Edición 31
Robert Max Steenkist
De Las excusas del desterrado
De noches compartidas
El celador de mi edificio tiene los ojos vagos.
Da las gracias aún no habiendo recibido nada
y también cuando resiste un regaño inmerecido.
Tarde llego siempre
y él se levanta
como desprendiéndose de una ruana gris
de tanto insomnio a solas.
A veces me tiende un recibo amenazante
en vez de ese cheque que tanto espero
pero nunca nos cruzamos
más que un saludo masticado;
él, una venia cansada.
Yo, una sonrisa que no brilla.
Le diré que a veces duermo por él,
que no hablemos de los retrasos
con los que se perfuman mis vecinos,
que me hable
de lo blanca que es su noche.
A Enrique.
Filium Patris
Ya sé, padre,
que el tiempo nos abre arrugas en la memoria
y que al otro lado de tantos años
solo podremos ver, cuando llueva,
el rostro de alguno de los dos.
Ya sé que me cuesta llorar
y que tu bajas la mirada.
Ya sé que escondes tu cabeza entre los hombros
como una tortuga aturdida
y yo fumo en silencio, taladrándote las llagas,
queriéndome caber entre tus brazos.
Ya sé que no me besas la mejilla
porque mi pudor te hizo un hombre serio
que retrocede para siempre.
Ya sé, padre,
que no hay camino aparte del que empiezo
y que al final siempre estás tú,
Ofreciéndome en silencio lo que supiste siempre.
Ya sé que crecer es un capricho que nos hace viejos
y que atrás quedamos tu y yo aprehendiendo las vitrinas
tu abrazándome como si ya me fuera
y yo sin sospechar que esas manos seguras y tibias
algún día iban a quedarse amarradas a mi esperanza.
Ya sé, padre, que todo lo mío
ya lo tuviste que haber dicho,
que tienes razón,
pero sólo por hoy imita mi abrazo
dí que lo querías
dí que también lo necesitabas
que hace mucho lo estabas esperando.
Mare nostrum
Las olas son azules suicidas
de espuma
incesantes.
Arrastran en sus ombligos de segundos
Galaxias
nombres de capitanes extraviados
lamentos de corales.
Yo no las puedo bendecir,
es demasiado pronto el ciclo doloroso
de sus rumores
pero les agradezco el brillo que traen
y que arrastran como una lengua larga
hasta mis pies,
como si fuera un mensaje
de alguna comarca submarina.
Así quiero que mueran las olas:
Que revienten el pecho de muchos caballos de agua.
“Presente que se acumula”
Cada sol
ha sido
una gota de tus ojos
Paso
Casandra: No hay escapatoria, forasteros.
Esquilo
y el capitán de los ángeles cerrará los brazos
y sacudirá el polvo de sus alas luminosas
y en silencio tensará el arco de su sonrisa satisfecha
¡Que bajo la mesa se muevan
los grillos sin miedo,
que una alfombra siga esperando ser sacudida
y que este hombre nunca llegue a una rosa!
-labor delicada y vertical como un hacha
ésta de levantarse desde lo alto
para querer dormirse en el tiempo de los relojes-
¡Que sobre la acera descanse una llanta de nadie,
que un portafolio parezca entregarle las tripas al viento
y que en algún edificio cercano el teléfono haya dejado de sonar!
Finalmente los ánimos derrotados
se beberán de un sorbo los fantasmas opacos,
estancados en elegantes copas de material reciclado
¡que un niño muera de tedio!
¡una mujer e el parto!
¡otros que se asfixien en el silencio de una pensión
y que muchos fatiguen la carrera perdida
desde el principio!
-las armas del deseo
serán las mismas palabras antiguas
condenadas a maquillaje
y los miedos
robustos y desganados
colgarán como secándose
en los cables mudos del telégrafo-
¡Que haya u billete que nadie recoge
y una navaja sobre la mesa de recaudos!
Nada más se moverá desde lo profundo
porque el mundo recibirá
una tormenta silenciosa y terrible
como mandatos de estrellas
como un gran trapero brillante
el ángel levantará los párpados azules
y verá con rubor nuevo
los escombros de su ira
-tan sólo amonestará tiernamente
a sus inquietos dedos de fuego-
(todos de Las excusas del desterrado)
De Después del mar
Venganza
El árbol
esconde
las ramas
una vez el niño
logra escalarlo
para profanar sus nidos.
