabra para definir la intención de su poesía. Y terminé escribiendo a la manera de Paz algo así como: Arango: mujer que es noche que es lluvia que es agua que es… Si es eso, es algo monstruoso lo que se está diciendo con esa expresión. ¿Eso puede ser la voz del Caos?
JMA: Sí. Sí. Pero es que la idea de que existe Dios es la idea de que existe el orden. Si no existe un Dios no existe ni orden ni un sentido trascendental de la vida, y la vida es azarosa… Lo que sucede es que hay maneras de acercarse a eso. Hay maneras muy dramáticas. En Barba hay una manera dramática. Yo tengo una manera más tranquila, sin que eso deje de causar a veces incluso pavor. Pero sin ahuecar la voz, sino aceptar de una manera casi budista, casi oriental, la falta de sentido de las cosas y cómo el sentido se lo tiene que dar uno mismo, y hacer su propia vida, darle un sentido, porque sentidos trascendentales no hay. Algo como eso. Pero sin dramatismo, sin alzar demasiado la voz…
LHVT: …y sin ser tan “teatrero” como Barba…
JMA: Digámoslo así. Por otra parte, como hablábamos ahora, a pesar de cierta retórica modernista o postmodernista en él, y de palabras un poco rebuscadas, uno siempre vuelve a él (se puede quedar años sin leer a Barba) y siempre le toca alguna fibra. Eso es lo maravilloso de Barba. A pesar de su visión del poeta, a pesar de su visión dramática y a veces un poco retórica de las cosas. Sin embargo uno sabe que es verdad lo que está diciendo, que viene de muy adentro, que realmente es una cosa sufrida y vivida y que su voz es como la de ciertas voces de cantantes de jazz que nacen como desde las entrañas. Sí. Sí. Barba de todos modos es un poeta que uno quiere…
LHVT: Como quiere a Vallejo…
JMA: ¡Bueno…! A Vallejo lo quiere uno más, sin duda. A Vallejo yo al menos lo quiero más. Me quedo, a veces, años sin volver a leer a Barba, lo que no me pasa con Vallejo, a quien con cierta frecuencia uno vuelve. Por lo menos a algún poema. Se acuerda de un poema; va, lo busca. Lo vuelve a leer. Sí. Vallejo sí, sin duda, es uno de los grandes poetas que tenemos.
LHVT: Usted decía, en entrevista concedida a Babel, que le interesaba sobre todo el Vallejo de Poemas humanos.
JMA: Yo pienso que es el mejor libro de él, el gran libro de la madurez, digamos. Los heraldos negros son todavía… Uno no ve ahí todavía su voz. Ya hay poemas allí que son Vallejo, pero hay otros que todavía no son él. Ahora, Trilce es como la búsqueda, pero a veces hay gratuidades. Toda esa pirueta, ese juego con la lengua (porque son piruetas, pero piruetas metafísicas, digamos, las que hace con el tiempo, con la persona, con el yo, con todo…, con el lenguaje mismo). Trilce es como un libro de transición; en cambio en Poemas humanos uno ya no encuentra gratuidad. Todo ese trabajo dice cosas. Cada pirueta… Alguien (no recuerdo quién) lo ha comparado con Chaplin. Y en realidad él tiene algo como un humor chaplinesco en esas piruetas de lenguaje que hace.
LHVT: ¿Se puede hablar de un erotismo en Poemas humanos?
JMA: Exacto. Y sobre todo cómo trabaja Vallejo con el cuerpo. En ese sentido me llama mucho la atención la comparación con Chaplin. ¡Cómo trabaja con el cuerpo!: que “un paria duerme con el pie a la espalda” o “un hombre pasa con un pan al hombro” o… ¡bueno!… Ya no hay gratuidades como en Trilce, donde de pronto hay cosas que se quedan como en esbozo, un poco en el aire.
LHVT: Para volver al pavor, al caos, a la “otra parte” que se abre en su poesía…
JMA: Pero usted dice de pronto en algún momento en su ensayo que a lo mejor es una…no sé si idea o una tendencia como a la armonía… Entonces puede ser eso. Yo tal vez no insisto demasiado en el caos. Lo veo, lo acepto, pero siempre retorno a buscar una armonía que no implique una visión sistemática del mundo, sino una armonía en la belleza, un poco en el sentido nietzscheano de que la vida es posible sólo como estética.
LHVT: Usted insiste mucho en la armonía. ¿Sabe que me gusta mucho ese adjetivo suyo del poema “Armonía”: “perdido / por los ciegos senderos / de la música // tienes / el rostro/ que tendrás en la muerte?” Ese adjetivo “ciegos” es precioso. Me dije que de pronto el punto de partida, la anécdota, del poema es sencillo: uno para oír música habitualmente cierra los ojos, pero ese adjetivo ahí colocado abre a… abre mucho. Ese “ciegos” es de una ambigüedad valiosísima.
