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Edición 52

Doce poemas de Álvaro Marín



Tomados de Conjeturas sobre la falsa creación del hombre.

 

 

 

Sustituciones

 

El tiempo sustituye, el vací­o sustituye,

el abismo avanza.

Este es el reino de las sustituciones,

no hay lugar.

Las piedras, esas hermanas de los huesos, están solas.

Llegamos al fin a nuestro reino.

¿Por qué í­bamos a estar obligados a deslizarnos

por estas laderas de muerte?

Esta es la caí­da, el verdí­n y la muerte.

Esta es la determinación del carbono y el ácido.

Nuestra sombra, mascota sumisa, es un perro

de compañí­a. Ve por la brecha, deslí­zate

por el rí­o, o a campo traviesa, da igual

si el final es el mismo.

 

Pero los hombres sin sueño, pero los dioses

sin aliento. Pero los perros de las galerí­as

de la muerte, pero los otros que no están en la

mesa, ni en la santí­sima trinidad de la nada.

Y los que se ocultan, los heridos en el silencio,

los que son sin ser.

Vean ustedes cómo se acomoda la señora muerte,

y todo este viaje sólo para un gesto,

y luego arder.

 

 

 

Conjeturas sobre la falsa creación del hombre

 

Después de la caí­da al hombre todaví­a

le quedan alas. Algunas veces las mueve

y todos lo rodeamos; es un rito, siempre

que sus alas se mueven lo observamos atentos,

esperamos el momento de su levitación, pero

vuelve a caer… pesado sobre la dura tierra.

Recae luego insiste, rueda o se desliza hasta

volver a empezar el ascenso. Bordea la cima

y vuelve a caer. Intenta algunas veces

desde la armazón de un pájaro mecánico, y vuelve y cae.

No puede negar su vocación terrestre.

 

Es falso que el hombre esté consumado,

con la carcasa de sus huesos no se logra levantar

un refugio para un ser diferenciado. En todo

caso el hombre aún no tiene siquiera

la habilidad del escarabajo, sus alas rotas

le estorban para caminar, su peso muerto

es su pesada y persistente sombra.

 

 

 

Olvidos

 

Nadie recuerda

cómo se funda un pueblo.

¿Quién traza el lugar de la intemperie,

quién las lí­neas de vuelo de los pájaros?

Y la casa,

la casa que ya es otra, ¿cómo era una casa?

¿Y quién es el doliente de la sangre,

quién su curandero?

 

Ya nadie recuerda cómo se prepara el dí­a,

cómo se enciende la luz, cómo es la brasa

del carbón de la noche.

¿Quién estará al cuidado de las tempestades

quién al abrigo del fuego?

¿Y quién pronunciará los conjuros?

 

¿Quién despertará la mañana y que sea de verdad

la mañana?

Ya no sabemos cómo convocar la luz y cómo

deshacer las trampas de la muerte,

¿quién irá entre las cosas diferenciando lo venenoso

y lo comestible?

¿Quién será el guardagujas del viento?

¿Y quién entonces fabricará el agua?

¿Alguien recuerda cómo se hace el agua?

 

 

 

En blanco y negro

 

La luz se endurece en la piedra. Una piedra, sí­,

un duro hueso de la tierra.

Y si no fuera por la luz este verano serí­a

de sangre. Y si no fuera por la luz

el invierno que viene serí­a un invierno de algas muertas.

El dí­a. Su iluminada concavidad electriza

el paso de nuestros pies felinos. La luz desnuda

nuestros cuerpos: la luz, el resplandor

de sus lanzas punza nuestras cabezas.

 

Y sin la noche la luna serí­a el frí­o rostro de la venganza,

sin la noche no existirí­a el sonido

del piano ni la dulce melodí­a de las voces negras.

Sin la noche la vida serí­a gris, sin la noche el hombre

morirí­a en su primera noche.

 

 

 

Escrito en piedra

 

En piedra escribo:

en el principio fue la música, después

vino la muerte.

Lo digo en memoria de los dí­as talados.

En piedra escribo los nombres de la luz.

Con la sombra de mis palabras

dibujo sus manos y sus ojos de angustia.

En las ramas de mi memoria abrazo su música

y sus frutos de electricidad.

 

En los desfiladeros se suicidan los dí­as,

y los árboles desde hace ya mucho tiempo

han dejado de dar sus frutos.

 

En piedra escribo la vida

como escribe el relámpago el regreso del agua.

Afirmo la vida, la antigua llama que ilumina mi propio abismo.

 

 

 

Fundaciones

 

Sobre esta piedra levantaré mi casa, dice el hombre,

cuando observa la mole de piedra empinada.

Lleva a cuestas su casa igual que el animal de concha,

su casa sin puertas, sin aire donde trazar

las ventanas, sin tierra donde descansar

el aventado pie.

 

Cada vez que levanta los maderos que le sirven

de viga llega la tempestad, la inundación, el fuego

del rayo, o el fuego que la mano furtiva acerca al

pajonal de la casa.