Rio Magdalena
Al Boga, que nunca fue
Al río Magdalena
lo componen doce millones de litros
de pereza áurea
que seduce las montañas
hasta su abrazo con el mar.
Su cauce espeso
alberga bajeles que fueron blancos,
bitácoras de contrabandistas alimentaron los peces,
las cargas de fusiles ahora arena nunca se supieron justicia en las
batallas del pasado.
En el fondo del río se mece lo que no fue.
Los nombres de barcos, los bogas adormilados y los caimanes apaleados
rondan las tempestades de
tierra líquida
y olvidan sus edades.
Bolsas de plástico hondean entre la arena viajera
como banderas de una victoria que celebran las corrientes.
Bancos de peces
pasan entre penumbras de oro
por esta
la colonia más terrible y hermosa del reino de los ciegos.
Sobre el cuerpo del río sin sombra
flotan reses, gasolina, contrabando, cadáveres mutilados
pero ningún turista visita el fondo de esta atracción sumergida,
nadie se sienta en sus andenes
a contar mentiras sobre su fundación.
Sus habitantes se expanden en el fondo
robándole lo que pueden al cuerpo del Río,
alimentándose con lo que perdemos día tras día.
Exilio del agua
Para Hellman Pardo
Somos todos el río.
Creemos que vamos pasando
por el borde de la tierra:
bandada de ciegos aguados
comparsa en blanco y negro
de serpentinas arrojadas a balcones cerrados
La creemos seca e inmóvil
a la tierra.
Aseguramos lamer sus bordes de arena y arrastrarla con nosotros
en la memoria
hacia planicies que si pueden albergar el amor entre todos nosotros.
Pero no entendemos que la tierra también
marcha hacia el eco de las sombras.
Sus orillas nos invaden
con sigilo de araña
tratando de olvidar
que sus ondulaciones y núcleos
sus flexiones y hambres y blancuras y roces
tampoco lograron servir de calma
a la sed de los pájaros.
Canción de las tablas
Los peones son campesinos de manos duras, reclutados a la fuerza por dos ejércitos contrarios.
Sin conocer lo que los vuelve enemigos de unos de análoga condición son dispuestos
en la primera línea de fuerza, carne de cañón o débil escudo contra las lanzas adversarias.
Al otro lado de la planicie sobre la cual se jugarán su suerte de autómatas sin gracia,
aguarda la sombra de un grupo exacto de combatientes. Sobresalen las crestas desafiantes de los alfiles, que cruzarán el tablero con certeza de flecha para derribar un jinete o impactar en su carrera la columna madre de una torre.
Los tocados de la reinas aventajan todas las otras figuras del ejército. Dueñas de todas las tácticas de sus regimiento, sólo evitan atacar como los picadores, pues montan, según los protocolos de la corte, sentadas con ambos pies hacia un lado.
Desde su altura privilegiada ellas contemplan a sus peones. Sus pies descalzos, o las botas de madera, en el mejor de los casos, abrirán la planicie, activarán las bombas enterradas y darán una vía segura a combatientes más sofisticados: garitas, corceles acorazados o tanques, esbirros de pies alados…todos buscando la cabeza del soberano oponente.
Dos peones se encontrarán frente a frente en un punto sin nombre de la matanza. Tranzarán sablazos torpes, golpes de martillos despicados, balas ya usadas, gritos inofensivos mientras en otro frente fichas más vigorosas precisan el destino del combate.
Tarde o temprano nuestra pareja de anónimos entenderá que ambos serán excluidos
de las listas de los héroes. Bajarán las armas cuando reparen que son el vivo reflejo del que combaten.
Cansados, acordarán no avanzar más: por sus manos no se resolverá ninguna gran batalla,por su sacrificio no se le dará gloria a ninguna estatua futura.
En un pacto de miradas idénticas ambos encontrarán cabida en la victoria insignificante
para la guerra que tantos llaman cobardía.
Divorcio del astrónomo
Para JRMG
Soñé,
te conté un día, el polvo de nuestras manos,
con un marino que perdía las estrellas
a causa de la ceguera
y que,
ya viejo y loco,
inventaba constelaciones para su noche eterna.
El brillo de las estrellas
es una noticia tardía, me dijiste,
esa luz que vemos no es sino un navío
de jaulas doradas
que guardan especies muertas.
La luz que vemos son estrellas muertas.
En su viaje silencioso a través de la nada
la luz se vuelve mentirosa
pues no se entera de que su puerto se ha extinguido,
hundido en las corrientes del infinito.
