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Edición 47

8 poemas clásicos dedicados a estatuas



*La traducción de los siguientes poemas fue hecha por Federico Morán. Nació en Francia en 1985 y se mudó a América del Sur cuando tení­a siete años. Heredó grandes y numerosas propiedades, por lo que no estudió nada. Lee, pinta, escribe y traduce. Vive de la renta. Pronto serán publicados sus diarios de juventud bajo un volumen llamado Diario de vuelo.

 

Ella Higginson (1861–1940) fue una poeta y escritora que nació en Council Grove, Kansas. Junto a su marido, Russell Higginson, abrió una droguerí­a en 1885. Comenzó a publicar sus poemas durante esos años. Fue nombrada poeta laureada del estado de Washington en 1931. También publicó novelas y cuentos.

 

La estatua

 

¡Que yo pudiera cincelar una estatua, lí­nea por lí­nea,

a partir de la severidad de un mármol casto!

Angular, áspera; sin curvas moderadas para complacer;

fijar lágrimas en los ojos para hacerlos fulgurar,

y surcos en la ceja, profundos, firmes, pero bellos;

demacrada, incómoda, alta; no una cortesana complaciente;

los pantalones abultados en las rodillas huesudas;

nariz larga, boca larga… Pero, ah, la divina Luz

de la Verdad, ¡la luz que libera a la gente!,

arderí­a sobre ella en una llama constante

a medida que el ocaso dispara un pico blanco en el cielo…

¡Oh, Dios! Dejarla innominada y ver

a hombres llorando que se inclinan y gritan:

“¡Suficiente, suficiente! ¡Sabemos el nombre de tu estatua!”

 

* * *

 

The Statue

 

That I might chisel a statue, line on line,

Out of a marble’s chaste severities!

Angular, harsh; no softened curves to please;

Set tears within the eyes to make them shine,

And furrows on the brow, deep, stern, yet fine;

Gaunt, awkward, tall; no courtier of ease;

The trousers bulging at the bony knees;

Long nose, large mouth . . . But ah, the light divine

Of Truth, – the light that set a people free!—

Burning upon it in a steady flame,

As sunset fires a white peak on the sky . . .

Ah, God! To leave it nameless and yet see

Men looking weep and bow themselves and cry—

‘Enough, enough! We know thy statue’s name!’

 

 

 

John Keats (1795-1821) publicó tan solo 44 poemas y murió a los 25 años, pero es considerado uno de los mejores representantes de la poesí­a romántica inglesa.

 

Oda en una urna griega

 

Tú, aún inviolada esposa del reposo,

tú, hija adoptiva del silencio y del tiempo lento,

historiadora silvestre, la que puede expresar

un relato florido de un modo más dulce que nuestra rima:

 

¿Qué leyenda bordeada de hojas habita en tu figura

de deidades o mortales, o de ambos,

en Tempe o en los valles de Arcadia?

¿Qué hombres o dioses son aquellos? ¿Qué doncellas reticentes?

¿Qué objetivo enloquecido? ¿Qué esfuerzo por huir?

¿Qué flautas y panderos? ¿Qué éxtasis salvaje?

 

Las melodí­as escuchadas son hermosas, pero las que no

son más hermosas; por eso, ustedes, suaves flautas, toquen;

no para el oí­do sensual, sino, con más cariño,

canten al espí­ritu cancioncillas sin tono:

querida juventud, bajo los árboles, tú no puedes dejar

tu canción, al igual que esos árboles no pueden estar vací­os;

audaz amante que nunca, nunca llegas a dar el beso

aun cuando la meta está tan cerca, no te aflijas;

ella no puede desaparecer, aunque tú no puedas conseguir tu dicha,

¡la amarás para siempre y ella será bella!

 

¡Ah, felices, felices ramas! Ramas que no pueden mudar

de hojas, ni pueden despedirse de la primavera;

y, feliz melodista, descansado,

por siempre tocando canciones siempre nuevas;

¡más amor feliz! ¡Más, más amor feliz!

Por siempre cálido y sereno para disfrutar,

por siempre jadeante y por siempre joven;

y muy arriba toda la pasión humana que respira,

que deja a un corazón altamente adolorido y hartado,

una frente que arde y una lengua que se seca.

 

¿Quiénes son estos que vendrán al sacrificio?

¿A qué verde altar, Oh misterioso sacerdote,

llevas esa novilla que muge a los cielos

con sus sedosos flancos ornados de guirnaldas?

