Edición 5
Cinco poemas inéditos de Marcelo D. Díaz
Mantarrayas
El espejo de agua es una cortina
en la que cientos de mantarrayas
aparecen reunidas formándose
en la escuela de los afectos humanos.
Me esfuerzo por aprender las técnicas
para desplazarme en la bahía.
Un hombre puede sentir frío al contacto de un cardumen.
Por ejemplo mi vecino estuvo atrapado en una red.
El sonido del disparo de un fusil
fue la señal para iniciar el rescate.
Habría dejado de ser trágico
con el tiempo regresaría la escena nocturna.
La multitud de peces emergió del mar como de una ciénaga.
Confío en la diferencia aumentada
de nuestras voces en el ritmo de la escritura.
Una debilidad creciente me recuerda
que no hay comienzo o final en la vida propia
ese limbo fosfórico
en el que nadie habla en nuestro nombre.
Gobi
La autobiografía de los afectos desencontrados
es parecida a un territorio
donde las oportunidades se minimizan o multiplican
dependiendo de la dimensión de tu voz.
Quién diría que en una región
en la que persisten los huesos
de criaturas gigantes de millones de años
no pueda existir un sentimiento más profundo
que el de una piedra. En los últimos glaciales
antílopes poblaron grandes extensiones.
Ahora casi no existen. Mañana es tu último día
en el árido vacío continental.
La arena es una hélice girando sin cesar
del tamaño de un motor nocturno.
No esperes la luz de la bengala o un mapa de estrellas
en un desierto es cosa común
que una venda como de sombras
se convierta en una tumba
para animales que sólo saben extinguirse.
Himmelreich
En la barranca muere el arroyo
le toma tres días a un salmón cruzar de un extremo
a otro el río cuesta abajo, sólo en sitios
que valoran la resistencia un animal
que ameriza los recorridos entre las piedras
se convierte en favorito. La angustia
desaparece para regresar sin razones evidentes
incluso en el extraño complemento
de los triunfos. Lo sabe cada criatura.
Una vez apagué un cigarrillo en mi antebrazo
Todavía llevo la cicatriz. Quería demostrar
que la supervivencia es un caudal
cuya dirección nos lleva a un círculo
en donde nos dividimos con la luz del paisaje
no importa qué decisiones tomemos.
Donde hubo amor quedan ramales perdiéndose
en esta región hostil del mundo.
Yo vi que el pez saltaba –diré después–
cubriéndose entre los débiles rayos de sol
como si fuésemos parte del fondo acuático
como si fuéramos el pez cayendo.
En el ojo de los peces la claridad
se manifiesta apenas perceptible
como la pesadez de las hélices de los botes.
Hay un profundo perdón anticipando el sentido
detrás de cada sentimiento: “¿no son
las piedritas arrojadas al río un refugio
precario para nuestras mentes?”
Alargados por una lupa oscura
en el reino de los cielos vos y los peces y yo
nadamos hacia una playa improvisada
en forma de corazón.
Fünfhundertfünfundfünfzig
Dibujar un número en la ventanilla
frente a campos de cenizas
es afirmar que hemos errado
en una zona de residuos de guerra.
Nadie en años sabrá de la frontera real
de los afectos modificándose
a un tiempo mayor del que conocemos.
Apoyado contra la tierra el corazón
precisa de sonidos para existir
sin embargo apagado atrae los signos
de una recompensa
quedémonos aquí unidos un instante
siente tu propio valor más tarde
poniendo todo el empeño en creer
que la fuerza del viaje cederá
no cuentes lo que escribas
mantén el ritmo, la armonía.
Desde aquí la imaginación
puede experimentarse
como un peso insoportable.
Hace mucho dejé de entender
cómo llegamos a olvidar
la emoción de nuestra voz.
Lo único que aprendimos es
a cuidar de nosotros mismos.
Cómo enseñar aerodinámica
Las aves perciben las cosas a una velocidad diferente
porque se mueven cinco o diez veces
más rápido que nosotros. Desde su punto de vista
somos estatuas. ¿En qué momento
como en una especie de alucinación
los ingenieros desarrollaron mil géneros
de contracciones para imitar
el vuelo de los pájaros? La fuerza
de gravedad me devuelve a la tierra
a no ser que tuviese un globo lleno de helio
flotando en las alturas sostenido con cuerdas precarias.
La biografía es una suma de nudos donde
las cuerdas amarradas nunca se pierden
con el tiempo se vuelven intrincadas
algunos queremos perderlas pero tratar de imponer
orden en este universo es como impedir
que el aire entre a nuestra casa. No sé cómo hacer.
En el sentido de que no soy autor de estudios detallados
ni he estudiado nada en particular
menos los animales y su comportamiento.
Un graffiti: “Que el reino de las aves
viva hasta el fin de los tiempos.”
En el cielo hay un concierto semejante a un cardumen de peces
que se mueven como si una música los controlara
en los límites de un cuadrante imaginario.
Los movimientos ordenados son duros
en comparación con su vuelo grácil
no sé qué decir: parafraseando a Dickinson
yo soy el pájaro que se queda.
Noticia Biográfica
Marcelo D. Díaz, 1981. Licenciado en letras. Premio Bienal Arte Joven Universidad Nacional del Litoral. Publicó en el aí±o 2007 el libro de poemas La sombrilla de Wittgenstein (Reeditado en el aí±o 2013 por Colectivo Semilla. Bahía Blanca). En el aí±o 2011 publicó el libro Newton y yo (editorial Nudista) y en el 2014, El fin del realismo (Viajero insomne). En 2012 publicó el ensayo La máquina de enunciación K con editorial EDUVIM. Participó en la antología de jóvenes narradores Es lo que hay llevada a cabo por Lilia Lardone en el aí±o 2009 y en las antologías Penúltimos: 33 poetas de Argentina (1965-1985) selección a cargo de Ezequiel Zaidenwerg (UNAM 2014) y 20 aí±os agarrándose los dedos con la puerta (Llanto de mudo ediciones 2015). En el aí±o 2015 editó en coautoría el libro Los fuegos de Orc: antología de poesía y ciencia ficción argentina. Textos suyos aparecen en las revistas ADN, poesíaargentina, Veintitrés, no-retornable, Otra Parte, Deodoro, Indie Hoy y í‘.