Las estrellas no merecen nombres,
convenimos al despedirnos para siempre.
Nos han mentido.
La explosión de su origen
y el pálido reflejo
que titila en nuestras noches
es un malabarismo del espacio,
un engaño de milenios.
Todas han de extinguirse de repente.
Vencerán la distancia que le sacó nuestra ilusión
y dejarán en claro
nuestra falta de bendiciones.
Voy a ti
(fragmento)
Yo comienzo hacia ti
por entre la sombra de árboles dormidos
o corredores de gotas suspendidas
sobre el vuelo.
Voy hacia ti
conteniendo el trueno
que inventamos
en esta mutua emboscada.
Busco tus besos inclinados
sobre mi oreja,
ser tu espejo en marcas de cuello
y de fatiga.
Parto hacia ti
habiendo dado la mano a la vida intrusa
de antiguos afanes y mares en picada,
semillas secas
y vaho de pasajero con tiquetes a cualquier lugar.
Cargo hasta ti
los pasillos que se abren para mirarte
y las postales de fuego con el mismo afán de tus pestañas.
Me deshago en ti
en una noche que no despierta
con mis dedos queriendo atrapar
tus estaciones y sus ritos.
Llego hacia ti
con las palabras limpias
y mis ganas de tormenta renovadas
sobre la orilla opuesta de tu figura.
La esperanza, un vuelo
¿De dónde te viene ese poder que miras cara a cara a la muerte?
Giovanni Quessep
Muerte:
hermana del tiempo
remisa a desprenderte de la carrera
dime qué campos asolaste primero
con tu paso de astillas abiertas y avalanchas de lodo.
Dime qué ha pasado en tu marcha
de zanjas rotas
y de cuándo a ahora
decidiste prender nuestros mástiles.
Cuál es tu afán
de no dejar
que ganemos nunca
dime por qué dejas
nuestras venas
como ramilletes explotados.
Habla pues, Muerte,
de todo lo que te has llevado
de ese ampuloso vacío que portas como único amuleto.
Déjame ver cómo es que cuentas
si es que cantas
o truenas
o guardas los colores del desierto en el aliento de tu codicia.
Ven con ese velo que rompe el habla
déjame saber
si todo empezó
cuando Dios y el viento
rompieron los candados de la ira.
Preguntas para Maxi (poema en sus seis meses)
“¿Cómo será tu voz?
¿cómo serán tus frases?”
Me pregunté hoy cuando
anunciabas desde la cuna
que despertabas de una de tus quince siestas diarias.
¿Cómo será?
Si hasta ahora se parece más a un canto líquido,
al equilibrio de los elementos roto por una luz inmensa
al saludo de dos luciérnagas que se encuentran en el fondo del viento.
¿Cómo será que me vas a contar
lo nuevo de los reflejos
la sorpresa que te causarán los tejidos de la lluvia
mientras la velocidad se apoderó de tu propio cuerpo de náufrago feliz?
¿Cómo será tu voz
una vez las fronteras viejas te logren imponer
esta combinación de letras
con las que arma elementos para pasiones y vértigos,
ajenos aún a tu cuna?
¿Cómo serán tus frases
cuando el mundo te seduzca con sus aires
y olvides
para todos
el refugio del silencio?
Vea también: Selección de poemas del III Festival Internacional de Poesía, Bolivia 2016
Noticia Biográfica
Robert Max Steenkist (1982): Es autor de los libros Caja de piedras (cuentos, Editorial el Astillero, 2001), Las excusas del desterrado (poesía, Común Presencia, 2006) y Después del mar (poesía, Colegio José Max León, 2016) y Fietsicleta (novela gráfica, LatinLover, 2016). Editó con la poeta Dimana Ivanova la Antología para la mariposa, un poemario que reúne a más de 47 autores de los países eslavos y de América Latina.
Ha participado en festivales y encuentros literarios en América Latina, Estados Unidos y Europa. Su trabajo ha sido incluido en antologías y revistas de Grecia, Puerto Rico, México, Argentina, Rumania, entre otros. Ha traducido obras del holandés, alemán e inglés. Como fotógrafo ha realizado trabajo de reportería para diversos medios colombianos, ha expuesto en Bogotá, Nueva York, Amsterdam y Hamburgo y encabezó el proyecto Ojo al Senado (2011). Desarrolló contenidos para la í“pera de Colombia.
Actualmente trabaja en el Colegio José Max León.