Edición 41
Ediciones El Puente en la Habana de los años 60
La historia está llena de contingencias que afectan y determinan las posibilidades de las artes. Hay libros que un incendio ha cerrado para siempre y guerras que han motivado a un jardín de intelectuales a encontrarse o a separarse. Este es el caso de los poetas reunidos en torno a Ediciones El Puente, editorial independiente de Cuba que fue cerrada en 1965 por instrucción de los dirigentes de la “revolución cubana” y que fue desprestigiada y casi olvidada hasta años recientes —claro está, durante todos estos años la memoria del El Puente fue preservada en el frágil cuenco de la memoria de sus protagonistas y de las primeras versiones de sus textos. Recientemente se han iniciado intentos de desempolvar la historia de esta editorial y del grupo de escritores que se reunieron en torno a esta. Sobresale, entre estos intentos, la cuidadosa labor editorial del poeta cubano Jesús Barquet en Ediciones El Puente: en La Habana de los años 60 la recopilación más completa que existe hasta el momento sobre este grupo.
En enero de 2011, se publicó la primera edición de este libro en México bajo el sello editorial Ediciones del azar. Se trata de una antología que compila buena parte del trabajo que 23 poetas —la mayoría de ellos cubanos— publicaron cuando jóvenes en la corta pero provechosa vida de esta editorial. Igualmente, contiene algunos de los estudios académicos más interesantes acerca de El Puente que permiten comprender el valor histórico de este grupo literario que se opuso a la llamada Generación de los años 50 y al renombrado Grupo Orígenes. Esta empresa terminada por Barquet es histórica porque vuelve a insertar en la discusión acerca de la poesía cubana —con este hermoso y gran libro, que parece querer pararse en la historia literaria de su país como una gigante roca para ser admirada— a este grupo que fue censurado en el plano de lo literario, pues la editorial fue clausurada en 1965 y, desde entonces, no se ha promovido la reedición de muchos de sus valiosos libros y se ha evitado la discusión abierta acerca del grupo.
Encontrar este libro fue para Otro páramo como encontrar un tesoro. Publicar una selección de estos poemas no es solo una labor enriquecedora para la poesía de nuestro continente, no es solo un diálogo importante que tiene que ventilarse cada vez más y mejor, sino que es el saldo de una deuda con la historia intelectual de Latinoamérica y, más concretamente, con estos poetas que le apostaron a generar una poesía que trascendiera lo propagandístico y que intentara dar razón de la situación humana sin caer en hermetismos. Lo hicieron con tal convicción que a algunos de ellos les implicó la represión o el exilio. El Puente fue un espacio incómodo, en el cual José Mario Rodríguez —el incansable editor de El Puente—, en coordinación con Isel Rivero —una de las fundadores de la editorial—, le dieron voz a los jóvenes que no tenían cabida en otras publicaciones de la época, como lo fue Lunes de Revolución —revista literaria a la que Isel precisamente había escrito tiempo antes de la fundación de El Puente para reclamar por el poco acceso que allí se le daban a los poetas más recientes o inéditos. Puesto que algunos de estos escritores hacían parte de minorías étnicas o sexuales, se ha entendido con el tiempo que la nombrada persecución y la valoración de las obras del grupo fueron más de carácter extra-literario y moralista que de orden estético. Por esto, la historia de la editorial, tristemente, también es el recuerdo de lo lejos que puede llegar la política para oprimir la diferencia. Pero aquí están sus textos, brillando con sus colores particulares en nuestro páramo, donde queremos que florezcan y encuentren otro espacio para seguir siendo escuchados. Hay contingencias que afectan los meandros de la historia, pero también está en manos de la historia, de nuestra historia, recoger aquello que aún se puede preservar y difundir.
A continuación les presentamos una selección de poemas realizada por Otro páramo de ocho poetas que fueron publicados en El Puente o cuya aparición en la editorial estaba siendo preparada en el momento del cierre: Isel Rivero, Mercedes Cortázar, Belkis Cuza Malé, Pío E. Serrano, Lilliam Moro, Gerardo Fulleda León, Georgina Herrera y Reinaldo Felipe García Ramos. Dejamos las notas al pie realizadas para la edición de Ediciones El Puente: en La Habana de los años 60 pues dejan ver cuáles fueron los cambios o correcciones que algunos de los autores les hicieron a los textos al revis(it)arlos.
Los invitamos, por último, a leer este excelente libro en su totalidad; se podrá conseguir a través deAmazon.com después del 26 de diciembre de 2016.
Isel Rivero
Nació en La Habana en 1941. Obra poética: Fantasías de la noche (1959), La marcha de los hurones (1960), Tundra: poema a dos voces (1963), Toundra (1969), Songs (1972), From Iron Eagle (1974), Night Rained Her (1976), Águila de hierro (1980), Nacimiento de Venus (1980), Palmsonntag (Palm Sunday) (1981), El banquete (1981), Relato del horizonte (2003), Las noches del cuervo (2007), De paso (2011), Las palabras son testigos (Words are Witnesses) (Edición bilingüe con la traducción de Benito del Pliego, 2011). Su próxima publicación recibirá el nombre de El jardín hambriento.
La marcha de los hurones
¡Realmente vivo en tiempos oscuros!
La palabra sincera es una locura. La frente pura
revela apatía. Si te ríes,
todavía no conoces
el terrible anuncio.
……………………..
Ese hombre que atraviesa la calle tranquilo
¿ya no será alcanzable
por los amigos necesitados?
Bertolt Brecht
Canto primero
…y nosotros llevamos sus castigos…
Jeremías
I
Es rosado el matiz del amanecer.
Los automóviles corren veloces en la confusión del día
que comienza.
Los hombres se miran en el mar y gesticulan.
Comenzamos con el ascendente giro del sol.
No hay nube ni presagio de lluvia.
El horizonte luce siempre lejano e inofensivo.
Las fábricas se apilan contra las lomas.
Nos puede parecer todo esto que vemos, un débil escorzo
a creyón.
Desde este orgulloso edificio que tiene 18 pisos,
12 elevadores y más de 500 oficinas
donde se apilan los cuerpos con instinto de hormiga
podemos desplegar nuestros sentidos frente a la hermosa
recopilación de casas que son construidas,
amontonadas y cuidadas por brazos gigantescos,
y disfrutamos de ellos, solo bajando nuestras pupilas
apretándonos al cristal verde de las ventanas
y sosteniendo la respiración para no empañar la transparencia.
Desde este junco gris
duro
sin flexibilidad a los vaivenes del viento
podemos
en nuestra enorme insignificancia
agradecer el panorama urbano con sus posibles resortes de
belleza.
II
Pero estamos aquí
sintiendo como el tiempo corre sin remedio
como volcamos energía sobre panfletos, sobre cartas,
sobre archivos,
agobiados en pequeñas tareas en un juego de tortura.
Estamos aquí
sirviendo causas merecedoras
entregando lo único que poseemos
la vida, la juventud
pensando en el momento presente o en el inmediato futuro…
…quizás después de todo no exista la razón
sino como una leve idea de sobrevivencia…
…quizás solo nos gobierna el motivo de egoísmo al protestar
pero mientras
nos desgarramos por un ideal
que son como todos los ideales, caen, ruedan, y desaparecen
mientras, fustigamos nuestras aspiraciones
callamos cualquier ambición
y quedamos doblegados a sabiendas de que en el retorno
del tiempo
todo muere
todo evoluciona por necesidad natural
y que hoy los hambrientos padecen
y mañana perecen los opulentos.
Pobre ciudad junto al mar
sus hijos nuevos alzarán los brazos para caer.
Pobre ciudad… junto a su miseria elabora soluciones pasajeras
y se acera un poco más a su ineludible destino.
Y esta ciudad es la imagen de muchas ciudades
—porque todos somos reflejos unos de otros—
apilando conceptos, nuevas perspectivas para acercarse
a lo único definitivo
uniendo generaciones
sacrificándolas al progreso…
nos mantenemos a punto de desfallecer…
Estamos cansados, insatisfechos, hastiados
—cuántas veces nuestros ancestros no se repitieron en su curso—
construimos en hábito de construir
y vivimos en hábito de morir existiendo.
