Edición 43
Fabiola Acosta: poeta colombiana
Existencia
Para volver a ser lo que fuimos debemos
alimentarnos de luz y relámpago
revolotear en el ojo de Dios
sumergirnos en cataclismos
embriagarnos de mañanas ardientes
sentirnos selva
tierra
gritar la historia para no repetirla
Para volver a ser lo que fuimos debemos
crecer por dentro como luz filtrada en el dolor
Devorar los días para blanquear la memoria
Conocer el llanto de las estrellas
dividir un relámpago en las venas
Volar cometas con brazos de colores
y luego sentarnos a mirar cómo la tarde va guardando el sol en un bolsillo.
Dios de pájaros
Me habitan voces
árboles florecidos
mares lejanos
seres negros y blancos
Me habita una niña vestida de río
un disfraz de mariposa
una risa de acuarela
un perro cómplice
Me habita una tarde de ojos amarillos
calles talladas en los huesos, un impulso
un miedo que pestañea cuando da la espalda para aprender a morir
Me habita un amor de espinas
un canto suave de cuna
eucaliptos bañados de silencio
el alma del vino
un sudor verde en la sombra
una aguja cosiendo una lágrima
un siglo revoloteando en las manos de Dios
un rostro
una vida
el mundo y sus plegarias
un relámpago libre
una noche de centellas
una conciencia sin espantos
un placer amargo
la rabia
el perdón
un corazón de historias encerrado en la tierra
un espíritu de pantera
Me habita un pueblo de párpados cerrados.
Ciudad olvidada
Lo que ves no es mi ciudad desteñida
No son mis aguas derramadas
No son mis silencios
No son mis guerras
No son mis cenizas
Lo que ves es el miedo
Un miedo de clavos que va por dentro
Un miedo que se alimenta de una ciudad seca
que traga árboles
que construye tumbas sin nombres
y le reclama al dolor sus hojas secas
Lo que ves es el tiempo vencido
petrificado y fatigado en un cuerpo
recogiéndose en la garganta.
Lo que ves es tu sangre vestida de hielo.
La suerte
Hay días que despertamos congelados
Todo calla dentro de nosotros
No hay tiempo ni cielo
La tierra es una cáscara de frío
Todo se acumula como una saliva endurecida dentro de la sangre
Un misterio nos acecha
cruza de prisa la senda
Surge un esfuerzo por sobrevivir
Somos un dado que cae en las horas
Todo va hallando su suerte
La ruleta gira en la cabeza del mundo
nos lanza a un número no deseado
Persistimos y volvemos a jugar
El sol siempre sale de nuevo
remendamos estas alas de trapo
sentimos que no somos una mentira
El día nos zambulle en su boca de hoja
mece este cuerpo
y nos cuenta otra historia.
Tarde de papel
Vuela el tiempo en las alas de un alcatraz
Vierte su fragancia en una tarde de olvido
Respira suavemente
Se detiene en la cortina de los ojos
Entrega sus manos blancas
y su herida de espina a la tierra
Vuela la tarde heroica en la cintura de la tierra
Un olor a mango se extiende
La tarde apoya sus ojos amarillos
Su cabeza lánguida se asoma por la ventana
El pasado cae en la frente
suelta el olvido
Una niña en medio de la lluvia recolecta pájaros de papel
El tiempo trae la imagen sin voz cargada de polvo
Es una tarde profunda de ojos antiguos
Juega a ser Dios
Se pierde indiferente con su ojo metálico
y su boca de arcilla
Al otro lado, vaciamos las horas robadas
en una vasija de barro que pronto caerá de las manos.
Esencia de sal
La muerte tiene ojos de cobre
y una sonrisa azul
Reposa en el lado izquierdo
Se detiene en los astros
Respira su esencia de sal
Bebe el fuego de los fuertes
La muerte viene vestida de melancolía como viejo artista
Un olor a canela la circunda
Tiene dedos perfectos
Su alma es una roca de cristal donde gesta
la verdad de lo que somos
Dolor
Brisa
Danza
Vive como un dios desconocido y antiguo
Una red de peces rojos la acompaña
La muerte es ángel sin sombra
que lleva en la punta de sus alas un dardo.
