Edición 46
Robinson Quintero Ossa: XVIII Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus
Mapa
Hay las calles que pasado un largo tiempo
volvemos a caminar
y que son a la mirada más amplias
más extensas
Hay las que volvemos a andar una tarde
–como las de la infancia–
que se hacen a la vista más angostas
menos profundas
Hay las calles que anduvimos ya en una ocasión
–no sabemos qué ocasión fue–
pero en la ruta
nada recuerda nuestro paso
Y hay las que paseamos por primera vez
y en las que nos estremece
el presentimiento
de que ya las caminamos
El doble
En el primer desvío que hubo a la vista
aburrido del mismo camino
mi doble
cambió de rumbo
Un doble que no se pierde
–alcanzó a decir
apuntándome–
es una carga:
me voy a pensar el camino de los árboles
me gustan las ramillas colgantes
de los arbustos de poca sombra
arderé al sol sin viseras
y después merodearé las tabernas
de las mesas entoldadas
Lo más que pudo se alejó
molesto de lo mismo
tomó distancia
Un doble que no se deslinda
que encima siempre el morro
–volvió a apuntarme–
es un pesado:
me voy a estimar la caída de la tarde
tal vez me detenga sin prisa
en la vista de los puentes
o corra detrás de las sombras de los perros vagos
De pronto espante a las palomas
Y sin dar vuelta atrás
sin hablar de reencuentros
marchó por su acera
más liviano que nunca
incluso más leve
Otra vez el doble
Le gusta a mi doble ir adelante –siempre lo cuento– marcando el paso, estrenando la mirada, las manos atrás enlazadas, como meditando el mundo. Caminando al frente, no tapa la vista, ni quita luz ni roba sombra. No obliga a seguirlo ni pide distancia. No muestra prisa, tampoco freno: es paciente e inadvertido.
¡Robert Walser de paseo!
(T1) Extravío
De niño, cuando despertaba con miedo, intentaba tocar con mi mano tendida en la oscuridad la pared junto a mi cama. Adentro los ojos abiertos, temerosos de mirar, y afuera la mano extendida buscando el asidero.
Como si desde el comienzo me hubieran abandonado en medio de la noche; como si viniera desde siempre extraviado de la mano de alguien.
Pintura con pájaro
Todo el color del lienzo es nieve.
Nieve sobre las cumbres, por las colinas, en los bajos tejados de la casa solitaria.
En el camino que se curva y que nadie recorre, nieve.
Y en el recodo de un río, un árbol pelado de hojas sostiene apenas sus varas.
Y sobre una de las varas una pequeña mancha roja.
Esperando debajo de un tejado
Me distrae la que cae de las nubes, la que muestra el sitio de la hondura, la que escurre la piedra, la que trae el viento,
la que alumbra las ramas del árbol,
la que vierte la teja, gozada con la vista, apurada de livianas causas, de humor suelto y claro.
La perrita coja
Arrastra la patica trasera, encogida y seca, la perrita coja en la tarde lluviosa, con medio aliento, con paso corto, última en la fila de los perros callejeros que pasan latiendo. Va timbrando la calle en tres patas, con ritmo entrecortado, y cuando el repecho se empina, a poco lidiar, tropieza y pierde el paso de la perrería distante. Entonces se echa cansada en un arrimo de la acera, los ojos achantados y el rabo frío entre las patas, lamiendo, una y otra vez lamiendo, la patica renga.