III
Pondrá su boca en el polvo por si quizás hay esperanza.
Jeremías
Es como una marcha donde todos vamos separados
acentuando nuestra absoluta soledad
porque a una sola flexión de nuestra mente
a una sola palabra
proclamamos las enormes diferencias que nos envuelven
borramos existencias, sentimientos
y quedamos frente al Ego imperecedero
el indestructible
el primitivo Ego
de donde se desprendió la raza humana.
Nos han hecho de iguales materias,
digo
nos han dado diferentes valores.
Estamos casi acostumbrados a este desequilibrio
Sin embargo, hay algunos aún que laten apesadumbrados
y sufren
y ruedan y se despedazan.
Quizás sellen sus palabras con sangre
pero ella es común y cotidiana
y el suicidio es crimen en el tiempo.
Estos formidables guerreros buscan a la noche para
reencontrarse en ella.
Sus llantos despiadados son repetidos infinitamente
por voces eternas de día
de horas, de años, de siglos.
Ellos atraviesan el espejo del espacio y retornarán dementes.
Todo se torna difícil
interminable.
Todo se agolpa.
Las taras más elementales no desaparecen.
Es como si las lleváramos de ciclo en ciclo
arrastrando un cúmulo de dolor que nos impone la época
anterior
disponiéndonos a existir
hoy aceptamos llevar la carga de la etapa presente
y nos extinguimos entre los implacables órganos de la lucha.
Es nuestro signo perecer sin concluir
y así será.
Quietos
estáticos
soportamos nuestra lanza sin atormentarnos inútilmente
alzamos nuestros ojos hacia una solución
un alivio vinculado al presente
y tomarnos la mano a otros de la misma especie
y desvanecemos ante una ventana de cristal
rodeados del suave coro que forman las máquinas
calculadoras.
Canto segundo
…desfallecían como heridos en las calles de la ciudad…
Jeremías
El mediodía vaga por las calles reprimiendo entre sus dedos
alguna vaga esperanza.
Son nobles los hombres.
Es noble esta humanidad multiplicada.
Se apresura dispuesta hacia sus labores[1] con voz de diario
matutino
entre sorbo y sorbo de café negro
cruzados los sobretodos al hombro
y las mangas arremangadas
pensando, también, en cualquier imagen perdida.
La tibieza del sol hace evocar escenas de mar que son
como consuelo.
Y respira hondo
negando obscenamente el encierro suculento de la oficina
donde apretados unos sobre otros
se siente fluir el aire frío
que hiere los más ocultos nervios
donde se resiste diariamente la opresión de la angustia
donde pretendemos olvidar que no existimos
y mantenemos la máscara exhausta con firmeza de
sobreviviente…
Marchamos hacia el almuerzo con dos horas de margen.
Vamos hacia la esquina donde esperaremos el transporte.
Vamos hacia la cotidiana cita de otros rostros semejantes
donde en cada párpado hay trazada una cruz
donde en cada mirada hay sangre disuelta
y sombras de siluetas mutiladas que danzan en imágenes
grotescas…
donde en cada gesto surge un eco de dolor indescriptible
un símbolo de necesario silencio o de avaricia.
IV
¿Qué es lo que muere en el hombre,
qué es lo que se desvanece?…
…………………………………
Cada hombre carga su designio
cada raza es culpable de su estigma
y todos somos culpables de los que nos antecedieron.
Unos llevan la suástica en el pecho
otros la estrella de seis puntas.
Miles de martirios hechos en nuestro nombre
miles de muertes prolongadas por nuestras manos
miles de cuerpos calcinados por nuestro cuerpo.
Somos una larga e infinita caravana de verdugos.
Somos una larga e infinita caravana de víctimas.
Estamos ejecutando al que ha de nacer un segundo
después de nuestra expiración[2]
y perpetuamos este círculo sin consciencia
y lo hemos perpetuado desde que el primitivo núcleo
humano emergió
y continuaremos enlazando eslabones por siempre…
¿A quién, a quién aniquilamos con nuestra palabra?
¿A quién condenamos con nuestras vidas?
¿A quién?
V. Estigma
Flagelo I. ¿Quién ha seccionado las alas de las palomas
que ya no vuelan sobre el mundo?
II. ¿Quién ha cegado a los profetas que no han
predicho nuestra caída?
III. ¿Quién ha cantado a la belleza sin llevar clavos
en las manos?
IV. ¿Quién ha tendido una mano ante el derrumbe
de una sonrisa?
V. ¿Quién no ha ejecutado con inflexible mano
las flores silvestres?
VI. ¿Quién no derramado la sospecha sobre el
agua?
VII. ¿Quién no ha erigido monumentos a sombras?
VIII. ¿Quién ha destruido los puentes níveos entre los
hombres y las bestias que solo se desprecian?
¿Desde qué oscuridad remota ascienden los pasos del hombre
que no distingo su esencia?
¿Cuál es el gesto de cotidiano enlace con el que tiende su vida?
¿Cuál es el puente?
¿Cuál es la palabra?
Porque me sé cristal de sus ojos
bóveda de sus ecos
y hay miles de hombres bullendo bajo mi piel
y lejanos transcursos
desatando sabiduría dormida desde mis labios.
¿Cuál es el latente ademán en su silencio?
¿Cuál es la diástole que conduce los ríos de su existencia
la certeza de sus actos
el deambular de su miseria?
¿Qué busca el hombre tras el hombre?
¿Qué sombra sigue su sombra?
¿Qué horadar del tiempo persigue en la muerte?
¿Por qué rompe la lasitud de la noche
con la percusión de licores y alegría fácil?
¿Qué esquiva?
¿A qué recóndito punto no hollado dirige su energía?
el hombre
el mismo de ayer
del final
del diluvio
el mismo que levantó la sagrada ira en Sodoma
el mismo petrificado en sal
el mismo oculto bajo las piedras de los monasterios
el mismo crucificado y perseguido
el gladiador
el hombre
el hidalgo
el Minnesinger
el descubridor
el diluido en cenizas
el reformista
el inquisidor
el exhausto hombre…
¿hasta qué flexible instante resistirá la cuerda de su arco
el tremebundo resplandor de la guerra
el trepidar persistente de unas botas
el llamado fanático a las manifestaciones?
¿Cuál es el límite de lo soportable
en el cremado olor de la carne
en la transparencia de un cadáver
en el horror de unos ojos fijos
en el espasmo de un aborto
en el multiplicar de unos días
en la confusión de las luces
en la indecisión de un semáforo
en el orden de lo burocrático
en el estatismo de la voluntad?
¿Es que acaso tengo aún vestigio de hombre frente a mis
percepciones
o solo retengo de la arcaica concepción humana algún
canon perdido?
¿Cuál es la imagen verdadera?
¿Cuál es el concepto veraz?
¿Se puede confiar en las líneas de un cuerpo
en el arquetipo de una figura?
¿Se puede confiar, a pesar de todo, en este siglo
así designado por la historia?
VI
Nuestra piel se ennegreció como un horno…
Jeremías
Es preciso, sin embargo, laborar
impregnados de amarga resina
es preciso continuar, inútil toda búsqueda.
No nos ha sido dada la conformidad.
No nos ha sido dado el optimismo.
Prevemos la decadencia en pleno renacer.
Se nos condena pero es inevitable que señalemos
a pesar de que se nos anule
a pesar de que se nos envuelva con el hilo de lo incierto…
La verdad tiene infinito número de fases.[3]
Es imposible hallar una verdad colectiva
además de aquella de que vivimos y morimos.
Insisten en que proclamemos himnos de batallas
pero la historia se ha repetido
y en algún rincón remoto de cierto día
estas sangres ya se vertieron por las mismas razones.
Es ingenuo para nuestros corazones milenarios
el reclamo de fe.