¿Qué pequeño pueblo junto a un rí­o o la orilla del mar

o emplazado en la montaña con una pací­fica ciudadela

se vací­a de esta gente en esta pí­a mañana?

Y, pequeño pueblo, tus calles por siempre

en silencio van a estar y ni un alma, que pueda decir

por qué estás tan desierto, ha de regresar.

 

¡Oh figura ática! ¡Hermosa actitud! Con las trenzas

de hombres hermosos y doncellas enervadas,

con ramas silvestres y hierba pisoteada;

Tú, forma callada, nos provocas a salir del pensamiento

como lo hace la eternidad: ¡Frí­a Pastoral!

 

Cuando la vejez haya acabado con esta generación,

tú has de permanecer en medio de otra desgracia

que no es la nuestra, una amiga para el hombre, a quien le dirás:

 

“La belleza es la verdad y, la verdad, belleza: eso es todo

lo que sabes en la tierra y todo lo que necesitas saber.”

 

* * *

 

Ode on a Grecian Urn

 

Thou still unravish’d bride of quietness,

Thou foster-child of silence and slow time,

Sylvan historian, who canst thus express

A flowery tale more sweetly than our rhyme:

 

What leaf-fring’d legend haunts about thy shape

Of deities or mortals, or of both,

In Tempe or the dales of Arcady?

What men or gods are these? What maidens loth?

What mad pursuit? What struggle to escape?

What pipes and timbrels? What wild ecstasy?

 

Heard melodies are sweet, but those unheard

Are sweeter; therefore, ye soft pipes, play on;

Not to the sensual ear, but, more endear’d,

Pipe to the spirit ditties of no tone:

Fair youth, beneath the trees, thou canst not leave

Thy song, nor ever can those trees be bare;

Bold Lover, never, never canst thou kiss,

Though winning near the goal yet, do not grieve;

She cannot fade, though thou hast not thy bliss,

For ever wilt thou love, and she be fair!

 

Ah, happy, happy boughs! that cannot shed

Your leaves, nor ever bid the Spring adieu;

And, happy melodist, unwearied,

For ever piping songs for ever new;

More happy love! more happy, happy love!

For ever warm and still to be enjoy’d

For ever panting, and for ever young;

All breathing human passion far above,

That leaves a heart high-sorrowful and cloy’d,

A burning forehead, and a parching tongue.

 

Who are these coming to the sacrifice?

To what green altar, O mysterious priest,

Lead’st thou that heifer lowing at the skies,

And all her silken flanks with garlands drest?

What little town by river or sea shore,

Or mountain-built with peaceful citadel,

Is emptied of this folk, this pious morn?

And, little town, thy streets for evermore

Will silent be; and not a soul to tell

Why thou art desolate, can e’er return.

 

O Attic shape! Fair attitude! with brede

Of marble men and maidens overwrought,

With forest branches and the trodden weed;

Thou, silent form, dost tease us out of thought

As doth eternity: Cold Pastoral!

When old age shall this generation waste,

Thou shalt remain, in midst of other woe

Than ours, a friend to man, to whom thou say’st,

“Beauty is truth, truth beauty,—that is all

Ye know on earth, and all ye need to know.”

 

 

 

 

Walter de la Mare (1873–1956) además de escribir poesí­a también publicó novelas infantiles. Muchas de sus obras exploran la fantasí­a y los sueños.

 

El extranjero

 

Medio escondida en un cementerio,

en la negrura de un tejo,

donde ninguna criatura viva se agita

ni los rayos solares atraviesan

 

hay una tumba, torcida y cubierta de liquen

—su desvanecida leyenda se ha ido—,

con solo una cabeza de querubí­n desgastada por la lluvia

y hecha de piedra desmoronada.

 

Ahí­, cuando el crepúsculo está cayendo,

el silencio se cierne con tal profundidad

que parece que cualquier viento que respira

sopla desde los campos del sueño.

 

El dí­a comienza con una belleza descuidada,

encendiendo cada gota de rocí­o,

pero una sombra que no olvida mora

bajo este tejo solitario.

 

Y todo lo demás se ha perdido y desvanecido,

sólo esta cabeza que presta atención

guarda con una extraña sonrisa sin respuesta

su secreto con el muerto.

 

* * *

 

The Stranger

 

Half-hidden in a graveyard,

In the blackness of a yew,

Where never living creature stirs,

Nor sunbeam pierces through,

 

Is a tomb, lichened and crooked–

Its faded legend gone–

With but one rain-worn cherub’s head

Of mouldering stone.

