Edición 39
4 poemas de El movimiento de la tierra de Santiago Espinosa
Interior au violon
Matisse le ha dado luces a un encierro
que no era la alegría de la vida.
El negro abisal de una ventana entreabierta,
el violín en su estuche de oscuridad
incapaz de traducir las gradaciones del océano.
Similar a un sueño, cuesta entender
qué es el arriba o el abajo.
El esplendor de lo sencillo
sobre una superficie en reposo
donde no llega el invierno ni la muerte.
Por un momento podemos sentir
la vecindad de la palmera y las olas,
imaginar que el violinista
se ha ido a la playa o a morir
y en el estudio ha quedado
toda la música del mundo.
Se necesita olvidar mucho para pintar de esta manera.
Aprender a mirar los objetos como umbrales
entre el fuego y la semilla
hasta hacer de la luz un niño que se asoma.
Mi padre heredó esta réplica. La imagen lo acompañó
en los mejores años de la vida.
Allí supe que él también quiso huir, antes de nosotros,
perderse en su mar, también que quiso hacer del interior
un espacio propicio para la música.
Miro este cuadro donde un sonido deslumbrante
está a punto de abrirse. Y es otra vez el mar
el que espera por nosotros, mi padre y yo,
es otra vez la música. Como un vacío
que aún en la huida de los cuerpos
hace que triunfe el color sobre la gravedad y los días.
Urapanes
...As one leaf passes its shudder
To another
Charles Simic
Dos árboles.
Tan cerca el
uno del otro
que las hojas
se estremecen.
Quisieran
haber sido
barcos,
en esta hora
en la que
todos
se marchan.
La savia
les duele
a lo largo
del tronco
arriba de los
ladridos y
las chimeneas.
Dicen que ya
estaban aquí
antes del parqueadero
o el supermercado
pero también ellos
llegaron algún día.
Trataron de ajustar
sus relojes cuando
el otoño se hizo
demasiado largo.
Árboles náufragos
con sus azules
llamaradas,
su juego de llaves
que no llevan
a ninguna puerta.
También ellos
secaron la tierra
para oscuros
navegantes.
Desplegaron una
sensualidad amarga,
pensada para otros
que no son los que
a diario circulan.
Alguien recordará
en sus ramas
un pueblito japonés
o un barco que
se eleva muy
lejos de las costas.
Fosa común
Te abres el pecho
largamente
y allí encuentras
dos libros
casas que no alcanzaron
su estatuto
de moradas
el ojo de los dormidos
como un carbón
bajo la niebla
sigue cavando
los rostros de tus abuelos
amarillos
por el cáncer
el uno era político
y soñaba con los trenes
el otro un músico
que le cantaba
a las luciérnagas
Montañas arrastradas
por un río
de voces
pedregosas
y más abajo
el mar,
ha sido inútil el arte
de cavar huellas.
Abrir un agujero
entre la hierba
y los
papeles
dispersos
para mirar de nuevo
las estrellas.
Oda a Celan
Sous le pont Mirabeau coule la Seine
Apollinaire
Fuimos al puente Mirabeau
para pagarte una promesa.
Las horas pasaban
sobre el Sena, las vidas
cada vez más diminutas
y más rápidas. Confiados,
pensando que un suicida
escogió el lado de la Torre,
que nada termina de caer,
arrojamos al agua
una moneda.
Para Carolina Londoño
Noticia Biográfica
Santiago Espinosa (Bogotá, 1985) Crítico y poeta. Estudió Literatura y Filosofía en la Universidad de los Andes. Actualmente es profesor del Gimnasio Moderno de Bogotá donde coordina su Escuela de Maestros. Poemas y ensayos suyos han aparecido en diversas publicaciones de su país y del exterior. Fue jefe de redacción del periódico La Hoja de Bogotá hasta su desaparición, en 2008. Escribe habitualmente para La Opera de Colombia y el Museo de Arte Moderno de Bogotá. En 2010 publicó Los ecos, su primer libro de poemas. Lo lejano, su segundo libro, fue publicado en Ecuador por El íngel Editor en Junio de 2015. En mayo la editorial Valparaíso de Granada, Espaí±a, publicó su libro Escribir en la niebla, compilación de ensayos sobre 14 poetas colombianos.