Edición 12
Diez poemas de Javier Bozalongo
Huracán
¿Cuál es la gota exacta
que colma el vaso,
la palabra que agota la paciencia?
Puedes decir que sí durante años
negándote a ti mismo
y al final decir no,
afirmativamente.
Vendrá el dolor entonces,
pues nada hiere tanto como la soledad
ni hay huracán tan fiero
como el que nace de los monosílabos.
(Inédito)
Alrededores del estadio
Justo un minuto antes de sonar las sirenas
todos los caminantes entraron dando voces
al único refugio al aire libre
en el que aún podían sentirse protegidos.
Lo habían repetido en las noticias,
megáfonos violentos lo anunciaban
mientras todos corrían con su entrada en la mano
como si se tratara de un salvoconducto.
Los miedosos, los frágiles, los desfavorecidos
se quedaron en casa frente al televisor
viendo cómo aquel hombre, un hombre solo
recorría Madrid envuelto en sombras,
ciego ante las señales, inmune a los semáforos
y al grito repentino que confundió a los pájaros,
pronunciado a la vez por miles de gargantas
casi unánimes: ¡Goooool!. Y todo fue silencio.
(Inédito)
Paso de cebra
Si te cruzas conmigo por la calle
y me ves como ausente,
regálame un abrazo.
Haz que los camareros se sorprendan
de tu efusividad,
que se paren los taxis
con los semáforos en verde,
que salgan a la puerta de las tiendas
los comerciantes
y confundan su rumbo
los motoristas,
que los carteros pierdan
sus direcciones
y la ciudad entera
celebre nuestro encuentro.
Porque al salir de casa
no pude imaginarme
que en mitad de la sombra
se abriría la vida
como se abre una zanja
en las obras que no terminan nunca.
Si te cruzas conmigo
déjame que disfrute del hechizo
que durante un segundo
nos convirtió en noticia.
(Inédito)
Normalistas
A mis hermanos mexicanos
En todos los relojes resuenan una a una
cuarenta y tres campanas que hacen de la jornada
un desfile de interminables horas.
Ya nadie reza en las iglesias.
Hoy los crucificados
ocultan con las manos su mirada
en un gesto de rabia y de vergüenza.
Los creyentes no les ofrecen velas
a los que fueron santos predilectos
y las llamas se elevan en mitad de la noche
buscando iluminar una certeza,
tratando de agrietar
un silencio más cómplice
que la peor mentira.
Quien carece de sueños se queda sin futuro.
Quien niega a sus maestros un pedazo de tiza
niega a sus propios hijos
la posibilidad de una pizarra
donde escribir “mañana”.
(de Has vuelto a ver luciérnagas. Antología. Círculo de poesía, 2015)
Ángel de otoño
Para Ángel González
El otoño en los parques de Granada
y muchos de sus bares
son lugares propicios
para seguir leyéndote.
Un whisky compartido con amigos
deja en la boca un sabor menos áspero
que el aliento de los que siempre creen
estar en posesión de la verdad.
Vuelves de madrugada, con el convencimiento
de que aún es posible
explicarles a ciertas cucarachas
que este país cambió a pesar de todo.
En la república soñada
has vuelto a pasear con Federico
a los pies de La Alhambra,
mientras Falla entonaba las canciones
de un país de palabras.
(De La casa a oscuras, Visor, 2009)
Calendario
Fumo antes de comer
lo que ayer me duraba todo el día,
fumando por la tarde
el humo anticipado de mañana.
Espero tu llamada anunciando visita,
busco en la biblioteca los libros que te gustan,
hago acopio de fruta y chocolate,
te veo siempre un poco más delgado,
subo el volumen del televisor,
no demuestro que sé que no me escuchas…
Hace ya más de un año.
Este es el calendario de tu ausencia,
la memoria de un fumador herido.
Mientras cuento los días,
miento al decir que el llanto es producto del humo.
(De La casa a oscuras, Visor, 2009)
Autorretrato
Los hay que viven sin contar los días
y se les vuelve el tiempo
felicidad sin prisa.