Preciso es que llegado el momento recojamos
los cuerpos de los héroes
limpiemos sus heridas…
Preciso es que completemos el cuento de hadas
para bien de los niños
nuestros monstruosos niños adultos.
Preciso es que dejemos filtrar esta voz
a través de las consecuencias.
Canto tercero
Sus príncipes fueron como ciervos que no hallan pasto…
Jeremías
VII
Mientras el sol hiere con su fino tacto el recto horizonte azul
se abren las entrañas de la noche.
Siluetas como de árboles heridos inclinan su cabeza y
descuelgan la frente
dejándole pender flexiblemente en el hilo delgado del cuello.
Sopla cierta ligera brisa
y las siluetas ceden al peso del cansancio
son como hojas dispuestas a desprenderse de su rama.
La respiración sorbe todo el enorme trajinar sonoro de
una avenida
confundiéndose en murmullo leve…
¿Desde qué punto lejano llega el dolor para acosar?
¿Desde dónde marcha?
…del recóndito hueco en el espacio
desde un paréntesis lineal entre las manos
desde el dibujo de una melodía precisa pegada a los
maderos viejos de un techo colonial.
¿Por qué nos enlazan sus ondas lentas casi divagadas?
¿Por qué existe esta pregunta desde tiempos inmemoriales?
¿Por qué somos insuficientes para contestarnos nuestras
propias preguntas…?
…cualquier niñez es mejor que el automatismo de la madurez…
VIII. Ditirambo
Cada músculo canta su canción predilecta.
No se puede pensar ya en otra cosa sino en el descanso.
Se guían los pasos
todas las calles ahora parecen inexpugnables
L y 23
los letreros verdes se encienden y se apagan
no se puede pasar
pase
urge
pase
cruce
el timbre
un semáforo ciego
el timbre
apresúrese
el silbato
gire
corra en diagonal
todo lo circundan fieros vehículos
gire
el silbato
y extraños lumínicos repletos de burbujas sonríen
Habana Libre
CINERAMA
cualquier leve sueño es insuficiente
cualquier saciedad es momentánea
FEIJÓO ORTODONCISTA
levantar un pie con toda la potencia acumulada
seguir una secuencia de pasos
mantener erecto el cuerpo para evitar un desplome
pase
los párpados invencibles en su extraordinario peso
ganar la próxima esquina es toda una proeza
SAÚL DÍAZ efectos médicos
HAMBURGUESAS
PERROS CALIENTES
escalar la guagua Avenida Menocal-Sevillano
apilarse a otros sin verlos
ahora solo hay tiempo para sí mismo
para dejarse fluir por el sudor.
En la esquina
no se distingue el tiempo
hay mucho que escuchar en los latidos del pecho
en su eco a través de los oídos
también desde el cuello repercutiendo
OYE, PARA AHÍ!
Lanzarse sobre un suelo macizo…
Pasar a través de un cortejo de casas familiares que ríen
en bocas de televisores
donde se pueden adivinar los ojos del que mira a través
de una persiana
un poco de penumbra.
El generoso contén para sentarse… los amables árboles…
Ha sido un mal día.
Esta generación es una raza excluida.
Nada hacemos por acá…
vegetar así como árboles pero sin fuerza
calor
enormes cucarachas de sueño
FARMACIA
tal vez agua
o algo de cerveza…
IX. Final
Asentóme en oscuridades como los ya muertos de mucho tiempo…
Jeremías
Ya la tierna luz de una lámpara nocturna en una ventana encendida
muerde el vacío de la noche.
El hombre cabizbajo, camino del lecho desierto
abre los labios amargamente
aprieta las piernas
y guarda su sexo estremecido.
Un vehículo ávido de distancia
viola silencios
y con grandes linternas luminosas
hurga
hasta tropezar con un gato escurridizo de ojos de cristal.
Las sombras se aprisionan en la calle
la mano quejosa de buscar en la distancia algún gesto
hermanado en su angustia
la mano que retorna al bolsillo caliente
y se contrae
la frente inclinada sobre sí misma
la pupila dilatada
vidriosa
el paso flexible que se apaga entre hoscos edificios
como murallas
y que penetra cualquier estancia cerrada
silbidos
murmullos
una llave que se acomoda en su cerradura entre sonidos
metálicos, casi frescos
una puerta que cede
el saco que se desploma sobre cualquier silla visible
un cuerpo que cae, una cotidiana tortura que comienza
y terminará con el alba para reiniciarse.
Ya con las fauces contraídas
los músculos tensos
el hombre pide clemencia al sueño
…la tierna luz de una lámpara nocturna muerde el vacío
de la noche…
Mercedes Cortázar
Nació en La Habana, Cuba. Fue asesora poética de la editorial de Nueva York Farrar, Straus & Giroux para la traducción al inglés de la novela Paradiso, de José Lezama Lima y ganadora de la Beca Cintas de literatura. Ha publicado poemas, relatos, artículos, ensayos y crítica literaria en español, inglés y francés, principalmente en revistas y periódicos literarios de España, Estados Unidos, Francia e Hispanoamérica. Ha publicado libros de poesía en español y francés, y ha sido incluida en varias antologías de la poesía cubana. Entre sus publicaciones destacan: Deux poèmes de Mercedes Cortázar (Nueva York, 1965) y La Afrodita de Cnido (Nueva Orleans, 1991). Fue editora y directora del portal de literatura y cultura Expoescritores. Actualmente prepara para publicación una antología de sus poemas y una novela.
El largo canto
el alma
pobre tronco que el amanecer lleva al polvo
y que solo guarda la nube de su vacío
el alma que ha hecho trizas su lanza
y que las bandadas de pájaros de vidrio
han hecho prisionera en su vulnerable destierro
el alma
se ha detenido y espera
tal vez del último faro
espera y confía en no sé qué cárcel de mar
que forman tus ojos
llenos de las nubes que hay detrás de otras nubes
espera de ti como de la última gota de agua
sí
la palabra por tu voz se ha vuelto rosa
y permanezco callada y transparente
arriando las sonrisas de mi alma
a mi boca
como si hubiese hundido de pronto
la tristeza en un carnaval
tú
que llevas un mundo de medias voces nocturnas
a mis palacios envejecidos
tú
destruye la zarza ardiendo
de la experiencia
hoy quiero cantar al amor
como cuando ignoraba que era un inútil canto
para que mi pensamiento pierda las algas
de otros pensamientos oscuros
para que abandone su lastre de luces fatuas
para que mis sueños lleguen a un seguro puerto
para que tu gris y azul luz
prenda incendios de lunas en mi recuerdo
ni la tarde que se levanta como un buque fantasma
ni la tarde
puede con ese gritar de belleza que llevas dentro
y yo
la tonta de esta ciudad de maqueta
soy la única que te canto
los hombres no podrán adivinar
tu interrogación
nadie comprenderá lo que quieres decir
cuando exclamas: ¡Vamos!
no, no comprenderán
porque no comprenden el lenguaje de los pinos
y esta tarde
que se hace interminable como un rezo
esta tarde te digo
estoy desnuda como un sueño
y te repito mientras las luces se agitan
agobiadas por el viento lunar
nadie te comprenderá
no habrá quien acaricie tu risa
de vela ondeante
porque mi alma es el cristal
¿quién sabe del sacrificio de la rosa?
¿quién ha visto el velero
que se estrella en la costa?
nadie ha visto nada
sin embargo
¡qué tristeza me dan los faros abandonados!
aquella casa sola
en que las ventanas que quedaron abiertas
dan secos y dolorosos golpes cuando hay viento
y el perro que se sienta
en los quicios a mirar el mundo
a lamer su pata muerta
porque mi alma es el cristal
nadie sabe cuánto he cambiado
y cuán injusta soy con haberle quitado
a la vida diecinueve años
el sol se ha apagado
han encendido el gran racimo de estrellas
ahora veo los caminos
los caminos que se prolongan
sobre la calma de la Noche
a dónde van tan solitarios
llenos de grises pedruscos de sombras
¿a dónde van?
con una estrella gritando en lo alto
y un silencio musical agazapado en su espalda
un latido soñoliento adormece todas las ramas
que caen como ciegas cabelleras
sobre los caminos
y yo te pregunto mi pequeño corazón
¿a dónde vas tú también
con el lamento de una enredadera
con tu sonrisa de veinte ciudades
sobre tus paredes convexas
y como los caminos que se han quitado la toga de las palabras?
no me respondes
como ellos no me respondes
¿quién cuidará
del sitio perdido en el jardín
cuando yo me vaya?
