Edición 6
La ciega, un poema de Rainer María Rilke
Rainer María Rilke, poeta, cuentista, novelista, ensayista y traductor, nació en Praga el cuatro de diciembre de 1875. Tras una estricta educación en una academia militar, Rilke estudió Historia del Arte y Filosofía en Praga y Múnich, se entrevistó dos veces con León Tolstoi en Rusia, fue asistente de Auguste Rodin en París y murió de leucemia el 29 de diciembre de 1926 en Val-Mont, Suiza. Entre sus obras más importantes se encentran Para festejarme (1900), Las historias del buen Dios (1900), Auguste Rodin (1903), El libro de las imágenes (1902-1905), El libro de las horas (1905), Los cuadernos de Malte Laurids Brigge (1910), Las elegías de Duino (1922) y los Sonetos a Orfeo (1922). El poema aquí traducido fue tomado de El libro de las imágenes. A continuación presentamos un poema traducido por David Alvarado Archila.
David Alvarado Archila (1989) es profesional en literatura con énfasis en filosofía de la Pontificia Universidad Javeriana y traductor. Ha sido librero y, actualmente, hace su maestría en literatura, a través del programa de asistente graduado de la Universidad de los Andes.
La ciega
El extranjero:
¿No tienes miedo de hablar de ella?
La ciega:
No.
Eso está muy lejos. Era otra.
Otra que entonces vio, que vivía ruidosamente y mirando,
que murió.
El extranjero:
¿Y tuvo una muerte difícil?
La ciega:
Morir es crueldad para los que no tienen el presentimiento.
Uno tiene que ser fuerte, incluso cuando muere el extranjero.
El extranjero:
¿Ella era extranjera para ti?
La ciega
-O se convirtió en ello.
La muerte misma enajena al niño ante la madre-.
Pero fue terrible en los primeros días.
Yo estaba en un cuerpo desollado por completo. El mundo,
que florece y madura en las cosas,
me fue arrancado con sus raíces,
con mi corazón (me parecía), y yací
allí como la tierra removida, y bebí
la fría lluvia de mis lágrimas
que fluía incesante y silenciosamente
desde ojos muertos, como desde cielos vacíos
caen nubes cuando Dios ha muerto.
Y mi oído era grande y estaba totalmente abierto.
Escuché cosas que no son perceptibles:
el tiempo que fluía sobre mi cabello,
la calma que suena en vasos delicados-
y sentí: cerca a mis manos iba
el aliento de una gran rosa blanca
y una y otra vez pensaba: Noche y: Noche
y creía ver una estela clara
que crecería como un día,
y creía estar yendo hacia la mañana
que hace tiempo yacía en mis manos.
Desperté a la madre cuando mi sueño pesado
caía desde el rostro oscuro,
llamé a la madre: <<¡tú, ven aquí!>>
<< ¡Haz luz!>>
Y oí. La calma fue larga,
y sentía mis almohadas empedradas-,
fue como si viera brillar algo:
era la madre llorando dolorosamente,
no quiero pensar más en ello.
¡Haz luz! ¡Haz luz! Gritaba algunas veces en el sueño:
el espacio está hundido. Toma el espacio
de mi rostro y de mi pecho,
tú debes elevarlo, elevarlo a lo alto,
él debe darse otra vez a las estrellas;
no puedo vivir así, con el cielo sobre mí.
¿Pero hablo contigo, madre?
¿O entonces con quién? ¿Quién está allí, detrás?
¿Quién está detrás de la cortina? -¿Invierno?
Madre: ¿Tormenta? Madre: ¿Noche? ¡Di!
O: ¡Día!…… ¡Día!
¡Sin mí! ¿Cómo puede ser eso día sin mí?
¿Sentí, entonces, a nadie?
¿Entonces, nadie me preguntó a mí?
¿Hemos sido completamente olvidados?
¿Nosotros?…… Pero tú estás allí;
tú tienes todo todavía, ¿no?
Todavía se esfuerzan todas las cosas por tu rostro,
por hacerlo bien.
Cuando tus ojos descansan
-y cuando todavía estaban cansados-
pueden subir otra vez.
…Mi silencio.
Mis flores perderán su color.
Mi juego será agradable.
En mis libros crecerán las líneas.
