Edición 7
Cuatro poemas de Santiago Rodas
Los que miran aterrizar aviones
Los que miran aterrizar aviones
se sientan con sus fiambres a esperar.
Una sombra los cubre cada tanto,
sostienen la mirada en semicírculo
hasta que el avión aterriza en la pista,
satisfechos toman sorbos de su bebida.
Saben qué avión aterrizará por su ruido
-Allá viene el vuelo 9892, o el 1235- murmuran.
los aviones previstos planean por encima de sus cabezas
Su oficio es sencillo y discreto,
pasan las tardes oteando,
se aseguran que todo esté en orden.
Terminada su labor vuelven a sus oficios
de albañiles, cajeros o ciclistas.
Y el mundo continúa sin problema.
Quién sabe que pueda pasar
si tan solo una vez
los que miran aterrizar aviones
dejaran de hacerlo.
El Poeta
En el barrio donde crecí
hay un hombre que le dicen El Poeta
tiene por oficio vender pólvora de todo tipo.
Huidobro dijo que todo poema es un incendio.
Nadie en el barrio sabe con seguridad
por qué le dicen Poeta.
Algunos explican que es porque su padre era maestro.
otros dicen que él escribe versos escondido
y nunca se los enseña a nadie.
Una vez me quemé la pierna
con pólvora que compré al Poeta,
todavía conservo la marca en mi piel.
Tal vez esa sea su escritura
que como la poesía deja verdaderas cicatrices.
La espalda del río
Los cuerpos bajan por el río,
un hombre con un palo espera,
es su trabajo.
Abajo el río se parte en dos,
el hombre desvía cada cuerpo
siempre por la derecha,
para eso le pagan.
El pueblo ya tiene suficientes muertos
como para que el río
traiga más, como si nada,
en su espalda.
La poesía
Hay que tener cuidado con la poesía:
Wittgenstein atizó con un palo a B. Russel
por impedirle leer poemas de Hölderlin
en una conferencia de lógica.
Luis Vidales se trenzaba a golpes
cuando a los lectores que no les gustaba su obra se lo decían.
Huidobro expresó que la poesía de Neruda
estaba al alcance de cualquier plumífero,
Roberto Bolaño estuvo de acuerdo.
León de Greiff le escribió varios poemas
a Ciro Mendía para elogiar su enorme nariz.
Quevedo compró la casa de Madrid en la que vivía Góngora
para dejarlo en la calle.
Borges podría haber puesto la cuota inicial.
Rodolfo Enrique Fogwill escribió Los pichiciegos
según él, en lo que tardan en consumirse doce gramos de cocaína.
Joyce buscaba pelea y para no quebrar sus gafas, ni despeinar su bigote
llamaba a Hemingway que siempre estaba en el bar de al lado
y resolvía todo.
Marlowe murió por una puñalada en el ojo
por un malentendido con la cuenta de un bar.
Alguien le dijo alguna vez a Muhammad Alí, medio en broma,
“¡Hey danos un poema!” y éste dijo:
“We, Me”.
Noticia Biográfica
Santiago Rodas nació en Medellín, 1990. Ilustrador, escritor, editor independiente, muralista. Estudió publicidad y se arrepintió por lo que estudió filosofía y letras, pasó lo mismo. Edita desde el 2011 el fanzine Malacalaí±a, publicó su primer libro de poemas, Gestual, en el 2014. Prepara su segundo libro, Trampas Tropicales y coedita la revista literaria Gris.