Edición 48
"He vivido mucho": poemas de Clara Schoenborn
Escribo acerca de una mano
Escribo acerca de una mano.
Sí, de una mano sencilla, sus huesos como flores, su palma plena de agua de mar -la que escribiendo sopla el vidrio- o de una mano plantada en el lodo, como un cangrejo herido, sus tentáculos obscenos muriendo en varias carnes.
Es la mano que piensa, la que padece sismos, la mano lunar, la bailarina.
Siento el estruendo de sus nervios, algo así como la vida rasgándose, una crisis eléctrica dentro de sí la hace vibrar como piraña.
Ordeña un vino de otra mano y luego se convierte en boca,
en vida destilando leche. Es una mano preñada por un pez.
Entre el vaso y el agua
Para servir un vaso con agua,
se necesita primero andar el universo,
entender los huecos negros y sus diluvios,
mirar bien al interior de una mirada húmeda,
tocar el punto más temible de su tristeza,
descifrar la lágrima, su alfabeto astringente.
Para llenar un vaso se requiere
comprender el agua desde su atarraya oscura,
saber nadar hasta ahogarse
y haber salvado a otros náufragos.
Se llena un vaso con agua
y eso significa vislumbrar el casi-amor
de un par de átomos de hidrógeno con otro de oxígeno,
su estrategia para invadir planetas,
preñarlos y enloquecerlos.
Servir un vaso con agua
es también saber de barcos y marinos,
de los túneles donde se dan citas a ciegas
para cantar salmos de vino y madera.
Mucho llega con el agua hacia su vaso.
Se necesita más que nada,
el regreso de un guerrero seco,
sin siquiera su cadáver.
Un simple vaso con agua
es resumir todo el misterio
y para que nazca con su sacramento,
basta un deseo incontenible
y arriesgarse.
Cuadro de Magritte
De todas las rosas
la que más amo es la rosa giratoria,
su locura fingiendo belleza.
De todos los árboles
al único que seré fiel
es al que me esperará por siglos.
Imitando mis piernas y mis brazos,
susurrará al universo
una historia secreta.
De todos los hombres
el mío yace caído en la tierra,
debajo del agua canta letanías.
Lo tengo olvidado.
En las tardes me obsesiona el reloj.
Las horas amenazan en un solo punto.
Me pongo a rimar dos palabras.
Son siempre las mismas dos palabras.
Una mañana sin día
Amanecí convencida de que he vivido mucho,
quién sabe si fueron segundos o milenios,
el caso es que ha sido demasiado.
Este silencio que nunca cambia ha sido el tiempo,
los ejércitos y las manos ambulantes fueron el tiempo,
tiempo fue la especie y su monstruosidad congénita.
Amanecí y la tierra se me hizo tan larga como lo vivido
y también yo me volví extensa hasta el dolor.
En verdad,
este planeta es más insalubre que el Universo
y yo tan pequeña y antigua junto a la ceniza.
He vivido demasiado y sin un sólo descanso.
Sin olvidar,
sin hacer,
sin dejarme matar.
Hecha sólo de carne.
Se vive en zanjas y de todas partes cae algo débil,
hay leche para los cachorros, pero luego es olvidada,
algunos se convierten en presas,
otros imponen alguna doctrina.
No sé por qué he vivido tanto,
no me alcanza dormir para estar despierta.
La vida no transcurre, se acumula en sí misma.
Un paso sobre otro es caminar en caminar.
Me siento infinitamente esparcida sobre el mundo,
tan alargada que ya no importan mis fronteras.
Testamento III
Se pierde mi nombre en la boca de los que se fueron.
A veces yo también lo olvido o lo diluyo en el revés del agua.
Siento mi abrazo cruzado por fronteras,
esas que otros han levantado contra el mundo.
Me percato con terror del odio y sus remilgos.
Es verdad: se necesita un dios o, al menos,
un antes y un después.
Un antes largo y paciente.
Un después que cure la memoria.
Es mi edad.
Hoy, el horizonte es apenas una excusa.
Disecada y sin creer más que en la verdad.
En mi verdad pequeña y maliciosa:
Sístoles y diástoles con sus tres golpes fantasmas.
Contratos más o menos favorables.
Esta poesía interminable y reticente.
Noticia Biográfica
Clara Schoenborn (Cali, Colombia 1957). Graduada en Economía de la Universidad de San Buenaventura de Cali con diplomado en Gerencia de la Universidad Javeriana de la misma ciudad. Ha publicado cuatro libros de poemas y ha figurado en antologías y revistas, así como en encuentros y festivales nacionales e internacionales. Con su libro Los oficios en clave de Atenea obtuvo el premio Ediciones Embalaje, del Encuentro de mujeres poetas colombianas del Museo Rayo en el 2011. También fue finalista en el Concurso Red de Bibliotecas Públicas Comunitarias de Cali, 2009, con su poemario Colores y respiros; finalista en el Premio Carmen Conde, Ediciones Torremozas, Madrid, Espaí±a, 2012, con su libro Huecos en la luz, y mención de honor con su poema “La rosa†en el Concurso Poesía de los objetos, Casa de Poesía Silva. Bogotá, 2012. BLOG: www.loqueledijealpapel.blogspot.com