 

There, when the dusk is falling,

Silence broods so deep

It seems that every wind that breathes

Blows from the fields of sleep.

 

Day breaks in heedless beauty,

Kindling each drop of dew,

But unforsaking shadow dwells

Beneath this lonely yew.

 

And, all else lost and faded,

Only this listening head

Keeps with a strange unanswering smile

Its secret with the dead.

 

 

 

 

Samuel Wesley (bautizado en 1662 – 1735) fue un poeta y clérigo inglés. Su primer libro, Maggots, era una colección de poemas en torno a temas triviales. Durante su vida mantuvo varias controversias a causa de sus posturas.

 

El monumento

 

Un monstruo, en un traje de vicios añejados,

le ha dejado  a sus grandes herederos su oro mal ganado:

con rectitud respira su busto, rectas se muestran sus virtudes,

su fecha comienza en la piedra esculpida.

¡Si confiáramos en su mármol especioso,

qué lástima que un tesoro como él hubiera muerto!

¡Si crédito le diéramos a su vida real,

qué lástima que un miserable como él haya vivido!

 

* * *

 

The Monument

 

A monster, in a course of vice grown old,

Leaves to his gaping heir his ill-gained gold:

Straight breathes his bust, straight are his virtues shown,

Their date commencing with the sculptured stone.

If on his specious marble we rely,

Pity a worth like his should ever die!

If credit to his real life we give,

Pity a wretch like him should ever live!

 

 

 

 

*La traducción de los siguientes poemas fue hecha por Eusebio Vilaró (1983). Poeta, novelista, traductor y abogado catalán. Ha escrito cinco novelas de literatura policí­aca bajo varios seudónimos. Actualmente realiza un doctorado sobre religiones orientales en la Universidad de Oxford. Odia a los gatos.

 

Percy Bysshe Shelley (1792–1822)  fue un poeta inglés cuya vida y obras ejemplifican el ideal romántico. El poema nace a partir de una discusión que el poeta tuvo con su amigo Horace Smith acerca del historiador Diodoro Sí­culo y la descripción que este hace de la estatua de Ozymandias (más conocido como Ramsés II).

 

Ozymandias

 

Hallé a un viajero de una antigua tierra

que dijo: “dos vastas piernas de roca y sin tronco

en el desierto se yerguen…. Cerca de ellas, en la arena,

medio hundida yace una cabeza deshecha, cuyos ceño,

labio arrugado, y orden frí­a en forma de mueca

revelan que leyó bien esas pasiones su escultor,

las que aún sobreviven, estampadas en estos trozos inertes

a la mano que las imitó, al corazón que las alimentó;

Y sobre el pedestal, estas palabras se muestran:

¡Mi nombre es Ozymandias, Rey de reyes;

atestigüen mis obras, oh poderosos, y las esperanzas pierdan!

Al lado nada permanece. Rodean lo gastada

de esta ruina colosal ilimitadas y descubiertas

las solas arenas niveladas y en la distancia se alargan”

 

* * *

 

Ozymandias

 

I met a traveller from an antique land,

Who said—“Two vast and trunkless legs of stone

Stand in the desert. . . . Near them, on the sand,

Half sunk a shattered visage lies, whose frown,

And wrinkled lip, and sneer of cold command,

Tell that its sculptor well those passions read

Which yet survive, stamped on these lifeless things,

The hand that mocked them, and the heart that fed;

And on the pedestal, these words appear:

My name is Ozymandias, King of Kings;

Look on my Works, ye Mighty, and despair!

Nothing beside remains. Round the decay

Of that colossal Wreck, boundless and bare

The lone and level sands stretch far away.”

 

 

 

 

Henrietta Cordellia Ray (1852-1916) fue una poeta afroamericana. Fue profesora pero se retiró por la escritura. Su poema más conocido es la oda “Lincoln”, el cual fue leído en la inauguración del Emancipation Memorial en Washington D.C.

 

El escultor incansable

 

Mientras que el escultor con paciencia cincela

los bordes desiguales del mármol, jornada tras jornada,

tratando de pulir todas las manchas

Hasta que —cuando la piedra esté libre de toda falencia,

y nada vea él salvo siluetas perfectas—

ya puedan la armoní­a y la belleza encarnadas

expiar el retraso de las horas cansadas,

del mismo modo la Vida, el escultor, sin descanso moldea

al alma del hombre. Con cuánta frecuencia se estrecha

el espí­ritu al encogerse, ni puede saber a través de la presencia

sobre la gracia y majestad que se le aproximan. Está augurado

que tengan más profundidad las cicatrices, hasta que la tarea

y el cincelar sean adecuados; hasta cuando, ¡mira!

el plan siempre insondable de Dios esté acabado.