Los hay también pendientes del reloj
y se vuelven del tiempo
feroces enemigos.
Los conozco gratuitos, pusilánimes
que simplemente están.
Ni son. Ni lo parecen.
(De La casa a oscuras, Visor, 2009)
Luz, contraluz
El que apaga la luz
no siempre busca el sueño.
A veces, en lo oscuro,
sus ojos se acostumbran a mirar
lo que no ven de día:
viene un niño corriendo
detrás de una pelota siempre esquiva,
hay un adolescente con un libro en las manos.
Detrás de los cristales de sus gafas,
amor que no encuentra reflejo.
A todos los protege la sombra de un poeta:
Alberti, Juan Ramón, Machado, Federico;
después Ángel González, Vallejo, Jaime Gil…
todos le dicen cómo,
descubren el por qué
mientras alguien pregunta
cómo sabremos cuándo.
El joven, sorbo a sorbo,
bebe el café del tiempo y se hace hombre,
definitivamente padre,
dubitativo faro
a merced, como siempre, de las horas:
las menos, de descanso,
las demás persiguiendo
lo mismo que aquel niño
que no supo jugar a la pelota.
El que enciende la luz ya no es el mismo.
(De La casa a oscuras, Visor, 2009)
Un hombre nuevo
Olvida lo que sabes.
Vacía tu memoria.
Deja la mente en blanco.
Sólo así podrás ser un hombre nuevo.
No sabiendo mentir
sentirás en tu nuca
el aliento de la perplejidad,
la palidez de aquellos
a quienes su contrario desconcierta,
y verás en sus ojos
reflejado el temor, como una llama
que despacio alimenta
la hoguera que provoca.
Incluso junto al mar arden recuerdos.
El agua siempre encuentra el camino de vuelta,
las señales efímeras de una vida anterior.
No cargues con maletas
que no son equipaje sino lastre.
(De Viaje improbable, Renacimiento, 2008)
Tarragona (2014)
Las ciudades con mar]
se mueven por la línea de horizonte
que va trazando el agua con la costa
mientras dibuja un mapa de recuerdos
que acabarán por devorarte:
ola tras ola perderás tu infancia.
La espuma de la edad adolescente
-todo fuerza, valor y rebeldía-
al tocar la orilla se desvanece
mezclándose con el futuro.
No eres el hijo pródigo, no vienes a quedarte
aunque tu corazón envejecido
descubra en cada viaje
la mitad que ha perdido
enterrada en la playa,
bajo el foso de un castillo de arena
que hoy no eres capaz de levantar.
Siempre hay alguien que viene a recordarte
-con su lengua afilada de reptil-
que no pasan en balde los años por tu cuerpo.
Pero aún así lo intentas:
tratas de adelgazar para que la serpiente
se envenene a sí misma a la primera vuelta,
y te dejas lucir en las cafeterías
como recién pescado del mar de otro verano.
Eres tú quien regresa,
quien decidió marcharse sin culpa ni dolor.
¿Y aún debes demostrar, cual Galileo
resucitado cada mes de julio
que la tierra se mueve, que el mundo no se hizo
para aquellos a quienes caminar
no los aleja nunca del punto de partida?
(De Hasta llegar aquí, Cuadernos del vigía, Granada, 2005)
Noticia Biográfica
Javier Bozalongo (Tarragona, 1961). Ha publicado los poemarios Líquida nostalgia (2001), Hasta llegar aquí (2005), Viaje improbable (Renacimiento, 2008, XI Premio Surcos de Poesía) y La casa a oscuras (Visor, 2009, Accésit del Premio Jaime Gil de Biedma). En 2012, el Festival de poesía de Costa Rica publicó la antología Nunca el silencio; y en 2015 se ha publicado en México la antología Has vuelto a ver luciérnagas. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, árabe, rumano, macedonio, portugués, italiano, chino y griego. Dirige la colección de poesía de Valparaíso Ediciones (www.valparaisoediciones.es). Su página web es www.javierbozalongo.com.