Mis pájaros revolotearán alrededor
de los callejones y se herirán en ventanas
extranjeras.
Nada más está conectado conmigo.
Estoy abandonada de todo.
Soy una isla.
El extranjero:
Y yo he venido sobre el mar.
La ciega:
¿Cómo? ¿Sobre la isla?… ¿Venido hasta aquí?
El extranjero:
Todavía estoy en la barca.
La he colocado suavemente
para ti. Se mueve:
su bandera ondea tierra adentro.
La ciega:
Yo soy una isla y sola.
Yo soy rica-.
Primero, cuando todavía estaban los viejos caminos
en mis nervios, repartidos
de tanto uso:
también sufría allí.
Todo iba fuera del corazón,
no sabía hacia dónde;
pero entonces encontré todo allí,
todos los sentimientos, eso que era yo,
se hallaba reunido y empujaba y gritaba
a los ojos amurallados que no se movían.
Todos mis sentimientos seducidos…
No sé si estuvieron así años,
de allí todos volvían afligidos hacia ella
y no conocían a nadie.
Entonces se cubrió el camino hacia los ojos.
No sé más de él.
Ahora todo va a mí alrededor
seguro y sin preocupación; como curados
van los sentimientos, disfrutan la ida
a través de la oscura casa de mi cuerpo.
Algunos son lectores
de recuerdos,
pero los jóvenes
miran afuera.
Pues adonde ellos se acerquen en mi espacio,
está mi manto de vidrio.
Mi frente ve, mi mano leyó
poemas en otras manos.
Mi pie habla con las piedras que pisa,
mi voz lleva consigo a cada pájaro
fuera de las paredes diarias.
Ahora no debo carecer de nada más,
todos los colores están traducidos
en ruido y olor.
Y suenan infinitamente bellos
como sonidos.
¿Qué hacer con un libro para mí?
En los árboles hojea el viento
y sé que son los lugares para las palabras,
y las repito frecuentemente en voz baja.
Y la muerte, que rompe ojos como flores,
no encuentra mis ojos…
El extranjero (en voz baja):
Lo sé.
***
Die Blinde
Der Fremde:
Du bist nicht bang, davon zu sprechen?
Die Blinde:
Nein.
Es ist so ferne. Das war eine andre.
Die damals sah, die laut und schauend lebte,
die starb.
Der Fremde:
Und hatte einen schweren Tod?
Die Blinde:
Sterben ist Grausamkeit an Ahnungslosen.
Stark muss man sein, sogar wenn Fremdes stirbt.
Der Fremde:
Sie war dir fremd?
Die Blinde:
– Oder: sie ists geworden.
Der Tod entfremdet selbst dem Kind die Mutter. –
Doch es war schrecklich in den ersten Tagen.
Am ganzen Leibe war ich wund. Die Welt,
die in den Dingen blüht und reift,
war mit den Wurzeln aus mir ausgerissen,
mit meinem Herzen (schien mir), und ich lag
wie aufgewühlte Erde offen da und trank
den kalten Regen meiner Tränen,
der aus den toten Augen unaufhörlich
und leise strömte, wie aus leeren Himmeln,
wenn Gott gestorben ist, die Wolken lallen.
und mein Gehör war groß und allem offen.
Ich hörte Dinge, die nicht hörbar sind:
die Zeit, die über meine Haare floss,
die Stille, die in zarten Gläsern klang, –
und fühlte: nah bei meinen Händen ging
der Atem einer großen weißen Rose.
Und immer wieder dacht ich: Nacht und: Nacht
und glaubte einen hellen Streif zu sehn,
der wachsen würde wie ein Tag;
und glaubte auf den Morgen zuzugehn,
der längst in meinen Händen lag.
Die Mutter weckt ich, wenn der Schlaf mir schwer
hinunterfiel vom dunklen Gesicht,
der Mutter rief ich: »Du, komm her!
Mach Licht!«
Und horchte. Lange, lange blieb es still,
und meine Kissen fühlte ich versteinen, –
dann wars, als säh ich etwas scheinen:
das war der Mutter wehes Weinen,
an das ich nicht mehr denken will.
Mach Licht! Mach Licht! Ich schrie es oft im Traum:
Der Raum ist eingefallen. Nimm den Raum
mir vom Gesicht und von der Brust.