 

* * *

 

The Tireless Sculptor

 

E’en as the sculptor chisels patiently

The marble’s jagged edges, day by day,

Striving to smooth all blemishes away,

Till—when from ev’ry flaw the stone is free,

And naught save perfect contours does he see—

Embodied harmony and beauty may

Atone for all the weary hours’ delay,—

So Life, the sculptor, moulds unceasingly

The soul of man. How often in recoil

The spirit shrinks, nor can through prescience know

Of coming grace and majesty. ‘Tis willed

The scars should deeper be, until the toil

And chiseling are adequate; when lo!

God’s all-unfathomed plan is quite fulfilled.

 

 

 

 

Ella Wheeler Wilcox (1850-1919) fue una poeta cuya obra más conocida es Poemas de pasión. Además de poesí­a cultivó el género de la autobiografí­a.

 

Un escultor

 

Así­ como el escultor ambicioso, incansable,

levanta el cincel y el martillo hacia el bloque a la mano,

ante mi carácter a medias formado me paro

y uso las brillantes herramientas de los dones mentales.

Voy a cortarme un enorme lado horrible

de egoí­smo y a suavizar hasta alcanzar curvas de gracia

a los ángeles del mal temperamento

Y ninguna marca

de orgullo absurdo ha de dejar mi martillo firme.

Lasca tras lasca han de caer de deseos inútiles,

y los sólidos bordes de mi contrariedad

han de ser redondeados hacia la simetrí­a, y han de prestar

gran armoní­a por la fe que nunca se consume

Aún sin acabar, debo esforzarme más y más

Hasta que el pálido crítico, la Muerte, diga “Ya está”

 

* * *

 

A Sculptor

 

As the ambitious sculptor, tireless, lifts

Chisel and hammer to the block at hand,

Before my half-formed character I stand

And ply the shining tools of mental gifts.

I’ll cut away a huge, unsightly side

Of selfishness, and smooth to curves of grace

The angles of ill-temper.

And no trace

Shall my sure hammer leave of silly pride.

Chip after chip must fall from vain desires,

And the sharp corners of my discontent

Be rounded into symmetry, and lent

Great harmony by faith that never tires.

Unfinished still, I must toil on and on,

Till the pale critic, Death, shall say, “‘Tis done.”

 

 

 

 

Emma Lazarus (1849–1887) nació en Nueva York y escribió poesí­a, novelas y obras de teatro. Las lí­neas de este soneto están grabadas en La Estatua de la Libertad.

 

El nuevo coloso

 

No es como el gigante descarado de griega fama

de extremidades que conquistan y se extienden de tierra en tierra

Aquí­ ante nuestras puertas que atardecen lavadas por el mar ha de hincarse

una imponente mujer con una antorcha, cuya llama

es el relámpago atrapado y su nombre,

Madre de los Exiliados. Desde su mano como guí­a

brilla una bienvenida a todo el mundo; sus ojos suaves administran

el muelle con puentes en el aire bordeado por dos ciudades gemelas.

“¡Guarden, antiguas tierras, la pompa de su historia!” grita ella 

con sus labios silenciosos. “Denme sus agotadas, sus miserables,

sus arrumadas masas deseosas de respirar en libertad,

los desgraciados rechazan su costa pululante.

Mándenlos acá, a los vagabundos, los lanzados a la tempestad,

Yo levanto mi lámpara junto a la puerta radiante

 

* * *

 

The New Colossus

 

Not like the brazen giant of Greek fame,

With conquering limbs astride from land to land;

Here at our sea-washed, sunset gates shall stand

A mighty woman with a torch, whose flame

Is the imprisoned lightning, and her name

Mother of Exiles. From her beacon-hand

Glows world-wide welcome; her mild eyes command

The air-bridged harbor that twin cities frame.

“Keep, ancient lands, your storied pomp!” cries she

With silent lips. “Give me your tired, your poor,

Your huddled masses yearning to breathe free,

The wretched refuse of your teeming shore.

Send these, the homeless, tempest-tost to me,

I lift my lamp beside the golden door!”


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