Edición 36
8 poemas de Juan Manuel Roca
De Temporada de Estatuas (2010)
Poética
Tras escribir en el papel
La palabra coyote,
Hay que vigilar
Que ese vocablo carnicero
No se apodere de la página,
Que no logre esconderse
Detrás de la palabra jacaranda
A esperar a que pase la palabra liebre
Y destrozarla. Para evitarlo,
Para dar voces de alerta
Al momento en que el coyote
Prepara con sigilo su emboscada,
Algunos viejos maestros
Que conocen
Los conjuros del lenguaje
Aconsejan trazar la palabra cerilla,
Rastrillarla en la palabra piedra
Y prender
La palabra hoguera para alejarlo.
No hay coyote ni chacal,
No hay hiena ni jaguar,
No hay puma ni lobo
Que no huyan cuando el fuego
Conversa con el aire.
De Biblia de Pobres (2009)
Las enfermedades del alma
Me da luna
Verte cruzar por una esquina
Cuando se enciende el faro de la isla
Y se apagan los barcos del contrabando.
Me da río
Ver los muertos en los trenes desbocados
Que viajan hacia el mar de las Antillas.
Me da nube
Mirar cómo trepan por el aire
Las calladas catedrales.
Me da barca
Cuando cruzas, sonámbula,
Como si empujaras al viento.
Me da libro
El tren que parece la cremallera de la noche,
La poderosa maquinaria
Que rebana dos tajos de oscuridad.
Me dan buitres
Las noches góticas
Que se pueblan de cirios y cilicios.
Me da puerto
Cuando el río sestea al mediodía
Entre bosques de pimienta
O bajo los brazos de un samán.
Me da Sur,
Mucho Sur, oír tu silencio
Que acompasa la música
Con su discreta percusión.
Me da aguja
La sombra cimbreante
Que vive cosida a tu belleza.
Me da bar
Cuando escucho en la madrugada
El taladro de la lluvia.
Me da nieve
El llanto de una niña
Que rompe el silencio del vecindario.
Me da cafetal
El nombre de mi país
Pronunciado en el exilio.
Me da lunes
Pensar en la molienda
De caña o de maíz.
Me da arcángel
El viento que llena de hojas secas
Los patios de la aurora.
Me da nardo
Tu aliento que florece
En la penumbra del cuarto.
Me da noche
La tinta derramada por descuido
En el mantel de la tarde.
Me da tigre
El paso lento y seguro
De los días.
Me da Goya
El rapto de un niño
En una esquina de la noche.
Me da África
El remo abandonado
Cubierto de escamas.
Me da mar
La bailarina que suelta en el tablado
El oleaje de sus pasos.
Me dan cárcava
Las canciones populares
Que silba el vendedor de almejas.
Me da hierro, me da Pound,
El ascensor vacío
Que abre su túnel en la noche.
Me da viento
Escuchar de tus labios
La palabra lejanía.
Me da Amazonas
Y lianas y chapoteos
La palabra humedad.
Me dan tren, me dan delta,
Los cantantes de blues,
Su repertorio de sombras.
Me da bruma
El paisaje fabril, la bandera del humo
Que oculta una luna amortajada.
Me da jaula
El jardín amaestrado
Por las manos del Rey.
Me da grieta
Saber que soy un sueño,
Un ruido de pisadas en la casona del mundo.
De Un violín para Chagall (2003)
Testamento del pintor chino
Cuando el sobrio Emperador
Me conminó a borrar del cuadro una cascada,
-El chapoteo incesante espantaba su sueño-
Como buen cortesano obedecí
Y esfumé su torrente.
Sin embargo,
Oculté tras el dibujo de un cerezo
Una rana que croa
Y que el anciano Emperador confunde
Con su agitado corazón.
En un biombo de lino me pinté a mí mismo
Al momento de dibujar un caballo.
Una noche después
Espanté con el pincel al caballo,
Pues no soportaba sus relinchos.
Pronto borraré mi crepuscular figura del óleo,
-Emperador de mi cuerpo-
Y sabrán que es de la misma materia
La ausencia de un hombre o de un caballo.
Inédito
Poema con niño y balanza
La pelota que lancé
en la infancia
aún no ha tocado suelo.
Dylan Thomas
Era un niño solitario.
No tenía quién empujara
Mi columpio.
Me gustaba
Subir al balancín del parque
Y como no había ningún niño
Que subiera al otro extremo,
Ponía en su lugar
Un fardo de piedras.
La sensación
De quedar suspendido
Me agradaba. Lo difícil
Era calcular
El peso de las piedras
Para que subieran
Cuando yo bajara
Y bajaran cuando volvía
A remontar el cielo.
A veces permanecía
Largo tiempo suspendido,
Hasta que el vigilante
Quitaba el túmulo de piedras.
Esto explica por qué vivo
No pocas veces en el aire.
De Las hipótesis de Nadie (2005)
Poema invadido por romanos
Los romanos eran maliciosos.
Llenaron Europa de ruinas
Confabulados con el tiempo.
Les interesaba el futuro,
Las huellas más que las pisadas.
Los romanos, Casandra, eran mañosos.
No fraguaron el Acueducto de Segovia
Como un ducto de agua y de luz.
Lo pensaron como vestigio,
Como un absorto pasado.