¿quién comprenderá
a los pájaros que cantan en mi ventana
cuando yo me vaya?
¿habrá alguien que sepa guardar las notas de Schumann?[4]
¿no tirarán al cesto de papeles
las mejores fotografías
de mis héroes?
¿qué será del Pequeño Príncipe?
¿qué será de los conciertos de Vivaldi
y de aquella cosa indescriptible
de aquel olor a mástil y a caoba
que impregnaba tu presencia a mi aire?
el parque estaba todo lleno de hojas
hojas con ebriedad de mariposa
hojas con brillo de estaño
de hojas que se levantan y navegan
por la brisa fría de diciembre
las hojas y el parque
el banco helado en que me reclino
todo es tan lejano
es todo como si me hubiese ido
y nada me perteneciera por completo
este es mi paisaje
yo he brotado de mi ciudad
y sin embargo
siento su calor y su sangre
sonando a lo lejos
como un perdido organillo
mi dolor es un fagot
que toca do
eternamente
allá en lo más profundo del desván
donde todos los que llegan
tienen que quitarse los zapatos
y hablar como en iglesia
en la puerta que dice:
¡no me abrirás!
detrás está hilando la vegetal princesa
mi dolor se deja hilar
la sombra de la luna muere en los cristales
allá dentro estoy yo sola
la luna es un farol demasiado lejano
y desde mi arquitectura
reposa la ceniza
la dulce inquietud y mi desesperación
adorar es poco
donde llora el árbol
que murió desgraciado sin saber
¡cuánto daría yo
por la sonrisa muerta del pájaro disecado,
por el brazo de una muñeca de trapo!
más poderoso que la espuma
más denso que la roca
y aquella sonrisa dada
como prendida con alfileres
así es mi deseo
la pluma olvidada en el vuelo de aquel pájaro
es tal vez mi lágrima y mi llanto confundidos
¡oh utilidad del tiempo que se pierde,
mientras las puertas se abren!
quiero tener la agilidad de los cielos
para saltar de mi vida a tu vida
y romperme enloquecida
contra el mundo el cerebro
quiero adormecer esta Noche
que se agita en mí
como las membranas perdidas por los pájaros
el mundo se forma de un largo adiós
porque nunca llegamos a ninguna parte
quiero dormir
no importa que mi corazón sirva
de ladrillo en las calles
si un piano canta a lo lejos
si el llanto se vuelve lluvia
y cae
no importa
¿no ven?
he empezado a bailar descalza
Belkis Cuza Malé
Nació en Guantánamo en 1942. Obra poética: El viento en la pared (1962), Los alucinados (1963), Tiempos de sol (1963), Cartas a Ana Frank (1966), Woman on the Front Lines (1987), Juego de damas (2002), La otra mejilla (2007) y Los poemas de la mujer de Lot (2011).
De Tiempos de sol (1963)
I
¿Hacia dónde la mano se mueve
en virtud de señales
que le alarguen su sueño?
Hay cierta claridad insatisfecha
en las márgenes abiertas
de los ríos
pletóricos de gentes desvirtuadas
con la ropa
transparente de miserias,
y los labios apretados
haciendo muecas insolubles
de veneno.
Entre ellos estoy:
clavado en la pared invisible
del invierno,
sosteniendo a los que caen,
alterando la conjura del tiempo.
¡Dadme una mano!
Comprendan que la luna
tiene un solo ojo,
que hay raíces profundas
en mis ropas,
y manchas de colores
en las cimbras del planeta.
En este hoyo insondable
del mundo,
la cara del viento está muy roja,
como avanzando
en una marcha sin camino,
y trotan mil caballos a la izquierda
y cien mil relinchan a la puerta
descompuesta de este infierno.
La mano que ha perdido el cuerpo
se recuesta a la altura
del techo
y llegan a los ojos
y a la firmeza de los muertos
en combate,
contra esta saliva que nos cubre
y empapa el cerebro.
La tierra posee al hombre,
y a todo lo que palpite
en un círculo de fuego
espeso.
III
Lloverá la paz:
agua de mármol y de incienso toda,
que cubre el pecho de la tierra seca.
Sobre la cabeza del buey color de piedra,
sobre las raíces de las estrellas,
sobre la espina dorsal de la mesa,
sobre la onda y la grieta,
lloverá la paz,
y se ahogarán de frutos siderales
las cosechas,
y la espuma del mar
formará huracanes y gotearán palomas
de las cuevas.
Lloverá la paz:
el día durará
lo que el viento tarda en recorrer
el espejo.
La paz lloverá
sobre la cara cortada de la guerra.
Así sea.
IV
De quién es esta boca
que no dice nada?
De quién son estos ojos y estas manos?
Acaso las trajo el aire?
Estos ojos y esta boca y estas manos
pertenecen a la sombra del tiempo;
son producto de un árbol subterráneo;
son líneas verticales en la arena.
¡Y están heridas de un silencio húmedo y extraño!
Hacen falta
cien bocas,
cien ojos,
cien manos,
y romperemos el sonido en palabras.
Pido la semilla
para ir a sembrar en la doble curva del tiempo,
este silencio que hiere
la palabra.
V
No puede el mar tragarse todo el cielo:
la niebla ruborosa
entume la arena,
y no le quedan al hombre
más que sus brazos
y un puñado de anhelos
con que comprar ventosas de hierro.
Esta lengua
también forma parte de la ciudadela.
Yo regreso de
un lugar a donde no llega
el olor seco de una rata.
Confieso
que el futuro está muy cerca
para adentrarse en mis ropas
como un muerto.
Mis cabellos
son lo único que tengo:
mis cabellos
y una cruel inocencia
en la mirada;
que a veces me turba y acongoja.
Es que el tiempo
no transcurre de este lado?
VI
Tengo tanto que decir
que empezaré relatando
la simetría roja de mi cara
que a veces quiere asesinar
mi frente
y trasponer los límites del alba.
El hombre sostuvo
la guerra:
yo fui a recoger mi cuerpo
tendido en la parte alta del tiempo.
Luego el siglo
(que no tenía cien años, sino mil muertos)
compuso a su manera
una nueva figura equilibrada
a la época.
De ahí surgieron sombras blanca
en mis dedos
y mi techo se llenó de goteras
hasta inundar el aire
de recetas amargas.
El hombre no zozobra
porque no tiene tiempo para ello.
VIII
No toquen cornetas a estas horas:
dos pies andan, andan por el mundo
dos pies sin intestinos,
dos pies,
dos pies,
y un árbol gigante
en una mano.
No llamen al hombre a hacer la guerra:
dejemos que mañana
(mañana no es futuro)
se tumbe a descansar el río
en el agua.
No convoquen al sueño en asamblea:
el vaso de cristal rompe el nido de aves.
Este no es mi pueblo
(a él vine en un huracán de madrugada);
y este sol es el mismo
que quemó mi voz derramada
en la ventana.
No toquen cornetas a estas horas.
No llamen al hombre a hacer la guerra.
No convoquen al sueño en asamblea:
y todo porque el perro
no muerda la campana.
XIV
La retina del agua en mis zapatos
oxidando al toro en su forma más humana,
me lanza en la vertiente norte del
espacio.
Llueven siniestras soledades
en mi mano.
Todo no es igual,
ni el invierno enquistado en los ojos,
ni la lucha del insecto por ser hombre.
