Edición 47
Tres poemas a la música y a la pintura por tres poetas colombianos
Juan Felipe Robledo
Poema-ofrenda a Alexander Borodin
El mundo, esa terca suma de aceite y rostros turbios,
se deshace en las ondas de una música que es gozoso llamado,
esperanza sin duelo ni azucenas,
caminar pausado por el centro del distante hogar que perfección llamamos.
Concedida a los austeros, a los que aman el bello dolor
(ya cubierta con su manto, piloto en ágil nave y caminante de recias sandalias),
la esquiva se ofrece a los que saben farfullar para cansados espíritus,
a los simples y a los orgullosos deletéreos.
Es en los acordes de esta música del buen médico de San Petersburgo
que empiezan a tejerse las rotas hebras del corazón.
Catalina González Restrepo
Fields of Gold
Entre extraños,
cuando perdemos la secuencia de los meses,
tomamos un calmante en vez de un trago
para recordar
y soñar cada noche con lo que pasó.
Tanto nos cuesta el aliento en esta ciudad
que enviamos cartas con mucho pegante
y lloramos a escondidas.
Saltamos de una canción a otra,
es luna llena y todo se ha agotado,
ya cenamos nuestra esperanza.
¿Cómo encaja esta música en el presente?,
¿es posible desligarla de esos días?,
¿por qué no viene alguien a salvarnos?
Es inútil decir que la oímos desde hoy,
aquí, en donde aún no somos nadie.
Santiago Espinosa
Interior au violon
Matisse le ha dado luces a un encierro
que no era la alegría de la vida.
El negro abisal de una ventana entreabierta,
el violín en su estuche de oscuridad
incapaz de traducir las gradaciones del océano.
Similar a un sueño, cuesta entender
qué es el arriba o el abajo.
El esplendor de lo sencillo
sobre una superficie en reposo
donde no llega el invierno ni la muerte.
Por un momento podemos sentir
la vecindad de la palmera y las olas
imaginar que el violinista
se ha ido a la playa o a morir
y en el estudio ha quedado
toda la música del mundo.
Se necesita olvidar mucho para pintar de esta manera.
Aprender a mirar los objetos como umbrales
entre el fuego y la semilla
hasta hacer de la luz un niño que se asoma.
Mi padre heredó esta réplica. La imagen lo acompañó
en los mejores años de la vida.
Allí supe que él también quiso huir, antes de nosotros,
perderse en su mar, también que quiso hacer del interior
un espacio propicio para la música.
Miro este cuadro donde un sonido deslumbrante
está a punto de abrirse. Y es otra vez el mar
el que espera por nosotros, mi padre y yo,
es otra vez la música. Como un vacío
que aún en la huida de los cuerpos
hace que triunfe el color sobre la gravedad y los días.
Noticia Biográfica
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