Sembraron de edificios roñosos Europa,
De estatuas acéfalas
Engullidas por la gloria de Roma.
No hicieron el Coliseo
Para que los tigres devoraran
A su antojo a los cristianos,
tan poco apetecibles,
Ni para ver ensartadas
Como entremeses del infierno
A las huestes de Espartaco.
Pensaron su ruina, una ruina proporcional
A la sombra mordida del sol que agoniza.
Mi amigo Dino Campana
Pudo haber saltado a la yugular
De uno de sus dioses de mármol.
Los romanos dan mucho en qué pensar.
Por ejemplo,
En un caballo de bronce
De la Piazza Bianca.
Al momento de restaurarlo,
Al asomarse a su boca abierta,
Encontraron en el vientre
Esqueletos de palomas.
Como tu amor,
Que se vuelve ruina
Mientras más lo construyo.
El tiempo es romano.
De Biblia de Pobres (2009)
Parábola del desierto
Tras perseguir
A los paseantes
Que no tenían
Tiempo de escucharlo,
El hombre
Trajo del desván
El viejo
Sillón de la familia.
Sacó de su abrigo
Un cuaderno manoseado
En trastiendas y graneros
Y se acomodó las gafas
En medio de la porqueriza.
Los poemas que leía
A la piara de cerdos
Hablaban de Dios.
De Pasaporte del apátrida (2011)
Librería de viejo
Esta ruinosa humedad proviene de la selva.
De las lágrimas vertidas en casa de una modista
Que leía con ojos de melaza páginas lluviosas
/de una novela victoriana.
La misma estropeada edición
Pasó de mano en mano las casas insomnes
/de la aldea
Hasta hacerse paño de llanto,
Lugar de encuentros de muchachas en botón
/y severos boticarios.
No es una Morgue esta biblioteca,
Esta bodega de libros de hombres desaparecidos
Entre láminas borrosas y atriles de cedro.
Estos libros encontrados en una reventa de presagios
Fueron acariciados por un clan de lectores más fugaces
/que su tinta.
Lo sabe el librero que desempolva sus páginas,
Lo repiten las huellas que sobreviven a sus dueños.
El volumen de Melville que huele a yodo
Como todos los puertos del mundo,
Lo encontró un cazalibros en el mercado de ballenas
/de Valparaíso.
El agreste marinero dormirá su siesta
Hasta que abras la casa flotante de su libro
Y lo veas cojear entre velámenes y arneses,
Capitán de un buque andrajoso como un tugurio
/del mar.
Atraviesas las puertas del libro
Y el feroz tripulante de sus miedos
Que busca un blanco cetáceo entre la niebla,
Vendrá vestido de bruma y de lamento.
Un lector fantasma subraya el paisaje.
Para Guillermo Martínez González, en Trilce, su Babel de libros.
De Ciudadano de la Noche (1989)
Arenga de uno que no fue a la guerra
Nunca vi en las barandas de un puente
A la dulce mujer con ojos de asiria
Enhebrando una aguja
Como si fuera a remendar el río.
Ni mujeres solas esperando en las aldeas
A que pase la guerra como si fuera otra estación.
Nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,
Porque de niño
Siempre pregunté cómo ir a la guerra
Y una enfermera bella como un albatros,
Una enfermera que corría por largos pasillos
Gritó con graznido de ave sin mirarme:
Ya estás en ella, muchacho, estás en ella.
Nunca he ido al país de los hangares,
Nunca he sido abanderado, húsar,
Mujik de alguna estepa.
Nunca viajé en globo por erizados países
Poblados de tropa y de cerveza.
No he escrito como Ungaretti
Cartas de amor en las trincheras.
No he visto el sol de la muerte
Ardiendo en el Japón
Ni he visto hombres de largo cuello
Repartiéndose la tierra en un juego de barajas.
Nunca fui a la guerra, ni falta que me hace,
Para ver la soldadesca
Lavando los blancos estandartes,
Y luego oírlos hablar de la paz
Al pie de la legión de las estatuas.
Vea también: Ocho poemas para recordar a Guillermo Martínez Q.E.P.D.
Noticia Biográfica
Juan Manuel Roca. (Medellín, Colombia) Poeta, narrador, ensayista, crítico de arte y periodista colombiano.
Ha obtenido entre otras distinciones el Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia ( 1979), el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (1993), el Premio Nacional de Cuento Universidad de Antioquia (2000), El Premio Nacional de Poesía Ministerio de Cultura (2004), el Premio José Lezama Lima, otorgado por Casa de las Américas (2007), el Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval, México (2007), el Premio Casa de América de Poesía Americana (2009), el Premio Ciudad de Zacatecas México (2009), el Premio Estado Crítico (2009) al mejor libro de poemas publicado en Espaí±a por su libro “Biblia de Pobresâ€.
Libros de poesía:
Ha publicado, entre otros, Memoria del Agua (1973), Luna de Ciegos, Seí±al de Cuervos, Ciudadano de la Noche, Pavana con el Diablo, Biblia de pobres, Temporada de Estatuas, Pasaporte del Apátrida y No es prudente recibir caballos de madera de parte de un griego. Ha sido traducido al inglés, francés, portugués, alemán, neerlandés e italiano. Su más reciente publicación es su poesía reunida bajo el título de Silabario del camino, editado por “Letra a letra†y Confiar (2016).