JMA: Me llamó mucho la atención que usted lee la poesía de una manera muy lenta, muy cuidadosa. Se “pilla” muchas cosas. Por ejemplo… esto: el enamoramiento, la catación del lenguaje que yo creo que es lo que debe tener todo poeta, y que es por lo uno se preocupa. Porque además cuando uno lee un poema lo que está haciendo es repetir unas palabras, y a veces se aprende versos enteros, fragmentos de poema de memoria, porque uno repite las palabras. En el poema de Fernando González aparece eso de saborear una palabra o una manera de decir. Me parece que usted ve cosas que realmente están en lo que uno ha querido hacer, y uno desea un lector que sea muy cuidadoso con la palabra, que la capte, que la sopese.
LHVT: Lo que dice su poema “Palabra de hombre”: “La palabra / como una moneda / sopesada en la palma, // lanzada contra el muro de piedra / para oír su timbre, // mordida / para saber su ley”…
Bueno: hay una cosa que quiero preguntarle sobre “La bailarina sonámbula”. Usted menciona ahí en ese poema a Lezama, pero supongo que ahí está también Valéry.
JMA: En el momento en el que yo escribí eso, no era consciente. Pero después precisamente David Jiménez me hizo caer en cuenta (en un articulito muy cordial que escribió a propósito de ese texto) de que es realmente la misma visión de la poesía de Paul Valéry… Pero de pronto yo no le había puesto cuidado al Valéry teórico…
LHVT: Y no lo había leído usted…
JMA: No, yo no lo había leído…
Ahora: me llama mucho la atención que, en el rato que hemos hablado, coincidimos en la apreciación de los poetas. De Vallejo. De Paz, porque para mí también “Piedra de sol” es el gran poema de Paz, y a mí me llegó mucho cuando lo conocí. Coincidimos también en lo de Barba. Es decir hay una cierta afinidad; tal vez por eso me emocionó tanto leer su ensayo, porque vi que había como una concordancia, como cuando en un instrumento, en una guitarra colgada del muro, se toca un acorde y de pronto la guitarra lo repite. Hay una afinidad para ver la poesía.
LHVT: Creo que lo que pasa es que usted me ha formado. Lo he leído creo que durante catorce años. No sé quién me lo acercó, pero fue quizá en un momento en que leía intensamente a Vallejo.
JMA: Pero de todos modos la afinidad tenía que existir de antemano. Uno escoge los poetas porque encuentra cosas de uno en ellos. En mi caso, por ejemplo, Vallejo, Machado, Emily Dickinson… Creo que tiene que haber una afinidad previa.
LHVT: Hay cosas de la vida. Por ejemplo, yo también fui militante. No anduve en el Seminario, pero estuve interno. Yo también tuve mi Luis Carvajal. Puede haber cosas como esas… Cosas muy raras.
JMA: Que uno nunca es capaz de esclarecer. Son cosas muy oscuras, que vienen quién sabe de dónde y que no vale la pena tampoco esclarecer, porque se enloquecería uno si tratara de aclarar todo y dejar el mundo sin oscuridad.
LHVT: Me llama la atención la unanimidad que empieza a haber en torno a su obra en el país. Ya hay palabras mayores como las de Álvaro Mutis. Uno ya ve que cuando hacen una reseña de obras poéticas significativas en el país siempre está Arango.
JMA: Uno no está muy pendiente de esa cosa, pero de todos modos es halagadora. Hay cierto ego que nunca se puede matar del todo, porque si fuera fácil matarlo no existirían las técnicas que hay que llevar toda la vida como el budismo. Los premios no le interesan mucho a uno, pero hay “premios” que sí son muy bellos. Por ejemplo, cuando publiqué Signos, un amigo me llama un día. Yo estaba en la casa. Me llama desde un motel y me dice: “–Aquí estoy con una muchacha. Estamos leyendo tus poemas y haciendo el amor”. Si la poesía sirve para eso, bienvenida… O encuentros que uno tiene como este con usted. Son los mejores premios.
LHVT: Pues para mí es un premio…
JMA: Y para mí… Para mí también. Yo creo que uno es como un artesano. Uno ve cosas muy bellas, muy bien hechas, poemas muy bellos, muy bien hechos y entonces a uno también le dan las ganas de hacer una cosa de esas. Y cuando hace un poema y queda satisfecho, dice “─¡Eh! Creo que esto es bello”. Y hasta ahí llega uno. Claro que uno publica. Y no sabe en qué irá eso o adónde llevará. Pero lo que uno busca primordialmente es como ponerse uno mismo en claro, y hacer eso, ponerse claro, a través de hacer como una artesanía. Que uno quede bien con uno, que se sienta a gusto. Como se siente un artesano cuando hace un caballito de madera, un juguete… Lo otro es adjetivo realmente.