Ya nada puede, ni debe tener
la solvencia amarga del ciclón
aplastando al cuerpo
junto al banco verde del parque.
Has de ser distinto,
distinto,
porque afuera crujen ramas
y no hay árboles;
hasta yo misma he cambiado
y hay una súplica de pájaros sangrantes
y desposeídos de sus alas.
A tientas recorro la parte oscura
del agua,
y doy vueltas alrededor
de esta calle que no conduce a ningún lado.
Ya cesa la lluvia
Y me voy a liar con esta voz
el dulce canto del gallo.
XV
Fue ayer,
manchas de sol asolaban la hierba del océano,
la calvicie incipiente de la piedra
entre la rugosa piel del valle
latía, como un pulso intermitente
de dos bocas.
El mar dormía entre los brazos
duros del hombre,
y una sonrisa azul bañaba la costa.
Vino el huracán de otro mar
hecho de raíces y hombres
comidos por el fuego,
y lentamente como hace siglos
la tierra se descongelara,
el mar se sumió en la guerra
contra el hombre:
le arrebató el sueño y fue a tenderlo
en una oscura sabana,
a donde solo llegaba el abismo
como una telaraña eléctrica,
le ahogó en su geografía aventada,
le sumió en la soledad del tiempo,
(el hombre no conocía entonces la tristeza),
le echó del edén y adoptó la serpiente como escudo,
(crecían allí manzanas como bocas incendiadas),
y ahora el hombre
construye un océano con sus brazos
hinchados de trabajo.
(Ya el hombre no tiene
por qué regresar al mar).
XX
Conocía su nombre de ocho letras sacras
formando hilos de rocas.
Conocía el meridiano del trueno sin el rayo
que a veces rozaba la cara de un cometa cristalino.
Conocía la figura pura
del niño muriéndose en el ojo mineral del juguete.
Conocía las puertas cerradas a empujones por el aire,
suelto en un rocío de veneno.
Conocía a la mujer
que ahuyentaba con su risa al huracán,
en la periferia del invierno.
Conocía la pala dorada del ave
abuchando entre sus alas el resplandor surgido
del eco.
Conocía todo lo que por razones gramaticales
ignoraba la curva cóncava del vaso roto del mantel.
Conocía lo que hubo escondido en el átomo
cuando era indivisible el tiempo.
Conocía lo que existe y lo que no existe,
lo palpable y lo impalpable,
esta forma y otra forma.
Conocía
la extensión del hombre sobre la Tierra.
XXI
El planeta a donde solo se conoce
la mancha rota de la nieve
sobre la frente del invierno,
ha dejado escapar la luna que nunca
estuvo prisionera.
En la muerte no existen testigos
que impidan su larga presencia disociadora.
En el letargo del arado,
el buey es un ancho pozo de semillas sin sembrar
en la arena de los ojos.
En el hombre recién nacido
la noche no produce el símbolo del miedo.
Yo le pido a la Tierra
que libere a la Luna.
Yo le pido al hombre
que libere a la tierra del ladrido
cimbrándole el rostro.
XXIV
El cañaveral se ha dormido
en los párpados de una serpiente blanca.
Silencio: que no trote tu corazón
caballo de plata.
Silencio: que el abuelo materno del otoño
no desprenda tus ramas, árbol clavado en mis venas.
Silencio: que el tigre no ofrezca
sus colores geométricos al rayo de metal.
Silencio: que la hierba no crezca
en las venas rojas de este año.
Silencio: que el huracán no desprenda
sus pestañas lumínicas.
Silencio: que el niño ahogue su llanto
de tres sílabas, en la ola dorada del alba.
Silencio: que los cuernos no se adelanten
en la carrera, al venado.
Silencio: que el invierno no recoja en su pala,
la cabeza rota del ganso.
Silencio: que el hombre no vague entre las laderas
escarpadas de la prehistoria.
Silencio,
que por una vez duerma el cañaveral,
y no el hombre.
XXIX
Hace tanto
que camino este siglo,
y oigo pasos en mi ropa
como muertos que se duermen
con el agua de este pueblo
todo fiera y todo valle.
La noche tiene olor a pan recién sembrado,
me escondo tras la escalera,
llamo
y no responden.
Un ciego roza la calle con sus ojos muertos
en este siglo en que yo ando.
No he vuelto a ver a mi prima.
Habrá crecido su llanto?
Hace tanto que
camino este siglo,
este minuto…
XXXI
Aquí llegué
cuando la serpiente tenía un olor a vino
agrio entre sus dientes.
Entonces en el pueblo había una casa vieja
cada año;
y teníamos que desenterrar a los perros,
muertos entre la cola blanca
de la luna.
Un pájaro verde posó sus alas
entre el fuego del rayo:
desde entonces el río se desangra
en mis brazos
como hilos de plata.
XL
Después
fue el fuego sanando las heridas del hombre;
la mejilla injertó en la nieve;
y el cono blandió relinchos de agua
en los ancianos de todas las calles.
Yo,
(que era parte de mi ropa y mi sombrero negro)
y tenía guardado en mis bolsillos[5]
estrofas cortas de estos últimos años
de guerra,
vistos entre el viento espeso de mi casa;
fui a sentarme
junto a todas las noches,
junto a todos los peces de cabellos blancos,
junto a un planeta marino:
junto a mi cara
desplazando raíces en las grietas del aire,
como un niño muerto
mientras contaba sus años.
Yo era entonces
el gemido plano del rayo.
XLIX
Por el rostro purulento del árbol
el río vierte
sus insensibles abrazos de agua,
trenzando
luciérnagas,
destrenzando
penínsulas blancas.
Al hombre lo encontraron
rompiendo con un hacha venenosa
problemas aritméticos,
en la línea recta de su cara.
El río es como un hombre
siempre inmerso en la tierra.
Siempre….?
Pío E. Serrano
Nació en San Luis, Oriente, en 1941. Obra poética: A propia sombra (1978), Cuaderno de viaje (1981), Segundo cuaderno de viaje (1987) y Poesía reunida (1987).
De Segunda novísima de poesía cubana (1964)
Velero mío
corta la onda del sueño
y penetra lejos
hondo.
Hay un reflejo de mármoles
y bronces
y las flores secas en el libro
y el paso
junto a la dulce sombra
que absorbe el canto
de la arena y los guijarros.
El humo del cigarro penetra
y la cómoda estrechez de aquella habitación
recoge la congoja del que huye.
Velero mío
yo dejo que se alargue
el sonido del día;
y la noche aprieta los silencios
de todos los niños que duermen.
Soledad.
En el ejercicio del viento,
la marea se asusta
de las manos rotas
y el sol allí
desnudo
y chilla a la ciudad.
De pronto
me descubro, precipitado en el tiempo,
repleto de funciones que todos se obstinan en llamar vitales.
La pregunta,
las mil cuestiones,
que al igual que alfileres abrazan mi piel,
no descubren más que un pedazo de tiempo ciego,
y un espacio torcido ocupado,
que no quieren
que no pueden
responder a la constante inquisición.
A pesar del viscoso silencio
lo adivino,
lo presiento,
y advierto
que solo poniéndole plazo al tiempo
y dándole forma al espacio
se cumplirá la misión
y pagaré el servicio de las funciones
que todos se obstinan en llamar vitales.
Es tarde la canción
y el beso
se quiebran en silencio
las patas del humo
y la sal del llanto
anda por el rostro
porque el tiempo reunió sus pelos
y frotó la piel cansada
Ayer
en el recuerdo
alcé las manos
hasta el pecho caliente del hogar,
semilla perdida
y la tierra renunció al arrullo
y solo el viento rudo
preparó la aurora.
La memoria
se cubre de metales fríos
y los lagartos con sus lenguas verdes
saciaron su ansiedad
en la tormenta.
Sin embargo el pan
y el dulce calor de aquel invierno
y la tendida oreja al susurrar
de los pelos encogidos del abuelo
y la risa maliciosa del tío Basilio.