Luz y sombra
Todo es igual en esta caverna de voces grises
Un golpe de silencio sube lentamente por las costillas
y abandona sus hojas metálicas en este espacio
La tarde extiende sus largas pupilas
Una furia de remordimientos abandona su veneno
Vestigios en el cuerpo
Piedra
Tiempo
Todo forma cuevas insondables
Todo descansa en las manos como un rayo, mientras mariposas de lata circulan sus alas en el túnel de lo desconocido
Se congela la mirada
Y
la voz queda
araña un grito
Todo es igual
Todo corre
Sonríe y nace en una fiesta fría en una sábana de sal
Total, somos luz y somos, sombras
fuego y ceniza
Vino en la lengua de los días
Nada aquí nos pertenece.
Virgen de fuego
Mirarte
es jugar a hacerle cosquillas a Dios
es sorprender una luna de seda alargada en tu sombra
Navegar por paisajes innombrables para tocar el alma húmeda de los ángeles
Es sacudir la fuerza del aire en una mañana de abril
es sentir una cascada desde lejos y ver cómo los árboles te abrazan
Mirarte
es ver el fuego de la lluvia
es resucitar en un cuerpo de hierba
es ir despertando en medio de una tarde roja.
Ceremonia blanca
El sol se abalanza sobre la tierra
Se deja caer entre sus pechos de piedras y gestos
El sol mezcla su aliento de horas en el ombligo de la tierra
danza en una ceremonia salvaje, dejando un sonido de pez
Se acerca tímido a sus músculos de roca
La tierra se abandona
Le muestra su sexo de hierba
Siempre le espera tendida en sus ramajes.
El sol se agiganta
Se extiende en brazos blancos
Se inclina
Introduce su espada en el pubis de la tierra
y la deja con ansias de nuevos amaneceres.
Biografía de parques
La noche cae sobre el parque
Una electricidad roza la lámpara del deseo
Los cuerpos se miran
Desabrochan las estrellas
Olvidan
Traspasan el espejo del ojo humano
Se diluyen en el espacio
Las siluetas se enlazan en las sombras
Sonámbulas, juegan con el miedo
Mares atados se sueltan en la lengua
La piel cae desmayada ante los dedos ebrios
que viajan por la ropa
La sangre tambalea
Delira
El mentón tiembla y los brazos abatidos caen como ramas sobre la espalda
Al final el fuego consume los huesos
Un pájaro observa
Los enamorados germinan heroicos
Juegan a mirarse
La luna se coagula en sus ojos amarillos
Se burlan del mundo desde ese retazo de tierra, lugar de huéspedes errantes.
Profecía
Hay un calor en la ciudad que hace convulsionar la tierra. El sol afila sus colmillos en los tejados desfigurando el tiempo, sus garras se incrustan en la piel impotente. Es la hora profunda del infierno. Los seres se derriten, el maquillaje rueda por las mejillas, las miradas arden.
El sol dejó escapar su espíritu en el cuerpo, su fuego rueda por dentro, destornilla los sentidos, reseca la garganta, asfixia. Una tempestad de sudor rueda por los cabellos, se estaciona en los labios resecos y desolados, hincha el tórax, agita la sombra.
El sol nos mira con su ojo rojo, arroja un rayo torturándonos, sabe que nunca la maldad de la humanidad llegará hasta él.
Es el vengador del mundo, vocifera una voz en mi oído mientras me dejo caer en una esquina.
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Noticia Biográfica
Fabiola Acosta Espinosa (Barranquilla, Colombia). Es poeta, autora del libro Al otro lado de la guerra. Sus textos han sido publicados en distintas revistas literarias y periódicos. Ha sido invitada como poeta a diferentes eventos literarios nacionales e internacionales en Uruguay, Venezuela y Argentina. Es gestora cultural, tallerista y coordinadora de la Fundación Artística Casa de Hierro, desde donde lidera espacios culturales. Actualmente es presidenta del Consejo de Literatura de Barranquilla, ciudad donde reside.