LHVT: Su poema de la moneda marcada con la uña… Ahí vi yo el poema de Cernuda “A un poeta futuro”… El verso “Que otros ojos compartan lo que miran los míos”, podría ser el epígrafe de su poema.
JMA: Claro. Yo a Cernuda lo admiro; me parece un tipo muy lúcido. Pero por alguna razón no ha sido de mis poetas de cabecera. Lo he leído; lo encuentro más cerebral que afectivo (no es como Machado); a veces lo encuentro como áspero, como poco musical. Entonces, puedo decir que no conozco mucho a Cernuda. No que lo desconozca. Es uno de los poetas más lúcidos, más adelantados a su época en esa generación del 25. Es cuestión de afinidad; pero lo admiro mucho.
LHVT: Y ¿cómo siente usted a Guillén, a Jorge?
JMA: ¡Ah! Guillén sí. A mí Guillén me parece uno de los grandes poetas del siglo pasado en la poesía española. Sobre todo por esa… (no sé quién, hablando de él, lo decía)…esa dura alegría o duro júbilo. Eso es lo que uno encuentra en él. Es una celebración de todo, una alegría frente a todo, pero nunca tonta, nunca blandengue. No. Una rudeza… Sí. Es un poeta que a mí me parece muy raro, porque la poesía desde Baudelaire ha insistido mucho en… La poesía de Mutis insiste en la putrefacción, como la poesía de Baudelaire. Yo creo que Mutis es muy baudelairiano en ese sentido. Ese poema a la carroña de Baudelaire. Con eso inició una cosa que uno encuentra en Mutis. Entonces el caso de Guillén es un caso muy raro en el siglo XX.
Ahora: Cántico era la “cuerda” de él, porque después escribió ese otro libro (¿cómo se llama?) ya sobre toda la parte política de la guerra civil… Y no lo recuerdo posiblemente porque ya no era Guillén, ya estaba hablando de otra cosa que no era de su temperamento. Para hablar de esas cosas duras es mucho mejor Cernuda.
LHVT: Hay una cosa muy complicada con los poetas. Por ejemplo, en el caso de Mutis. A mí me gusta mucho Mutis. Pero aparte de la de Baudelaire hay en él una marca fuerte de Zalamea.
JMA: O del Perse de Zalamea…
LHVT: O del Perse… Cierta suntuosidad que a mí me aparta un poco de Mutis.
JMA: Pero sabe qué… Yo no sé… Zalamea tenía una retórica muy hueca. Pero cuando se pone a traducir a Perse, es como si ese impulso se encauzara: él logra como… una medida, como unas proporciones… Son espléndidas las traducciones de Saint–John Perse. Yo creo que lo queda de Zalamea son sus traducciones de Perse. Yo creo que más que venir de Zalamea viene de Perse ese ritmo caudal. Sí; a mí no me suena hueca esa entonación de Mutis. Me parece que ese ritmo caudal juega muy bien con sus ríos crecidos del trópico, con esa desmesura de Maqroll, y detrás de eso hay una visión del mundo que es muy lúcida, muy bella.
LHVT: Será por la sobriedad suya, por la sobriedad de Machado (“Un golpe de ataúd en tierra es algo perfectamente serio”), que me aparto ahí de Mutis. Claro que es espléndido eso de: “Esta noche ha vuelto la lluvia sobre los cafetales”.
JMA: Pero mire que hay un tono que es ceremonial y que se encuentra en “Moirologhia” o lo encuentra uno en Jaime Jaramillo en “Aviso a los moribundos” (X en el poema incluso usa la segunda persona del plural): “A vosotros, los que en este momento estáis agonizando en todo el mundo:/ Os aviso que mañana no habrá desayuno para vosotros”… Hay una cosa ceremonial que es muy linda. No sé. Yo siempre prefiero una poesía muy escueta, pero ese tono ceremonial o el tono caudal de Mutis a mí me llega. No lo siento hueco.
LHVT: A mí me gusta mucho Mutis. Por poner un solo ejemplo, el “Nocturno en Al–Mansurāh” es espléndido, pero a veces me pasa como… ¿Usted cómo se lleva con Borges?
JMA: Me encanta…
LHVT: ¿Sí? ¿El poeta?
JMA: Pero es que yo creo que Borges es poeta en todo lo que escribe. Borges me parece muy ceñido. Creo que Borges le enseñó a la poesía hispanoamericana a no ser “pajuda”, a decir las cosas con las palabras esenciales. Pero ¿qué impresión tiene usted?
LHVT: Yo soy amante del Borges de los relatos, del Borges narrador. Pero con los poemas no puedo. Hace un rato, cuando usted dijo que mientras Clara va a misa usted se va a leer un periódico, me acordé del poema a Whitman, ese que comienza: “El olor del café y de los periódicos…” No le he podido entrar…al Borges poeta.