El pan en la memoria
es la abuela
que frotaba harina
y luego el horno caliente
largas manos suaves
rostros amables
y entonces la familia…
a pesar de todo, madre,
está el gris
y una tremenda lluvia
y los rincones
y aquella maldita sensación
de siempre estar solo.
Madre
¿cómo es el beso
y la luna
y las pestañas del toro
y las mariposas que no lo fueron?
Y ya ves que siempre se regresa
es la memoria del pan
y quizás
si probásemos de nuevo…
hay que largarse al sueño
o tal vez
a una acción más honda.
Digo
que es necesario
que beba
del nuevo sonido.
Digo
que el verso
ha de ser más
que este lento lamer
y el aullido de perro.
Digo
que la furia
debe ser legítima y honda.
Digo
que morder el cigarro
y chupar el humo hasta ahogarnos
no es la mejor vía
para el canto que quiero.
Digo
más
digo que el canto
no es el tímido juego de esconder palabras
ni la esquela vacía, ni la fórmula vieja,
ni esperar.
Necesario, romper,
crecer,
amarillos y gritar hondo y lleno,
y un abrazo fuerte,
y preñar el aire de pequeños rezos,
y beber en los girasoles,
y llorar solo una vez
en el profundo cauce y alzar el tono
sin furia y detenerse y andar,
y la lucha de clases no es una frase
ni un lema
la bahía está llena de manos que se aferran
a la mía,
quiero oír el canto que anda en la calle,
el Quijote de España dolorida y pobre montada en un jamelgo
y Rolland escribió Colas Breugnon para mí y para ti,
y Las brujas de Salem no atacan la inquisición
sino al Maccarthismo.
¿entonces?
No justifiques el silencio
aférrate a la palabra
y canta.
Lilliam Moro
Nació en La Habana en 1946. Obra poética: La cara de la guerra (1972); Poemas del 42 (1989); En la boca del lobo (2004), merecedora del Premio de Novela en Madrid, España; Cuaderno de La Habana (2005), y Obra poética casi completa (2013).
De Segunda novísima de poesía cubana (1964)
Casablanca
Mientras la tarde enmohecida nos llega
con su no sé qué de extrañas maniobras envolventes
un haz de sombras enceguecedoras
paraliza…
Todo. Todo se va disipando con esta tarde que muere.
Me da lástima simplemente.
Es tan sencillo ver morir las cosas
como si fueran árboles gimientes al caer.
No sé por fin dónde descansa el día
pero prefiero no dormir esta tarde
para lamentar todos los gestos detenidos en su forma
palabras sin decir voces sin ecos.
La vida —a pesar de sus explicaciones—
es un gesto, un minuto de duración perpetua,
tiranizados cuerpos entrelazados brazos
que lloran su vacío bajo el amor.
Hoy
no quiero definiciones
solo palpar las cosas
que me penetran duras atmósferas crujientes
como esta gente que me cruza y no conozco
como esta canción que traspasa
lejana imperceptible marejada de ecos:
“Casablanca…”
todo se me avecina como dolientes notas
no podría
sin embargo
qué destrucción nocturna
de ajenas notas desprendimiento humano
vacíos pavorosos tras los pies inseguros
crujientes barcos densos que devora la noche
esperanza baldía voces de eternidades
mientras pasan las notas
calladas
destructoras
Es como un eco ciego de mecánico ritmo
que desconcierta, agita y devora el instante
para arrojarnos luego desesperados
rotos
mientras la noche llega con buitres en los ojos
un niño solo llora de tanta noche…
Ya no descanso ahora
no pienso ya
recibo:
…voces estruendo humano gritos huecos vacíos
soledades extremas árboles desprendidos
autos que se deslizan transeúntes de espera
histéricos silencios ojos que ruedan solos
canciones casas niños rostros eternos siempre
Las luces que comienzan decepcionan la vida
como la mano sola que se quedó sin nadie
extraños desprovistos de mi terror oscuro.
La calle es mucha calle para mi rostro solo
y una canción me sigue]
mientras mis manos guardan el aire que
se esparce
La noche aguanta espumas de incontestable tarde
Mi amor camina solo
Mi amor me espera triste
mientras la noche pasa sin responderme apenas
“Casablanca” me llega para extinguirse dentro
como los fuegos húmedos,
yo añoro la sonrisa de un amigo sin sombra
por nuestra calle eterna mientras
el canto estalla
Mi vida
es una larga sucesión de esperanzas
recomenzada antorcha de luces consumidas
emergidos cadáveres que surgen del recuerdo
contorsionando el alma
mientras los dedos bailan
esta canción ajena
lejana
indiferente…
Hoy
mientras la noche llora su agonía de sombras
hay un terrible afán de búsqueda imprecisa
decepcionados gestos, precipitados actos
y el no saber qué aguardo en la mirada
El día es bello
pero la noche es humana, humanamente sola
como los eternos seres que buscan el amor
cuando la garra oprime el alma sola siempre
El tiempo
justificado enterrador de instantes
anda bajo la noche llevando los recuerdos
desbaratando el alma,
mientras tus brazos
tejen su red de gestos en mi mente
y una sonrisa busca
la excusa elemental del momento.
La noche
es tan terrible y tan humana
tan parecida a todos, que horroriza
desmantelados rostros de voces nunca abiertas
brazos desesperados gimiendo su vacío
La noche avanza en ti, desconcertante
para tragar mi pánico disuelto
con su espera habitual de gritos secos
que emigran solitarios
al desierto insondable de la noche
Hoy
me hace falta tu palabra
como cuando aguardaba el nombre exacto
los ojos esperados
o el rescate diario de las horas
Solo tu mano, única
para llenar el hueco que la existencia deja
en esta noche noble eternamente sola
Hoy
me hace falta tu palabra
en la incontestable pregunta del silencio.
El mar y nada más.
Luis Cernuda
Solo los ahogados han ido más lejos.
Mercedes Cortázar
Estoy en esta orilla de aguas tristes
donde el mar no es más que un nervio sobresaltado
que se complace en ahogarnos con su ruido.
Es inofensivo, el terrible distorsionado mar
plagado de todos los adjetivos
que el hombre impone por saciar su angustia
Incontestable mar, ahogado azul
golpeado por las rocas,
tu dolor es tan mío —te diría—
pero esto ya no es más que una mano
cerrada entre las sienes
un escalofrío de escombros.
Tu rumor
ese sollozo eterno que ha inundado
tus playas ávidas de crecer y retirarse
con la admisión de los derrotados
qué grande es tu grandeza
que acepta los matices que los hombres te imponen
Tus aguas se repliegan
como cansados gestos ahogados en esfuerzo
y yo te miro ahora
desde mi embarcadero de tristezas
para asumir un tanto
y compartir nuestro salitre
juntos.
Las imágenes rotas
III.
Extendidas raíces penetran el silencio
como en los peces muertos las aguas venenosas.
Los días
son compactos bloques de ideas
huidizas acciones
ademanes gastados que nos igualan
mientras nos despedazamos en el amor
rostros abiertos a la noche sola
rostros igualados por tantos rostros
heredadas maldades, nobleza disecada
y el amor
común aspiración que da el vacío
que va como la muerte a perpetuarse.
XI.
Mientras en la calle todo el mundo sostiene
sus preocupaciones habituales
me sorprendo al sentir mis manos
como innumerables gestos en espera.
Ellos no pueden comprender
que veo en sus caras un hombre anterior]
muerto en Hiroshima
con eléctricos sonidos en el cuerpo,
que veo en sus ojos
al deformado por las pirañas
a la orilla de un río en Venezuela,
o al aún no llegado
el niño ahorcado de Viet-Nam,
demasiado pequeño con su soga
demasiado pequeño para el viento.
Mi rostro
es una congestión externa
por este jazz sonámbulo
que rasga
porque imagino que lo baila un negro
carbonizado en Alabama,
porque es terrible un disco de cenizas
con un gemido musical,
y anuda mi garganta
con su grito
mientras los autos corren fríamente
y el día ensaya sus muertos.