Du musst ihn heben, hochheben,
musst ihn wieder den Sternen geben;
ich kann nicht leben so, mit dem Himmel auf mir.
Aber sprech ich zu dir, Mutter?
Oder zu wem denn? Wer ist denn dahinter?
Wer ist denn hinter dem Vorhang? – Winter?
Mutter: Sturm? Mutter: Nacht? Sag!
Oder: Tag?…….Tag!
Ohne mich! Wie kann es denn ohne mich Tag sein?
Fehl ich denn nirgends?
Fragt denn niemand nach mir?
Sind wir denn ganz vergessen?
Wir?…….Aber du bist ja dort;
du hast ja noch alles, nicht?
Um dein Gesicht sind noch alle Dinge bemüht,
ihm wohlzutun.
Wenn deine Augen ruhn
und wenn sie noch so müd waren,
sie können wieder steigen.
… Meine schweigen.
Meine Blumen werden die Farbe verlieren.
Meine Spiegel werden zufrieren.
In meinen Büchern werden die Zeilen verwachsen.
Meine Vögel werden in den Gassen
herumflattern und sich an fremden Fenstern verwunden.
Nichts ist mehr mit mir verbunden.
Ich bin von allem verlassen. –
Ich bin eine Insel.
Der Fremde:
Und ich bin über das Meer gekommen.
Die Blinde:
Wie? Auf die Insel?… Hergekommen?
Der Fremde:
Ich bin noch im Kahne.
Ich habe ihn leise angelegt –
an dich. Er ist bewegt:
seine Fahne weht landein.
Die Blinde:
Ich bin eine Insel und allein.
Ich bin reich. –
Zuerst, als die alten Wege noch waren
in meinen Nerven, ausgefahren
von vielem Gebrauch:
da litt ich auch.
Alles ging mir aus dem Herzen fort,
ich wusste erst nicht wohin;
aber dann fand ich sie alle dort,
alle Gefühle, das, was ich bin,
stand versammelt und drängte und schrie
an den vermauerten Augen, die sich nicht rührten.
Alle meine verführten Gefühle…
Ich weiß nicht, ob sie Jahre so standen,
aber ich weiß von den Wochen,
da sie alle zurückkamen gebrochen
und niemanden erkannten.
Dann wuchs der Weg zu den Augen zu.
Ich weiß ihn nicht mehr.
Jetzt geht alles in mir umher,
sicher und sorglos; wie Genesende
gehn die Gefühle, genießend das Gehn,
durch meines Leibes dunkles Haus.
Einige sind Lesende
über Erinnerungen;
aber die jungen
sehn alle hinaus.
Denn wo sie hintreten an meinen Rand,
ist mein Gewand von Glas.
Meine Stirne sieht, meine Hand las
Gedichte in anderen Händen.
Mein Fuß spricht mit den Steinen, die er betritt,
meine Stimme nimmt jeder Vogel mit
aus den täglichen Wänden.
Ich muss nichts mehr entbehren jetzt,
alle Farben sind übersetzt
in Geräusch und Geruch.
Und sie klingen unendlich schön
als Töne.
Was soll mir ein Buch?
In den Bäumen blättert der Wind;
und ich weiß, was dorten für Worte sind,
und wiederhole sie manchmal leis.
Und der Tod, der Augen wie Blumen bricht,
findet meine Augen nicht…..
Der Fremde (leise):
Ich weiß.
Noticia Biográfica
Rainer María Rilke, poeta, cuentista, novelista, ensayista y traductor, nació en Praga el cuatro de diciembre de 1875. Tras una estricta educación en una academia militar, Rilke estudió Historia del Arte y Filosofía en Praga y Múnich, se entrevistó dos veces con León Tolstoi en Rusia, fue asistente de Auguste Rodin en París y murió de leucemia el 29 de diciembre de 1926 en Val-Mont, Suiza. Entre sus obras más importantes se encentran Para festejarme (1900), Las historias del buen Dios (1900), Auguste Rodin (1903), El libro de las imágenes (1902-1905), El libro de las horas (1905), Los cuadernos de Malte Laurids Brigge (1910), Las elegías de Duino (1922) y los Sonetos a Orfeo (1922).