Edición 27
Poesía joven argentina. Ana Claudia Díaz
De Una cartografía de la insolación (Club Hem, 2015).
Gemelo
La insistencia de las gaviotas en el cielo
como un velo
la fiesta que presiente
una catástrofe
ignoraba
borraba cada uno de sus sonidos
para debilitar la trama
una laguna casi adormecida
como una barca gigante
para atravesar
de lado a lado
toda la senda amarilla
color limón
todos los adoquines de prismas
del pasado
trazo en el pasto
una capa muda
donde descargar mis huecos
prosa invariable y desorbitada del abismo
una forma de invadir la pérdida constante
en mí
pleno y plano el suelo
titila en cada granito
de arena negra rayada
con vidrios de cristal
para romper mi voz
polarizada
hilándola
hasta que se convierta en un águila
leve, al costado
apenas un relámpago podrá disuadirla
hasta calcar su ámbar.
Un espejo
De nosotros se desprende
la fachada de sal estelar que dejó el mar en su orilla esta mañana
me extiendo en una curva de braille hecha por vos en la arena
te miro corriendo
sos como un tigre pedaleando en un oleaje de plata
me pregunto si así es como se ve la realidad
de un lado de la balanza
plumas y señas del ave gaviota que se desplaza en el aire
del otro, las redes que se enredan en la playa
esa impresión, las anclas
todo lo que es ondular nos deja contar el tiempo
los anillos de los caparazones de las tortugas acuáticas
o de los caracoles
pero también, los pasos que doy sobre tu sombra
me descubren la hora
de ahora, de turquesa se tiñe la atmósfera
encendida
caminamos hasta las virgencitas de nácar
los lindes de acá son dos
a la derecha el muelle a la izquierda más lejos, la escollera
es un radio de mil huellas nuestras en cien metros
sabemos que está a punto de llover, pero no importa
el cielo se cae sobre nosotros, se despluma
cuántas revoluciones por segundo tiene una marea
bajo los rayos fucsias y jadeantes de una tormenta eléctrica
todo se vuelve un aguacero
pero es el calor desértico lo que enfría la intemperie
despertar acá, otra vez
entre el ruido de tambores
entre granos de café que nos caen como nieve de los arbustos
mudos los dos
la piel parece brillantina bajo el sol
las escamas nos cubrieron el cuerpo
somos como cactus del océano
los perros juegan tratando de alcanzar una chapa que se vuela
¿o es un pez?
el viento trina solitario ante una inmensidad más grande que él
es un ventilador enorme, un villano estrepitoso
que brama su ira inquieta y nos envuelve
vibramos en su sintonía azul
su música queda sonando, suspendida, sobrevolándonos la memoria
calma
abro el mantel y pienso
en cuántas partes se separa el mundo
no hay afuera
sólo hay dentro de él
una pincelada de yodo traza la línea
vamos a nadar
nos zambullimos en la purpurina celeste
damos giros y vueltas carneros en el agua
somos coyotes marinos perdiéndonos en el horizonte, allá
lobos flotando en la cresta de la ola que nos alza
subimos a la costa
arrastramos la arena de la playa a la ciudad
la trasladamos
la metrópolis se da vuelta sobre nosotros
como un torpedo gigante cubierto de níquel
no sé diferenciar las fabulas de una trampa
en qué escala queda el origen, la semilla
entre los fósiles del mar y los calamares brillantes
o entre la pampa llena de pavos reales y bandoleras ajenas
tus labios callan ante la incertidumbre
o lo dicen siempre todo.
Destino
Hay cuatro cuadras de distancia hasta vos
y yo voy trazándolas con mis pies en la vereda
dibujando pseudo caminos
por donde llegar de forma más rápida
en caso de que me arrepienta
una lumbre milimétrica se clavará en mi descuido
como un desierto de agua, gigante y violeta
para sanar con su sal
dicen, los dolores del cuerpo, los huesos
el incierto arduo
en la desolación de tardecita
al menos hay diez formas distintas de volver desde ahí
la decisión es espontánea
siempre cae sobre nuestros pasos
apago los márgenes para no tener más límites
rozo el rojo y roto, resquebrajante sonido de tu voz
como si fuera un arpa dulce
cada casa es como una almena
cada prisma que corona nuestros muros para resguardar
el camino
los reyes hambrientos de nuestros yo
buscan el escape en una alcantarilla
chiquita, desapercibida
el viento sacude los matorrales calmos de la ribera
todas nuestras pieles aturdidas
bruscas, sin entender.
La otra mitad de las costas
Descose el viento o el rodeo la perplejidad
la ronda alrededor, la hipérbole de vos
de tan color rojo embravecido
de tanto acarrear
la tierra se levanta
se raspa, salpica el pasto de arena negra
arde, hierve en la pradera
una caldera el humo del palo santo
se desprende en fugaces fuegos
feroces explotando en el aire
desvaneciéndose al ser
la otra mitad de las costas.
Noticia Biográfica
Ana Claudia Díaz (Santa Teresita, 1983). Publicó Limbo (Pájarosló Editora, 2010 – La One Hit Wonder Cartonera, 2012), Conspiración de perlas que trasmigran (Zindo & Gafuri, 2013) y Una cartografía de la insolación (Club Hem, 2015); las plaquetas Vuelto Vudú (Pájarosló, 2009), La ecología de las poblaciones (Pájarosló, 2010) y Al antojo de las anémonas (Color Pastel, 2011). Participó en las antologías Pájaros en la frente (Pajárosló, 2011), La Juntada (APOA, 2012), Canciones (Ediciones presente, 2013), Re-Invención (Proyecto Madonna, 2013), Estaciones (La Parte Maldita, 2013), Poesía Deliberada (Textos Intrusos, 2013) y Poesía de hoy y de siempre (Eloisa cartonera, 2014).