Gerardo Fulleda León
Nació en Santiago de Cuba en 1942. Fue fundador y sub-director de las ediciones El Puente. Obra poética: Algo en la nada (1961). Ha publicado poemas sueltos en La Gaceta de Cuba, en la revista Unión, en el El Corno emplumado, en el Semanario Lunes de Revolución, en el periódico Prensa Libre, en revistas digitales y tiene dos libros inéditos: Nostalgia de Troya (1986) y Tragedia mal contada (2003). Se ha destacado fundamentalmente como dramaturgo y entre sus obras se destacan La muerte diaria (1959); Cal en las tumbas (1961), 3er premio en el primer Concurso Nacional de Teatro Cubano del CNC (1962); Aquel verano (1962), mención en el mismo concurso; Los Profanadores (1968); Plácido (1967-1975), Premio Concurso Teatro Estudio 1982; Ruandi (1977), Mención Concurso La Edad de Oro (1978), Premio UNEAC al mejor texto, (1985), Premio Rubén Martínez Villena (1986), Premio Pelusin del monte –UNEAC- (2009); La querida de Enramada (1981), Mención Concurso UNEAC (1982); Provinciana (1984), Premio Concurso La Edad de Oro (1985), Premio La Rosa Blanca (1990); Chago de Guisa (1983-1986), Premio Casa de las Américas (1989), Remiendos -El otro Javier- (1993), Premio Terry de Dramaturgia, Festival del Monologo de Cienfuegos, 2007; Lengua de Coco (1994); Remolino en las Aguas (1996); Betún (1999); Voy por cigarros (2005); El patio de los azahares (2011); La pasión desobediente (2013). Algunas de estas obras han sido llevadas a la TV y la radio.
De Algo en la nada (1961)
El por qué
No preguntes qué eres
si
no sabes por qué existes.
Trata de hallar
la verdad.
Analiza el absurdo.
Busca en la nada.
Eres hombre.
Abarca todos los seres.
Las algas marinas
son plantas.
El por qué?
Búscalo.
Aclara tú.
Llegarás al principio.
Te asustará
la idea de saber
que…
Soy… Dices.
Tan solo existes.
Como el aire en el espacio,
que viene,
pasa,
lo sentimos,
pero no queda.
No perdura ni el contacto
de su roce.
Luego… Nada.
Pasarás así.
Género, título, ser…
No me preguntes.
Bullicio
Saldré a la calle.
Me entregaré a su caos.
De gentes apuradas,
agotadas.
De autos y edificios
enormes.
Caminaré por una
y luego
por otra acera.
Miraré a los demás
o a cualquier vidriera.
Me fundiré
en la música mecánica
de los pasos.
Tocando
una marcha monótona
con mis pies.
Pasarán sin verme.
Me detendré
quizás, en una esquina.
Pediré
un mapa de viaje
o una revista.
Ambas cosas
llenarán mi alma
de la alegría
que produce lo distante.
Lo que no vemos
todos los días.
Al rato he de apurarme.
Los oficinistas.
Los obreros.
Los colegiales.
Hombres y niños
invaden la ciudad.
Es mediodía.
Yo que he venido huyendo
del infernal ruido
que hay en los bajos
de casa.
(Al fin están arreglando
la acera.)
Me doy cuenta
que formo parte
de este bullicio.
Publicidad
Largos parlamentos
leídos al azar.
En una guagua,
en el cine
o sabrá Dios en qué lugar.
Ligar uno con otro.
Como el ron
con la “Coca”.
Y seguir con la idea
ya sin ningún atenuante,
repetiré,
como actor de buena memoria.
El jingle,
el slogan,
el refrán,
será un caramelo
con dulce de jalea.
Lo masticaré
entre mis dientes.
Al comer,
beber,
o al ir hacia el baño.
No durará mucho.
Tres,
cuatro,
cinco semanas
o meses.
Después hastiará su ritmo.
Y vendrá otro.
Como cuando no gusta
el “high-ball”,
se toma seco el wiskey.
Pero se sigue tomando,
se sigue aprendiendo.
Nadie por eso va a detenerse.
Chico comprensivo
Cuando era chico
comprendía la muerte.
Mejor dicho,
sabía cuál sería mi suerte,
después que la casa se llenara
de gentes,
que llorarían y gritarían.
Haciendo llorar
a los que no sentían deseos.
Sabía que en el cielo
había paraíso
e infierno.
En la iglesia,
iba los domingos a misa.
Me decían
que si era bueno,
iría al cielo.
Mas entre las muchas cosas
que no comprendía,
estaba el nacimiento
de un niño.
Hoy ya lo sé.
Mas ahora
que sé qué es la muerte
y entiendo su existencia.
Es cuando menos comprendo.
Cuando sé que solo hay tierra
bajo las huellas que mis pasos dejan.
Cuando imagino
que no habrá más sol,
ni paseos por la arena.
Nace en mí el deseo
de no saber
que la muerte existe.
Y quisiera ser
de nuevo un chico,
para poderla comprender.
Georgina Herrera
Nació en Jovellanos en 1936. Obra poética: GH (1962), Gentes y cosas (1974), Granos de sol y luna (1978), Grande es el tiempo (1989), Gustadas sensaciones (1996), Gritos (2003) y Gatos y liebres o libro de las conciliaciones (2010).
De GH (1962)
La culpa
Pero, mira…
es que, me siento culpable
de tanta noche suelta entre los días,
de las estrellas ciegas,
de la luna incompleta,
del mínimo crecer de las hormigas.
Quizás injustamente
me he sancionado a hablar con el otoño,
a hacer mi casa en las raíces viejas,
a sentir y doler con mucha prisa.
La soledad, trepada a mis espaldas
con su látigo helado me fustiga;
Si intento rebelarme,
con voz huracanada y fiera grita:
“Culpable de las tardes desangradas,
de las piedras inmóviles, del cielo
por la noche, de los muchachos huérfanos, de
noviembre sin sol, de la llovizna
espesa y pertinaz, del pie sin dedos.
De todo lo inconcluso y deformado”.
Entre sollozos digo: Arrepentida
y una voz de relámpago responde:
“Perpetuamente vas hacia la sombra;
la llevas en la piel, por ti camina.”
Es muda la tristeza
Si pudiera acostar sobre la tarde
así… doblada
como una cinta vieja
esta tristeza larga y,
suavemente,
como si fuera una niña
de mojado cristal, mecerla.
Y ya casi sin voz, solo en susurro
decirle:
“El sol es bueno, la ciudad es buena,
es buena gente esta
por la que ahora existes
y la lluvia y los parques y los
no sé qué cosa…”
Ah…
si mi tristeza fuera solo de peluche
la guardara
en un recodo de mi sangre mansa
y cuando
en pequeñísimos llantos prolongara
la íntima pureza que sostengo
contra todas las cosas,
allí ponerla. Quieta y suave.
Pero ella…
esta tristeza mía, tan de nadie;
que nadie entiende, que no sabe nadie,
que a nadie digo]
es toda abstracta, muda.
La sombra
Si acaso un algo
pequeño, seco, elemental y duro,
como un mural de sombra incomprendida
ha de alzarse
entre la gente y yo.
De nuevo y para siempre
hago causa común junto a la sombra.
Ella no engaña nunca,
acude a su hora
con esta
mi múltiple costumbre de no ser.
Imaginaba
Siempre imaginaba que el domingo
tenía algo grande contra mí;
aunque,
nunca pensé que fuera esto
denso, afilado,
desesperadamente horrible,
abierto
que persiste y estalla donde sé.
Yo siempre había pensado despertarme
el día marcado, pero
no a la hora;
así fue. Cuando
ya ni el mantel será sobre la mesa
y recogidas están todas las camas
la tierra limpia y danzando el sol.
Ya desde el primer llanto había pensado
tomar mi juventud desesperada
y echársela a las hierbas, si no fuera
que hasta las hierbas sus hojas me volvieran.