En verdad nuestra casa siempre ha estado

en llamas, en el puro viento inmaterial, en el deseo

que nos impone el sueño de tener un lugar,

un abrigo bajo las estrellas, una pausa para los pies cansados.

Nuestra historia es un relato de vientos

devastadores y veranos sangrantes.

 

 

 

Despeñaderos

 

La luz es también un lugar.

El lugar.

Cada forma busca su resolución.

 

Es fácil perderse en los despeñaderos.

Abajo el golpeteo del agua contra la tierra

reproduce el suicidio de las estrellas.

 

 

 

Sombras felinas

 

En el reflejo del agua

el pescador viste de esqueleto,

al fondo

el agua desdibuja las sombras ahogadas,

y a la orilla el musgo verdea sus lamas

de salitre y de fósforo.

Abajo se desliza un rí­o serpiente

al fondo del resplandor de los huesos.

 

Entre algas oscuras se enluta el hombre,

en el reflejo del agua es pescador de sí­ mismo.

Y aunque su alma es hija de la felina sombra

igual será detenida por los arpones.

 

Esta es la verdadera herida: la ciudad

que expulsa sus mortí­feras aguas

y el hombre que extrae en su red

sus propios restos mortales.

 

 

 

Salvaje

 

Todo ya está escrito en la memoria del árbol,

cualquier pino vencido es una revelación.

El principio es el árbol, la conciencia ocultada.

Otra ciencia reclama otra vigilia.

 

El árbol es un camino que se abre

en los sentidos despiertos, entre sus breñas

de luz asoman todas las fuerzas, los elementos.

La verdadera presencia es la presencia

del árbol, uno que fue lo dijo: “en el principio fue la selva”.

 

Un lago profundo es oscuro, pero si cae la luz

en su centro el fondo se aclara para ver

lo que no ve la otra conciencia, fija en las superficies.

 

Con la pupila expuesta a la oscuridad la visión

se agudiza, como en el silencio de la noche

el ojo del animal cazador.

Despertar es ver la realidad, clara pero

indomable, perturbadora y salvaje.

 

 

 

Balsa

 

La luz de la primera vigilia está hecha todaví­a

con materia del sueño. Luego aparece

la luz del fuego y desliza su llama

sobre la humedad de la mañana, como los pies

del que camina sobre las aguas.

Despertamos sobre la balsa de nuestros huesos, al pie del fuego.

 

 

 

Arcaí­smo

 

Para ver en la noche

llevamos piedras incrustadas

en el lugar de los ojos,

y de ofrenda

un collar de caninos.

 

 

 

A una vieja estrella

 

No encontrarás aquí­ tu vereda azul

ni tu espejo de agua.

Igual vestirás la máscara

o la fronda de un árbol,

tu presencia

nada agrega al silencio de la tarde rota.

 

El hombre es un puñado de polvo

en el vagón del tiempo,

y es una vieja estrella que se apaga.


Noticia Biográfica


Alvaro Marí­n. Escritor y periodista colombiano. Algunos de sus ensayos crí­ticos sobre cultura y literatura se publicaron en El Magazí­n del diario El Espectador durante los aí±os 90. En poesí­a publicó Noche Lí­quida, mención en el Premio Latinoamericano de Poesí­a convocado por la revista Prometeo; su libro Jinete de sombras (1992) obtuvo un premio en la Casa de Poesí­a Fernando Mejí­a de Manizales. El libro de ensayo La brújula no quiere marcar más el norte, es una reflexión sobre literatura colombiana y fue publicado en el aí±o 1997 por la editorial Magisterio de Bogotá. En Caracas publicó Estrategia continental en el aí±o 2008, libro de ensayo sobre cultura latinoamericana y literatura. Otro de sus  libros de ensayo crí­tico es La biodiversidad es la cabalgadura de la muerte, libro que trata sobre el desplazamiento en Colombia. Con la crónica Humboldt y las manzanas podridas, el Instituto de las artes de Bogotá le concedió el premio en este género en el aí±o 2011, en el mismo aí±o el Centro de Poesí­a José Hierro de Espaí±a le concedió mención en el Premio Internacional de Poesí­a Margarita Hierro. La Universidad Industrial de Santander, por convocatoria, le concedió el Premio Nacional de Poesí­a en el aí±o 2016.

En el campo de la comunicación, las investigaciones desarrolladas sobre los procesos alternativos han sido herramientas de trabajo de organizaciones sociales y comunitarias. Coordinador del Movimiento de Artistas e Intelectuales por la Paz promovido desde el Festival de Poesí­a de Medellí­n. En su reflexión ensayí­stica los principales aportes se han desarrollado en temas relacionados con la cultura latinoamericana y las recientes polí­ticas culturales. Es creador, junto con Yira Plaza O’Byrne, Nohora Arrieta y un grupo de escritores, cineastas y artistas de la revista El Ojo del Cangrejo.



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