JMA: Bueno. Menos mal que tenemos un primer desacuerdo. Nos estaba haciendo falta.
Yo siento que Borges es poeta hasta en las entrevistas. Si la poesía es un lenguaje que no se deja llevar del impulso, sino que es preciso, exacto, Borges es poeta siempre, hasta en las entrevistas, en los cuentos y en los ensayos. Pero, de todos modos, si a mí me pusieran los relatos y los ensayos y me pusieran los poemas, yo me quedaría con los poemas. Es un poeta muy cerebral. Pero en el caso de Borges lo cerebral no deja de ser conmovedor. Por supuesto que no digo que en todos sus poemas. Usted acaba de citar algo que suena un poco retórico. Pero por ejemplo se podía citar ese poema donde se habla de esa cierta falsedad de fondo que hay en toda literatura (mientras la realidad está allá, estoy yo aquí hablando de ella) y que termina: “y hombres de labios podridos que sienten frío en los dientes”. Ante poemas como ese uno se queda frío. O ese poema que le dedica a un teólogo y clérigo norteamericano (“y en el centro puntual de la maraña”), un tipo que no predicaba sino el infierno, uno de esos como fundamentalistas protestantes que trabajan a base de miedo… Y el “Otro poema de los dones”, ¡por Dios!, donde empieza a dar gracias por un mundo de cosas. Da gracias por “Verlaine, inocente como los pájaros”, da gracias por san Francisco que ya escribió el poema, da gracias porque el poema no se puede escribir y entonces estamos tratando de escribirlo, da gracias por “Schopenhauer que quizá descifró el universo”, da gracias por el “lenguaje, que puede simular la sabiduría”. Da gracias… ¡No! Ese poema a mí me tumba. Fernando González usaba esa expresión, “me tumba”: una cosa que lo deja a uno pasmado. “Me tumba”. O ese “Poema de los dones”: “Nadie rebaje a lágrima o reproche / esta declaración de la maestría / de Dios, que con magnífica ironía / me dio a la vez los libros y la noche”.
LHVT: ¿Y el tono de ese poema? ¿La andadura es como… como muy modernista?
JMA: No. No. Él viene del modernismo, por supuesto. Lo ha dicho él mismo. Él viene de Lugones, de Darío. Luego, después de su periodo juvenil, de su movimiento de vanguardia, se zafó de todo eso. Y volvió a hablar de Lugones, de Darío; pero evidentemente en Borges no hay la retórica modernista.
LHVT: ¿Y Eliot? ¿Los cuatro cuartetos?
JMA: Son muy buenos Los cuatro cuartetos… La tierra baldía… Eliot es un gran poeta.
LHVT: ¿Y el crítico?
JMA: Como crítico no lo conozco mucho. He leído la poesía de él… Pero hay algo que no me gusta. Le iba a decir que Los cuatro cuartetos son maravillosos. Y un poema como “Miércoles de ceniza”. O “El viaje de los magos”. Pero en el fondo hay una antipatía por esa posición de Eliot de ser anglicano en religión, clásico en poesía…; en cambio me quedo con William Carlos Williams que hasta lo último no quería ser clásico, quería ser otra cosa distinta, quería cambiar la poesía en lengua inglesa, con Pound… Y Eliot como que los acompañó un tiempo. Pues La tierra baldía se la mostró Eliot a Pound, para que le echara “tijerita”. A mí me fascina esa actitud siempre fresca de Williams frente a esa actitud como autoritaria, dogmática de Eliot. Pero eso es un poco al margen; porque “El viaje de los magos”, que es un poema religioso, es un poema hermoso…
Copacabana, 17 de noviembre de 2001
Noticia Biográfica
José Manuel Arango (El Carmen de Viboral, octubre de 1937- Medellín, abril de 2002) fue un poeta, filósofo, traductor y ensayista colombiano que trabajó el poema corto, cargado de silencio y sugerencia. Fue cofundador de las revistas Acuarimántima, Poesía y DesHora. Tradujo a Walt Whitman, Emily Dickinson, William Carlos Williams, Thomas Merton, Kenneth Patchen, Edward Field, Denise Levertov, Philip Levine, Robert Bly, David Ray, Louise Glück, Adrienne Rich, Wallace Stevens, Gary Sneyder, Charles Simic, Philip Larkin, Derek Walcott, Osip Mandelstam, Georg Trakl y Han-shan. También fue cercano a los Black Mountain Poets y a Robert Bly (de la escuela Deep Image) cuando realizó su maestría en la universidad de West Virginia en Estados Unidos. Su influencia sobre las generaciones posteriores de poetas colombianos ha sido notable.