El poeta da una vuelta al barrio
Derrumbaron el viejo teatro
donde el cine soñaba la vida
y la humosa cantina esquinera
donde un piano
embrujaba las horas
–El alucinado parque enramaba
con luz y misterio el paseo
y el surtidor era otro piano
cuando el agua
nombraba las hojas–
No está el blanco edificio de escuela
con la luz ajustando sus puertas
ni sus grandes ventanas por donde
aduendadas
sonaban las voces
Ni el hotel que alumbraba la noche
con sus rojos bombillos y espejos
ni su terraza llena de visiones
ni el sucio aviso
luminoso
Ya nadie habla del baldío alunado
ni de ese otro baldío:
el cielo
Ni de la cancha pelada de grama
donde festejé bajo el arco del mundo
Otra gente levita los andenes
Nadie me ve
Nadie me reconoce
Soy un fantasma que silba el destiempo
en una calle fuera de esta calle
Y en la casa que anduve de niño
en sus sótanos quimeras
y patios
y en su baja fachada encalada
se alza ahora un sórdido edificio
Derrumbaron mi barrio de infancia
va mi vida de exilio
en exilio
Pasó la dicha como pasa un sueño
Sólo siguen firmes las estrellas
Todo va de invención a saudade
y a vacío
después de saudade
Soy el barrio que canta en el viento
Y soy el viento que canta en el barrio
Escena con lector
¿Qué lee el solitario hombre del parque
bajo el árbol cuyas hojas
son signos?
Lee en un margen del silencio
y perdido de vista
cuanto lo rodea
Me gustaría saber qué lo entretiene
en medio de la tarde que lee
tal vez de otra tarde
Pero paso casi en puntillas
evitando molestar
y sigo el camino que dobla en la esquina
también su página
Dicen que los que leen danzan
con una pareja invisible
El poeta da vueltas y vueltas
Leído de una sentada
sobre la mesa de mi cuarto
dejé La tarde de un escritor
de Peter Handke
Después de leer
caminar es seguir leyendo
Los carboneros hacen la luz
En los árboles opuestos tres pichones
pican el mijo
—pican el mijo como yo lo leído—:
cuenta Handke
en un pasaje de su relato
que en cierto momento
se acordó de un sueño que tuvo:
un libro
igual que un barco que pone velas
está lleno de signos
pero apenas despierta
los signos desaparecen…
***
Y doy vuelta a otra esquina
como quien da vuelta
a otra página:
caminar es seguir leyendo:
Me sentí
–cuenta Handke–
como aquel legendario pintor chino
que desaparece en el cuadro…
Los carboneros ya son sombra
En los árboles opuestos tres pichones
repican el mijo
–repican el mijo como yo lo leído–
***
¿Qué horas son?
En la calle es azul la noche
y a la vuelta de la esquina
la casa no está
Se hizo tan tarde que hay luz todavía
Camino a casa
Escucho todavía los cantos de la fiesta
y el bullicio del baile
y entre el ruido de las copas
las voces alegres de los amigos
La luz del alba está en las ventanas
Todavía no encuentro el camino a casa
Vea también: La poesía se burla de los poetas II – Robinson Quintero Ossa
Noticia Biográfica
Robinson Quintero Ossa es poeta, ensayista y periodista literario. Licenciado en Comunicación Social y Periodismo por la Universidad Externado de Colombia. Libros de poemas: De viaje (1994), Hay que cantar (1998) y La poesía es un viaje (2004). Ediciones Catapulta publicó en 2006 su breve antología de oficios El poeta es quien más tiene que hacer al levantarse, y La Universidad Externado de Colombia, en 2013, en su colección "Un libro por centavos", la selección de poemas Los días son dioses. Ha publicado libros de investigación literaria y de periodismo literario. Sus obras de ensayo son: "Un panorama de las tres últimas décadas" para el libro Historia de la poesía colombiana (2009), junto a Luis Germán Sierra, y Libro de los enemigos (2013) “Beca de Creación en Ensayo, Alcaldía de Medellín 2012". Como director de talleres literarios, ha trabajado para la Casa de Poesía Silva, las bibliotecas públicas de Comfenalco-Antioquia, el Taller de Letras de la Fundación Jordi e Serra. En la actualidad orienta los talleres de creación literaria La máquina de cantar y compone, junto a Fernando Linero, el grupo musical El poeta canta dos veces.