Edición 60
René Rodríguez Soriano, poeta dominicano
una parcela
porción de hombres girando por los arcos
tangentes y secantes de los días
tras la caza fatigante y estrujada
de unocincuenta y un dolor de cabeza
en todo el cuerpo
abuela
cientocuarentitantas arrugas
cinco hijos muertos
mil lágrimas derramadas
cada noviembre
una herencia oscura
y dos nietos con puñales
cinco metros de tierra de por medio
esperando al notario
y un acta de defunción
Lo tuyo era otra cosa campeón
Francisco (Francis) Núñez. Trece años y algunos meses de edad.
Campeón Nacional Infantil Escolar en la modalidad de salto largo,
corrió ayer por última vez en el Centro Olímpico. Un militar le disparó
por la espalda con su fusil y le destrozó el corazón.
El sol, miércoles 27 de agosto de 1980
cómo han troceado de ausencia
las paredes de tu salto sin tregua muchacho
cómo han izado en la bandera de tu risa a media asta
una escopeta y no una pértiga
cómo han troceado tu carrera de un tirón sin decir nada
sin el consentimiento de tus bríos
nunca debiste subirte así sin retroceso hacia la vida
a mansalva y sin aplauso
lo tuyo era otra cosa
bajar muy alto sin peldaño en triple y largo salto
más allá de los tiempos sin medallas
más allá de los mapas
y las páginas pagadas de los diarios
lo tuyo no era el aire marcial de un fusilazo
a ras de vida pagado por un sueldo
lo tuyo era la rabia de los niños
que se beben la esfera de un reloj
y vuelan alto sin prefijos en las alas
Retrato de mamá
Cada vez que me mira,
ve que la miro,
envejeciendo de este lado
mientras ella cada vez rejuvenece
en mi recuerdo.
Retrato de papá
Sonríes y me reflejo en tu sonrisa
y de uno solo de sus rayos sale música,
la música que me remite al día
que juntos fuimos al río y me dejaste nadar
hasta donde se oye
no sé si el canto de los peces
o de los ahogados, y era hermoso
nadar de nuevo hasta tus brazos
y calentarse al sol de tu sonrisa.
Felpa azul
Yo no quiero respuestas o ladridos.
Héctor Rojas Herazo
1
Presiento a veces que habito entre las torres,
que incierto y sacudido crezco hacia el vacío,
como luz de agua turbia, derramada
2
Yo tuve una amiga, una azucena, un gato triste,
una serpiente pitón, una bombilla apagada,
un pedazo de sed o una mariposa que murió
3
Un dardo herido o el veneno de los Borgia,
roto en el pelo de Lucrecia, alfombra voladora,
que se eleva hasta el piso cero. Nada
frente a la nada, contra nadie. Nunca.
El color de una mujer
Una mujer es del color del grito
que la parte en dos
(B)alada azul
Eva como Adán nada como ave
se pierde en el azul finito de su vuelo
la mariposa se dibuja en cada pincelazo de alas
y yo me monto en su cromática de ensueño
y a lápiz surco el aire,
hilo de la canción, nítida estela.
Cortaziana con lluvia y chocolate
Si una mujer te invita a un chocolate espeso espumeante
al insinuar la tarde con mar de albaricoque al fondo
y tú no sabes si mayo o la mujer si la mujer si lluvia
todo poema prometido es una mandarina esdrújula
un voto en vilo un niño mudo en pleno parque
una acuarela sorda o tres cerezas tristes en un trípode
melódico mordaz y el chocolate o la mujer y el chocolate
o la mirada que se filtra por la tarde entra por el teléfono
se derrama indiscreta por las piernas de azúcar
dice algo sin decirlo la lluvia la mujer el chocolate
o el poema quizás el poema tal vez la tierra prometida
o volver a empezar hasta que salga el poema la lluvia
el chocolate la mujer o
Sed de pez
Tu seno izquierdo navega hacia el olvido.
Enriquillo Sánchez
De tu silencio a mi silencio hay un abismo.
La angustia es un puente con las vigas rotas.
La sed, un cántaro ciego y al desgaire río abajo.
Un pájaro sin rumbo vuela la noche honda.
Mudo y sordo un pez se pierde en la comisura
de tus labios.
Yo no soy si tú no me nombras.
De mis labios a tus labios hay una historia.
Un cuento que termina en la palabra
misma del comienzo.
De tu silencio a mi silencio hay un reloj.
Una aguja que se clava en el silencio adrede.
Una daga herida por la ausencia de tu luz.
Grulla amarilla
Con mi incierto pincel
de escasas cerdas, dibujo un mundo
temblequeante, aleatorio; urdo,
arbolo, instalo geografía, geometría,
zoología, barro y cimientes: la pinto,
prefiguro y desabrocho su imagen
en el viento recentino
que me nace de los dedos.
Saboreo su aroma, la armonía
de sus pasos o aleteos.
Agua o canción, estalla como el día,
está aquí, volando frente a mí. Cantando.
Fuga de otoño
Yo tuve una tuba,
curva, brillante y melancólica
que iba conmigo al parque los domingos,
y me limpiaba el turbio grumo
de los autobuses y el piar afónico
de los atardeceres de octubre;
una tuba afinada en no recuerdo ahora
si un sostenido mayor o un sostenido menor.
Íbamos por los bares y los túneles
del metro, siempre tomados de la mano,
siempre solos y sordos,
mi tuba y yo.
Noticia Biográfica
René Rodríguez Soriano (Constanza, República Dominicana, 1950) es escritor y editor. Ha recibido la distinción del Talent Seekers International Award 2009-2010. De sus libros publicados en todos los géneros destacan: No les guardo rencor, papá (2017), Nave sorda (2015), El nombre olvidado (2015), Solo de flauta (2013), Tientos y trotes (2011), Rumor de pez (Premio UCE de Poesía, 2008), Apunte a lápiz (2007), El mal del tiempo (Premio UCE de Novela, 2007), Sólo de vez en cuando (2005), Queda la música (2003), La radio y otros boleros (Premio Nacional de Cuento José Ramón López, 1997), Su nombre, Julia (1991), Todos los juegos el juego (1986) y Raíces con dos comienzos y un final (1977). Se radicó en Estados Unidos en 1998, desde donde desarrolla una intensa labor de difusión y promoción de la literatura iberoamericana a través de la revista mediaIsla.