Todos los días
Casi no quiero que amanezca
y, cuando
pese a todo sucede,
me calzo los zapatos de andar triste
como un poco de tierra irremovida.
Luego de la ropa y el baño
todo este intenso miedo mío al alba
junto
a la caravana de sucesos míos.
Inevitablemente
necesito del mar al mediodía
para, mirando el agua
creer que tengo el cielo
a solo tres esfuerzos de mis manos.
Cuando atardece, llega
mi hora de morir a diario un rato
y velo mi cadáver, sin que nadie
entienda lo cerrado de mi cara
lo mismo que si llueve anocheciendo…
Y ya toda la noche,
primero riño a las estrellas, luego
toda luz interior apago y quedo
como quien nada tiene que perder,
ni lágrimas.
Cruzo los brazos a mitad del pecho
y contemplo en silencio mis montañas.
Cedro mío
Junto al costado izquierdo de la casa
crece mi niño vegetal; ya tiene
tres y media de veces mi tamaño y toda
esta cosa interior que nadie toca
y le traspaso en cada abrazo oculto.
Como no puede andar, siento sus hojas
que en los brazos del viento me acompañan
por donde quiera que en silencio ando.
Siempre recuerdo aquella tierra herida
por un afán de algo entre mis manos
para dormir entre ella la semilla.
Y luego
el verde despertar alborozado
sobre la tierra casi inadvertida,
y la raíz que se multiplicaba
y el modo de treparse por el aire
ganando altura, como un siervo verde
al que sus mismas raíces persiguieran.
Entonces
sonrío complacida; él está hecho
a la medida de mi pensamiento.
Reinaldo Felipe García Ramos
Reinaldo García Ramos nació en Cienfuegos en 1944. Obra poética: Acta (1962), El buen peligro (poemas, 1969-1986) (1987), Caverna fiel (1993), En la llanura (2001), Obra del fugitivo (2006) y El ánimo animal (2008). Recogió sus poemas en “Rondas y presagios (Obra poética, 1969-2012)”. Fundó y editó entre 2002 y 2008 la revista digital de poesía “Decir del Agua”, http://archivodda.com/
De Acta (1962)
Por cuanto:
1
Y como yo estoy muerto
entre mis nieblas quietas sobre mis claustros reducidos a mí
devorando mi pupila angular un manjar de silencios
me observa nadie
ni siquiera el espectral reflejo en que me estudio
alcanza a continuar mi irracional concepto entre sus reglas
luego
me introduzco en un océano fétido constante
que me arrulla
y sus cuprosas aguas no logran mi pecho
ni mi espalda
toco los abrigos de la noche
y minucioso arranco sus velos polícromos[6]
—desnuda ante mi hastío—
ningún sentido extraño llega a oírme
cuando me tiendo en un sitial de espumas
a aburrir mi razón
brotando mis crueldades de época hacia lo inhabitable
o más bien mi sinopsis enjuta
porque yo estaré muerto en mi losa de arenas
mientras el viento esté
y sin embargo entonces
una débil andanza entre las líneas recias que persisten.
2
Mi exhibición como un eterno devenir de engaños
traído por mis escasos días
hacia el agobio antiguo de la estructura misma de mi espanto
me he abandonado al viento en medio de un vacío
—pero no más que un hombre
trazado a pinceladas muy lejos
donde
ni siquiera es posible suponer la imagen
que ardía de mis dotes hastiadas—[7]
nada de extraordinario o de improviso
soy cual un intento oscuro entre mil soles
una armazón de perfiles extraños
extraviada
hacia un sitial remoto en que crece insistente
sobre ocasiones plenas mi esperanza.
5
En la altiva penumbra
prometida una sonrisa tensa y mi dialecto
he hablado y he dicho rebuscando mi palabra inaugural
inadvertido
me ha narrado un ritmo de montañas
su repentino vuelo ante mi pérdida
o tal vez en el camino que regresa hacia todos los sitios
acaso en el espacio virgen
—ávido vacío de mi sombra—
había muerto desde el primer momento
dijo
y ahora no más ruido
nada de tormentas cansadas sobre el aliento humoso
traeré pues un desfile de astros
un tropel de miradas a iluminar mis hombros.
8
Creciendo persistente
desde todos los ejes una fuerza obsesiva
viola mi enervante indolencia
—tajante sobre su eco inmóvil—
porque su llanto cunde torrentes sin alcance[8]
araña los desiguales muros
que sueñan sus viajes incosteables a la piedra
por conjugar espacios
la muchedumbre puede aminorar su ronroneo
su abrazo simplemente
y los ávidos vientres del rincón múltiple en el aire
y mi ilusión audaz
se desempolva entre esas ruinas justas.
10
En el confín alucinante de calles indecisas
y filamentos tenues
una vaga presencia de senderos vacíos
brota entre lumínicos contornos hacia el oscuro lecho
en que no se difunden
siquiera se perciben los rumores rígidos
dos alientos se tienden de infatigable sueño
al revés de sus sombras
dejan furtiva huella de sonrisas calladas[9]
tras sus membranas nórdicas una savia de incendios
se consume
y persiste el vacío
en su lamento endeble una secreta urgencia se destruye[10]
algo
como una seca decepción de cabizbajo gesto
ante el sórdido tiempo.
Acta:
Ya dentro de la noche
los ruidos vienen y se duermen en mí
que callo
por vagar como viento entre las ramas verdes de las plantas
esto que sé sucede
no me atrevo
o quizás mi voluntad que discursea no ha crecido
me recuerdo embriagado en mí mismo
perdido
percibiendo y latiendo en mis reacciones
pero lejos
—distancias que mis artes imponen a mis luces
luz tan natural como del sol
tan calurosa como esa de la fogata gimiente en mi horizonte—
porque yo me elimino
una extremidad extraña que me surge del pecho
construye de histrionismo
ciertos
pesados toldos negros que se ruedan
mas no por mi albedrío
sino
—tan enorme es el sitio en que me instalo
cumplidor de lo físico—
en miles de raros prendimientos que ahora necesito
pero encuentro una lágrima en los días
—larga, salobre ausencia—
convicción plena de no saberse
siquiera conocer lo sabido por los demás tan cerca
muerdo entonces mis rebeldías frágiles
agonizantes
porque se me desmayan en los brazos las ansias de sostener
o de guardar en mi diseño
la temerosa construcción de ensueños con cal de convencerse
que duelen en mi lucha
—combate alucinante contra efluvios
de cambiantes contornos—[11]
y me agoto
y quisiera desnudar mis piernas
abonarlas de tierra
o al aire
en fin, naturales tactos
para fortalecerlas
e irme sin pertenencia alguna
o detenciones en el curioso espanto
muy fuera de esta sombra
—realmente, palpable trecho que se mida—
muy aparte de mi misma confusión
—espacio inundado en que lluevan mis tiempos—
para evocar
algo como una declaración de un par de palabras
ante el hermoso hecho de existir.
Notas
La marcha de los hurones
[1] En la Novísima poesía cubana (libro editado por El puente en 1962) aparece la errata “albores” en vez de “labores”.
[2] En Relato aparece la errata “expiación” en vez de “expiración”.
[3] En la Novísima poesía cubana aparece la errata “faces” en vez de “fases”.
El largo canto
[4] En el original: “las notas de Schumann / los discursos de Lenin”.
Tiempos de sol
[5] Respeto la forma “guardado” del original, en vez de la gramatical “guardadas”.
Acta
[6] En el original: “y minucioso arranco sus vellos polícromos”.
[7] En el original: “arpía de mis dotes hastiadas—“.
[8] En el original: “porque su llanto cunde torrentes insostenibles sin alcance”.
[9] En el original: “a través de sus sombras / una furtiva huella de sonrisas calladas”.
[10] En el original: “en su lamento endeble una secreta urgencia”.
[11] En el original: “combate alucinante contra vapores de imaginativos contornos”.
Vea también: Mercedes de Acosta: ocho poemas de “Imposeída”
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